Inicio > Poesía > 13 poemas de Beatriz Vignoli
13 poemas de Beatriz Vignoli

Foto: Andrés Macera.

Beatriz Vignoli es una poeta, narradora, cronista y crítica de arte nacida en Rosario, Argentina, en 1965. Trabaja como colaboradora permanente en las secciones Cultura y Contratapa de Rosario/12 (suplemento local de Página/12. En 2019, obtuvo el Premio Provincial de Poesía “José Pedroni” por su libro Árbol solo (Iván Rosado, 2017, 2da. edición 2021). Ha publicado recientemente en poesía libros como Viernes, poesía reunida 1979-2021 (Buenos Aires, Nebliplateada, 2022), Expreso (Rosario, Editorial Biblioteca, 2022) y Museo del viento (Nebliplateada, 2023), las novelas de no ficción Lemuria (Buenos Aires, Mansalva, 2022) y Reverie (Rosario, Iván Rosado, 2023) y dos libros de cuentos: Mi gato interior (Rosario, Libros Silvestres, 2021) y Eva poseída (Buenos Aires, Eloísa Cartonera, 2023). Presentamos una selección de Viernes. Poesía reunida (1979-2021), obra en la que se reúne su trayectoria poética publicada por Nebliplateada en 2022.

***

Función de la lírica

Mi padre agonizaba
en un sanatorio con TV por cable.
Puse el canal de ópera
para amortiguar sus alaridos constantes.
Justo cuando Rigoletto abraza el cadáver
de su hija, debí tenerlo al viejo
para que no se cayera de la cama:
la doble simetría de la escena
me la volvió soportable.

***

Posición

Dos medialunas, un café, un agua.
Un Chevy Serie 2 estacionado
entre los dos paraísos.
Un libro abierto junto a un jarro de cerveza
sobre un mantel de hule. Cosas a la espera
en la esquina de 4 y 60
a las 17:21. Como ellas,
yo también aguardo
la hora en la que hablaré.

***

El pino

Apagué los motores
y anduve a la deriva
¿cuántos años anduve
a la deriva, el motor apagado, ni
impulso ni gobierno, sin dirección?

Me recuerdo leyendo neones
a la vera de avenidas
desiertas. ¿Cómo pudo
nevarme encima todo este cansancio?
¿Cómo pudo acumularse, quedar ahí toda la vida?

Sacudo la cabeza como un pino. La nieve
no se va.

***

Señora Robinson

escribo,
escribo a máquina:
cada letra es un disparo en la noche.

***

No está tu cuerpo

No está tu cuerpo
teníamos la misma estatura

ya no
que el suelo olvide tus pies.

Hinchada de tu ausencia como un globo
se halla la noche.

***

La caída

Si te dicen que caí
es que caí.
Verticalmente.
Y con horizontales resultados.
Soy, del ángulo recto
solamente los lados.
Ignoro el arte monumental del sesgo,
esa torsión ornamental del héroe
que hace que su caer se luzca como un salto.
Ese rizo del mártir que, ascendiendo
se sale de la víctima
y su propio tormento sobrevuela
no es mi especialidad. Yo, cuando caigo,
caigo.
No hay parábola
ni aire, ni fuerza de sustentación.
Un resbalón: espero. Al suelo llego
por la ruta más breve.
Un alud, una piedra,
una viga a la que han dinamitado.
No hay astucias del cuerpo en mi descenso.
Se sobrevive: el fondo
del abismo es más blando
para quien no vuela, sólo cae.
Si te dicen que caí,
no vengas
a enseñarme aerodinámica revisionista.
No me cuentes de los que cayeron venciendo.
No vengas a decirme
que no crees que haya sido un accidente.
En lo único que creo es en el accidente.
Lo único que sabe hacer el universo
es derrumbarse sin ningún motivo,
es desmoronarse porque sí.

***

El bar de la estación de Valentín Alsina

1

Paisaje de desván,
de cosas inconclusas y ya viejas
arrumbadas sin orden.
La luz dorada de la tarde de verano
lo vuelve bello como una mano muerta.

El andén silencioso sin los trenes.
Tu Citroën estacionado afuera.
Si esto fuera una película francesa
vendríamos aquí huyendo de algo.

2

Nos sentamos en el bar casi desierto
por donde el tiempo hace veintiséis años que no pasa.
Las paredes son de un verde espeso,como en un óleo
y los espejos parecen aguas estancadas.
En el silencio antiguo, el tiempo se ahonda
y reconozco, en los bananeros iluminados por el sol
al otro lado de las vías de maniobras
un lugar de mi infancia.
La puerta del bar enmarca ese fragmento de otro tiempo
que aquí, al sur de todo, se ha conservado intacto.
Allá está la cortina de tiras de hule
de cuyas estrías guardo un recuerdo táctil.
Aquellas cortinas venían multicolores
y hacían «flap, flap, flap» cuando se las atravesaba
a gran velocidad y baja altura
siendo niños, sin una imagen que cuidar.
Ah, volver a ser así de leves.
Irnos de todo. Irnos de nuestras vidas.
Pagar todas las deudas y vender todo
y venirnos a vivir aquí y ahora,
de vacaciones por toda la eternidad
al presente que es nunca.

3

Mirás por la ventana como desde un tren.
Quizás estemos realmente huyendo de algo.
Tu cara blanca, dorada por la luz
es absoluta, sólo por un instante.
Hablar, decir «la luz», “el absoluto”
es arruinarlo todo.
En realidad, no deberíamos decir nada.
Sólo tenemos esto. El sol que cae.
Aquel edificio que lo tapa.

***

Fin

Brillante, tu recuerdo se extiende al infinito
sin presencia alguna que lo contradiga.
Esto es en mí tu muerte: una garantía
de que podré recordarte sin que me interrumpas.

***

webmail

Ninguna carta tuya hoy tampoco.
Qué nieve japonesa esta pantalla en blanco,
esta muda luz al cabo de todo final.

***

Error de marketing

A mí mi nombre no se me parece.
Suena en mi nombre un siseo de tijeras.
Suena en mi nombre la voz de mi madre.
Mi nombre se le parece a mi madre.
El cuerpo de mi madre: denso y fino
como un fusil automático liviano.
Mi madre amó el silencio, amó la música,
la forma y los venenos cortesanos.
Tal vez soñó satenes y satélites.
Tal vez creyó en la elegancia de los ángulos
agudos donde tropiezo cuando escribo mi nombre:
el zigzag de la zeta, la ve corta.
Mi nombre es un buen nombre
para la posteridad y para el mármol.
Mi nombre va a quedar bien en mi lápida.
Cómo será, que un día lo abrevié:
“izvig”. Y me  llegaron un montón de e-mails
de un tipo chino que agrandaba pijas:
“Makes it bigger”. ¡Y todas esas íes!
Mi nombre no dice de mí cuánto me gusta
hablar, nutrir pequeños animales.
A mi nombre le sobra mi cuerpo, le sobra mi ropa.
Mi desmesura de sobreviviente,
mi desempleo, mis bolsillos marsupiales.
Yo lo pronuncio mal, no se entiende.
Yo lo pronuncio ajeno. Se me quedan mirando
como si llevara un nombre falso.
A mi nombre yo no me le parezco.
Debí llamarme Olga, Sonia, Gloria;
apellidarme Russo o Mastronardi.
Mi nombre suena a futuro, suena a autopsia.
Mi nombre, ese chirrido de sierra eléctrica,
no habla bien de mí.

***

El viento es inocente

Como granizo caen tus pasos alejándose
mientras sueño con detectores de metales.
En el sueño no se podían mostrar las armas.
Ajusto el zoom de la espera a lo posible
y desenfoco el mundo.
Una pregunta lo destruiría todo.

El viento es inocente
de todo lo que arrasa.

***

Lo gris en el canto de las hojas

¿Qué es un muerto?
Es un montón de ropa vacía.
Vacía pero con el olor de un cuerpo
que ya no dice nada. No es la sangre
de los muertos el problema. El problema es la grasa,
la grasa de los muertos que queda en las cosas que tocaron:
las asas de madera, lo gris en el canto de las hojas
del libro de cabecera o la guía de transporte urbano.
Todo eso huele y duele: el rastro del sudor y de las manos
de quien ya no se queda pensando bajo el agua, el silencio
de quien ya no tiene planes. Antes de matar, tengan piedad
de quien sea que vaya a abrir ese ropero
la mañana después;
piedad por quien halle la estela funeraria
de inservibles corbatas,
algunas con bordes grasientos y raídos
allí donde antes rozaban la nunca como una caricia.

***

Lugar

A Matías Gómez

No es un lugar seguro para las palabras,
la poesía: intemperie bajo el vidrio.
Las fotos en las tumbas se humedecen,
la sal come las cartas de los náufragos.

Qué náufrago tuviera una botella
con un corcho que encaje y nada filtre,
o hallara en su chalupa o en su isla
un papel y una birome que escribiera.

Qué náufrago contara con la calma
de confiarse al azar más absoluto
esperar luego de haber vaciado
la última botella de su sed.

No es un lugar seguro para los mensajes,
una botella al mar: mito improbable,
un poema de amor en vez de amar.
Escribir es como vivir en una tumba.

4.6/5 (66 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

2 Comentarios
Antiguos
Recientes Más votados
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios
Gabriel Hernández
Gabriel Hernández
1 día hace

Qué clase de sentimientos, emociones, de huesos y colores se empapa la poesía que riega la vida?
En estás décadas que vivimos, casi siempre he de saciar mis supiros y latidos, la huella de mis pasos se hunde en la fresca agua de casi un siglo.
¿Qué estáis plantando?

Hugo D. Bárzena Granja
Hugo D. Bárzena Granja
1 día hace

Me ha encantado, por un momento estuve en mi país, en mi niñez, en mi lugar favorito, en mis risas y en mis lloros, es increíble como viaja uno con el pensamiento, mi nacer fue en Lanús, pero soy también de Valentín Alsina, de Avellaneda, de La Boca, de todo lo recorrido por Argentina, por un momento se me puso la carne de gallina en algunos de los leídos, estoy ahora muy lejos pero a la vez muy cerca gracias a usted.