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Si te cansas, haz calceta con Yoko

Si te cansas, haz calceta con Yoko

Si eres de esos que se aburren con Get Back, la serie documental que ha montado Peter Jackson sobre los Beatles, siempre puedes ponerte a hacer calceta o crucigramas con Yoko Ono o quedarte en una esquina repitiendo mantras como los acompañantes hare krishna de George Harrison.

Admito que el reality show que cuenta los 22 días que llevaron a la grabación del concierto en la azotea de Apple no es para todo el mundo, solo para fans completistas de la banda y para músicos. Puedo entender que a muchos de quienes disfrutan con dos minutos y medio de canción se les atraganten siete horas de metraje, pero una vez lanzadas las disculpas previas, necesarias en un mundo ñoño para que nadie se sienta herido, me parecen una maravilla necesaria.

Hay quien disfruta viendo cómo trabajan los albañiles en la calle y luego estamos quienes somos capaces de celebrar cada minuto en pantalla del trabajo de cuatro de los músicos y compositores más relevantes de la historia. Esto es así. También somos personas.

La película en versión reducida ya existía. Se tituló Let It Be, prescindía del contexto y alimentó algunos mitos que han perdurado en el tiempo, así que Get Back es importante.

Con más metraje, vemos que Yoko solo es decorado, que aunque como empresa los Beatles estuvieran de capa caída, como músicos mantenían una química increíble. El morbo que pueden suscitar momentos puntuales se diluye cuando vemos con tiempo lo realmente relevante. La música se impone al chisme, la obra está por encima del artista.

El legado real de los Beatles no tiene que ver con que McCartney imponga su criterio, con que Lennon tienda al pasotismo, con que Harrison se ponga pelma o con que Ringo sea… Ringo. Esto no es La isla de las tentaciones, la emoción no viene de las anécdotas personales sobredimensionadas, lo que de verdad pone la carne de gallina es cómo aparecen los primeros acordes de «Get Back», «Let It Be», «Something», «Don’t Let Me Down» y hasta «Octopus’ s Garden».

Ver cómo cuatro genios juegan en los ensayos para dar forma a canciones de ese porte justifica la duración e incluso la hace corta. Esas siete horas de montaje no son nada comparadas con todos los días en los que esa música ha sido, nos guste o no, nuestra banda sonora. Claro que siempre habrá quien se aburra, como Yoko, pero para eso está la calceta.

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Juan
Juan
2 años hace

Muy bueno el articulo. Las 7 horas sirven para dar contexto a la genialidad, para ver en primera persona el aburrimiento que muchas veces tienen, las frustraciones (como cuando Paul le dice a John que se sepa la letra de la canción o le pregunta si tiene ideas para una canción), las bromas, la falta de comunicación y disfuncionalidad, y como de repente, de todo eso, y en medio de los bostezos de George, empieza a aparecer Get Back. Necesitas pasar por el barro para apreciar las joyas.

Iñaki
Iñaki
2 años hace

Totalmente de acuerdo con Txema. Ocho horas de Beatles no las digiere cualquiera pero quien lo hace disfruta cada minuto. Desde luego fue mi caso (aún me quedan algunos años para disfrutar con los albañiles por la calle). Me emocioné en varios momentos, pero sobre todo cuando Billy Preston pasa por Abbey Road para saludar a unos colegas y se pone a jugar con el teclado a los acordes de ‘I’ve got a feeling’ y ‘Don’t let me down’, canciones que no ha escuchado en su vida. McCartney y Lennon flipan. Y nosotros. Que también somos personas.