Maximiliano Díaz Troncoso es un poeta y librero nacido en Rancagua, Chile, en 1994. Obtuvo el premio Roberto Bolaño de poesía en 2019. Es cofundador de la librería Escorpión Azul, en Santiago de Chile. Presentamos una selección de poemas de Quien amasa las olas (Ediciones Overol, 2021) y varios poemas inéditos.
***
Quien amasa las olas
Padre
si usted tiene
las respuestas dígame
por favor
si es Él quien amasa las olas.
Yo crecí para mantenerme
inútil. Para mí es magia
más que cualquier otra cosa
cómo entra una mechita
en la grasa de la vela.
He dudado tantas veces
padre
aunque la mamá me haya escuchado
hablar con mi abuelo
meses después de su muerte
y aun habiendo visto
a una rana intacta
después del incendio
en un bosque costero.
Pero Él
¿me lo jura que
revuelve
las olas y las agarra
de los pies para devolverlas
a su lugar?
Me encomendé por mis padres
ambos tan jóvenes
y con un hijo enfermo:
su tórax abierto
por el bisturí de un médico
se lo juro yo pensé que en su pulso
no existía nada más que la ciencia
pero mi madre me explicó que Él
obra por caminos misteriosos.
A veces su mano
guía balas cuchillos escupitajos y pone bombas
de racimo en aldeas
pero todo tiene un destino ¿hay un plan
para nosotros?
Para mi madre sus cincuenta
años y su cajetilla diaria
o el seco calor y la cama vacía
del papá en un campamento minero
al norte de Chile.
Dígame si Él dispone de nosotros
como del mar o las velas
por favor
padre
en el nombre de todo
lo que nos ha sido
heredado.
***
Sobre la permanencia
Por primera vez echado sobre la arena, torso húmedo al sol, me pregunté si el cuerpo helado después del mar no es una prefiguración de la muerte. Se rinde contra las aguas (ni buzos, delfines, orcas, vencen a esa mole espesada por la sal).
Hace menos de un año hubo un ejemplo demoledor: dos excursionistas jóvenes quieren visitar un glaciar porque tienen diez días de vacaciones y se pierden en Campos de Hielo Norte. Ya en las llanuras, segmentos donde descansa la montaña, han muerto de frío separados por menos de un kilómetro. Ahí los cuerpos no se pudrieron. Intactos, doblaron sus dedos hasta ser encontrados por rescatistas y familiares. Bajados a la ciudad, comenzaron a derretirse las capas de hielo. Bacterias se hicieron camino entre la nieve aguada de la piel.
Descongelar un cuerpo lo pudre. El frío conserva, y la sangre muerta lo sabe bien. Por eso, el cuerpo se enfría. Busca una forma de permanecer.
***
Limones
Entro peinado impecable a la escena
de los papás jóvenes
peleando.
Dicen en algunos colegios
que lo mejor que pueden hacer
las personas
es rezar
así que me dispongo
de rodillas junto a la cama
a invocar la voluntad
divina
y cuando no encuentro respuesta
yo –que tampoco he comprendido
aún
los sagrados emblemas
ni el reglamento establecido
del amor
me levanto voy
a despertar a mi abuela
y salimos al patio
a recoger limones verdes
que madurarán
en la cocina.
***
Mi piscina plástica nunca fue un falso ídolo
Cuando a los cinco años salí al patio y me di cuenta de que sobre las nubes no había suficiente verano como para entrar en mi piscina (armada de extraño cartílago artificial), vi cómo algunos insectos voladores se acomodaban sobre el agua, cristalina, entibiada por el plástico. Ahí descubrí que el movimiento de sus patas dibujaba círculos en el agua que se agrandaron hasta desaparecer.
Iguales al sol o a la breve enfermedad de un abuelo recién vivo, recién enterrado.
***
Caldo de huesos
El milagro aparece en los huesos
del cordero que se echan al agua
a fuego lento.
Pronto las hierbas
los transformarán en caldo.
Dura poco y no muchos lo presencia.
En los años más difíciles
el bisturí
abre un cuerpo y masajea el corazón
de un niño. Entonces el milagro
le pertenece
los huesos
ya no son más maravillosos.
El niño sobrevive.
De seguro
fue por Él.
Ahora está destinado a crecer
entre mujeres y encendedores.
Un año desentierra los huesos
del perro de su hermano los pone en un trapo
y se los lleva a su abuela.
Ella llora recuerda
a una amiga que llevaba
un trapo parecido
mientras buscaba a su hijo
no sabe cómo explicarle
que no todos los huesos
sirven para el caldo.
***
Cables
Aferrado con miedo
a las boyas
te sientes como un pececito
de metro y medio en
el corazón del mar.
Viendo a tus padres nadar
entre los vidrios te
tocas el pecho. ¿Nadará
también alguien dentro
de ti?
¿Cómo hacer que
no se ahogue?
Que sea tu propio corazón esa misma
boya que lanza sus cables
en el centro de tu océano personal
y no el pez venenoso
que espera con cautela
en las aguas negras.
***
Ellos jugaron a la guerra toda la tarde
Yo me quedé hundido en la
tierra después de recibir
una guinda inmadura
que me tiraron con una honda.
Al llegar a casa mi
mamá sintió deseos de
cachetearme pero sacó
la mantequilla del refri
y me untó un poco sobre la herida.
***
Vasos
Con las uñas de tu mano
abierta rastrillas las sábanas junto al ventilador.
El calor no tiene voz y todo
permanece en silencio.
Tu abuela siempre te ha dicho que
«por acá
anda alguien».
Quién es ese que pesado
como el caballo de dos espaldas
mueve vasos en la
cocina
***
Piquero
Me tiré un piquero a las aguas
estancadas del copete. Los vasos
no caben en el cuerpo por eso
vertimos su contenido en nosotros
la arena es la madre del vidrio y
la calor la madre de la sed.
A veces, después de estar saciado quiero
besar a la muchacha del otro
lado del cumpleaños o echarme
a dormir bajo el primer durazno
que halle camino a casa.
Pero este año nuevo lo único que
hacemos es replicar viejos ritos.
A media tarde desperté y le dije a mi
madre que me dolía el corazón.
Ella me tiró una oreja y
me aconsejó
mantener los pies en altura.
***
Noche
Qué es lo que se quiere
decir en verdad cuando
se escribe la palabra
amanecer
¿es un origen o apenas
un dibujo donde el sol
sube por el cuello del día?
me pregunto si acaso
las enfermedades también
amanecen o si el breve
padecer de mi primo es un cúmulo
de células y nada más que un cúmulo
de células.
La nostalgia sacude
las tierras de cualquier cuerpo y lo veo
al otro lado de la mesa
sin la espalda adolorida.
Ahora duerme casi todo
el día y toma
el fresco sobre la chépica. Un viento
caliente sacude los pañuelos, calcetines, calzoncillos
del tendedero.
A veces te veo cerrar los ojos
y piensas qué es lo que se quiere
decir de verdad cuando
se escribe la palabra
noche.
Poesía juguetona frágil y hermosa