Nos gusta vernos todavía como culturas descendientes de Grecia y de Roma, las civilizaciones clásicas —hoy paradójicamente desaparecidas de nuestro sistema educativo— de las que admiramos su filosofía, su ciencia y, por supuesto, su historia, porque fueron el caldo de cultivo para las grandes innovaciones que han configurado nuestro mundo: desde el teatro a la democracia. Sin embargo, seamos o no conscientes de ello, si existe algo que heredamos directamente de aquel tiempo junto con el derecho, la física, la literatura, la matemática, o la oratoria, y que ha resultado ser el más sólido cimiento de nuestra civilización occidental, hablamos, sin duda, del arte de la guerra. Algo más que una sombra incómoda que nos recuerda quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos.
¿Qué recordamos de la historia antigua al primer impulso? Nombres de generales y batallas: Troya, Aquiles, Maratón, Termópilas, Alejandro, Aníbal, Escipión Julio César… y tantos otros. Uno solo de esos nombres basta para evocar toda la civilización, y para empaparnos de sus desafíos, su grandeza o sus traiciones. Es decir, cada nombre es una puerta para acceder a la visión de un tiempo, lo que hoy llamamos —poniendo carita— el storytelling. Pues acaba de publicarse tal vez el mejor libro para adentrarse en ese universo duro, resistente y viejo, de las guerras que nos han contado desde Herodoto.
Quien disfrutara en su adolescencia del viejo volumen de Espasa Aníbal y los enemigos de Roma sabrá de lo que hablamos. Libros de historia que lo son de aventuras, relatos trepidantes de las campañas, llenos de información y detalles de la funcionalidad de las armas desde La Iliada, ilustrados con tanta belleza como rigor arqueológico e histórico, en una combinación que permite asomarnos a aquellos momentos estelares de la humanidad, viajar en el tiempo y comprender con precisión cuánto entusiasmo puede suscitar el estudio del pasado. Además, los hechos son también un campo de batalla en nuestro mundo actual…
Pues bien, la editorial Desperta Ferro acaba de publicar el libro monumental La guerra en Grecia y Roma, del gran Peter Connolly —autor del referido libro sobre Aníbal en Espasa—. Connolly fue, probablemente, uno de los mejores conocedores de la cultura militar de la antigüedad, uno de los que más aportaciones hizo con sus viajes e investigaciones y con toda seguridad el hombre que mejor ha contado la historia bélica del mundo clásico. Desde la comarca —casi dicho de modo tolkieniano— de Lincolnshire, viajó a los mundos de entonces y a los restos herrumbrosos de las batallas y las ideas geniales que cambiaron la suerte de los hombres. El libro da cuenta de todo ello, de los viajes a los lugares donde los ejércitos se enfrentaron y de las horas de investigación que hicieron posible explicar el uso de aquellas armas, pero de una manera tan amena que sería perfecto —al menos en mi caso— tener menos años, más vacaciones, tirarse en una hamaca y merendar mientras la tarde declina y las armas resuenan y deciden el futuro de los viejos imperios, otra vez, como entonces. ¡No digamos para compartir con lectores jóvenes!
Ver la foto actual del paso de las Termópilas (allí ocurrió todo), recordar que los 300 fueron en realidad 3.000, eso sí dirigidos por Leónidas y sus heroicas centenas; comprender la presión que los persas ejercían sobre aquella Grecia floreciente… Si hay algo que Connolly sabe hacer es ofrecer profundidad de campo a la mirada mientras entras en su juego con la historia. Profundidad en los detalles y en las causas, en la naturaleza de los poderes que pugnan y en los lugares donde todo estalla, una vez y otra, frente a frente. Y también profundizamos con él en las herramientas: por ejemplo, fue Connolly quien, copiando armas antiguas —piezas de museo— definió en la práctica el uso de la lanza y el escudo que inventaron los armeros beocios, o el modo en el que el legionario romano portaba escudo y lanza.
Así podemos entender el origen de la cultura y de la industria militar. En el caso heleno, la civilización de las Polis emerge en el siglo VIII después de la extensa y misteriosa Edad Oscura que siguió al derrumbe del mundo micénico desaparecido sin dejar casi rastros, y lo hace alentada por una visión del Olimpo y del tiempo de los héroes que no deja de ser una versión revolucionaria del relato inventada por Homero. Es la que triunfa entonces, la que todos quieren oír, porque refleja cambios en el orden establecido que van a sucederse sobre el terreno; la que pone todo en cuestión con la aparición de Odiseo, el héroe inspirador que tutea a los dioses; el guerrero astuto, el hombre capaz de entrar en el peligro pensando en sobrevivir, y luego perderse, y regresar, y vengarse y olvidar, y envejecer… como el que más.
Solo dos siglos después de florecer de nuevo aquel mundo de ciudades-estado, el desafío del imperio Persa pondrá a prueba la naciente civilización, que aprende de inmediato a desarrollar las armas, las estrategias y los valores que vencerán en las guerras médicas y pondrán coto a Jerjes y su invasión imparable, que la permitirían sobrevivir, llegar a la Atenas de Pericles, a la oración fúnebre por los héroes de la libertad, otra idea que nos gusta ceñir ya desde entonces.
La historia de la guerra, bien contada, siempre es así: los invencibles contra los incansables (y aquí miremos un momento a nuestro alrededor por la ventanilla de la actualidad, si es que queremos). Es necesario estudiar los detalles de cada ocasión, antes de juzgar, para comprender por qué no hemos sabido abolir las guerras en los últimos casi tres mil años, en tanto que hacíamos evolucionar aquella civilización. Matamos más y mejor, desgraciadamente mucho mejor, siguiendo a pie juntillas el espíritu agresivo y ambicioso (y noble en ocasiones) del mundo clásico. Negar la realidad no suele ser buen negocio. Pero hablemos de historia, sobre todo de esta, tan bien contada. Al fin, si hay un concepto que comparte la historia con el arte de la guerra es el de diversión.
El libro nos lleva con Alejandro a las últimas fronteras y aprendemos con él a batallar en el Asia infinita: hombres, sueños, planicies, ciudades, zigurats, sembrados, puntualmente, con cadáveres de bravos soldados, regados con su sangre, de la que procedemos. Pero ni aferrándose a los bordes del mundo conocido pueden durar los imperios (otra lección de mucha actualidad, si nos place tomarla). Y más tarde acompañamos a Roma antes de ser el Imperio, a la Roma que se impone al paso marcado por las sandalias de las legiones en su península con forma de bota. La Roma que se encuentra, en cuanto pisa Sicilia, con su gran desafío, el que casi llegó a ahogarla: Cartago. La isla donde algunos mitos griegos sucedieron será el centro de gravedad de las guerras púnicas. Un desafío que pronto se convierte en la pesadilla de la República, con el rostro de Aníbal, sin duda el mejor general, audaz e imprevisible, de su siglo.
El duelo de Escipión y Aníbal es, probablemente, el más apasionante de la historia, en cada episodio y cada movimiento sobre el tablero de las orillas del Mediterráneo. Connolly se ha pateado la historia, y por supuesto viaja con el gran ejército de 90.000 hombres reclutado por Aníbal desde la vieja Piel de Toro y ataca Sagunto con el general cartaginés, en el momento exacto en el que quiere que Roma sepa que la guerra va en serio hasta las últimas consecuencias. El autor redescubre las rutas exactas del paso de Aníbal y su ejército por los Alpes, narra cómo pudo hacerse lo inimaginable, cruzar aquellas montañas en invierno, en un momento en el que el clima de la Tierra era más frío que de costumbre, según la ciencia ha demostrado.
Comprendemos cómo fue posible todo aquello, gracias al cultivo de la amistad y al soborno, según tocara, de los pueblos celtas del paso, para alimentar su deseo de venganza contra Roma. Lo impensable, lo temible para la soberbia Roma: el enemigo llegaría hasta las puertas. Con las ilustraciones en la mano resulta asombroso cada detalle: por ejemplo, aprender cómo los zapadores cartagineses lograron que los elefantes cruzasen el Ródano, cuando les aterraba, por un punto en el que la corriente tenía medio kilómetro de ancho. Barcazas enormes fueron disfrazadas de camino seguro, atadas a los árboles, e impulsadas por naves a remo… Ingeniería al servicio de aquella inmensa operación que solo el carisma de Aníbal hizo posible.
El libro es de gran formato, casi cuatrocientas páginas y cientos de ilustraciones, a cual mejor, que van desde detalles de una falcata o un casco hasta el plano de desarrollo de una acción, pasando por fotos de satélite sobre las que casi oímos barritar los elefantes por angostos desfiladeros, escuchamos despeñarse a sus caballos y a los hombres desprevenidos. Es espectacular y fidedigno este relato. Y también, hacia el final, encontramos apéndices sobre fortificaciones y máquinas de asedio que resultan absolutamente imprescindibles.
Nos cuenta también Connolly cómo viajaban las legiones, una ciudad en marcha que nos hace recordar los tercios del Camino Español cruzando Europa siglos después, de parte a parte, en un esfuerzo logístico y de inteligencia inabarcable. Decenas de miles de hombres perfectamente organizados y prevenidos ante cualquier emboscada, divididos en segmentos, con el general en el centro, dispuestos a montar campamento, imponer la pax romana con su sola presencia o aplicar el sucedáneo de la espada.
Quien entre en este libro recorrerá más de mil años sin aburrirse ni un segundo, con el cuento —hoy tan políticamente incorrecto— de cómo los ejércitos se devanaban los sesos para sobrevivir a los choques y los generales para infligir el golpe de gracia al enemigo, tal y como ejemplifica la estratagema de Aníbal en Cannas, con la que derrotó a una fuerza de Roma muy superior. En este mundo nuestro la hegemonía es un motor incontestable, que alimenta las máquinas militares desde muy antiguo.
Cabe añadir que tiene perfecta coherencia que sea la editorial Desperta Ferro, fundada por tres jóvenes historiadores con ganas de divertirse y divertirnos, que combatieron heroicamente un horizonte de desempleo y falta de salidas con su pasión, la imaginación y una magnífica revista, la que ponga hoy a disposición de los lectores este tomo impresionante de Peter Connolly. A todos los cansinos efectos especiales con los que el cine de superhéroes nos abruma cada día les vendría bien darse un garbeo por alguno de los escenarios de las viejas batallas del mundo antiguo, para aprender del sufrimiento y del sacrificio y la camaradería —afectos especiales— que rezuman estas páginas. Insistamos: basado en hechos reales.
No digamos a otros efectos para aprender política.
Autor: Peter Connelly. Título: La guerra en Grecia y Roma. Editorial: Desperta Ferro. Edición: Papel
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