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13 poemas de Jeymer Gamboa

Foto: Ayerim Villanueva.

Jeymer Gamboa es un diseñador, editor y poeta nacido en Santa Cruz de León, San José, Costa Rica, en 1980. Ha publicado libros de poesía como Días ordinarios (Pre-Textos, Valencia, 2011), Nuestra película de las vacaciones (Ediciones Liliputienses, 2014), La insistencia de la luz (Neutrinos, 2015), Un proyecto de futuro (Neutrinos, 2016), El desplazamiento circunstancial o Jardín (Ediciones Liliputienses, 2024). Obtuvo el XI Premio Internacional de poesía Emilio Prados (Diputación de Málaga, España). Estudió periodismo y producción audiovisual en la Universidad de Costa Rica. Ha dirigido numerosos documentales, videoinstalaciones y cortometrajes experimentales que se han exhibido en festivales y muestras internacionales, entre los que se destacan Rastros (2010), Extinciones (2012) e Imaginario (2013). En Argentina codirigió la revista trimestral de poesía Campotraviesa. Está vinculado en la gestión de distintos proyectos culturales como la librería Patio abierto, la feria de arte impreso Relato y el Taller infinito de escritura. También dirige distintos espacios y ciclos de música experimental. Los fines de semana suele viajar al pueblo natal con su hijo Florián y a veces escribe sobre esos viajes.

***

La paternidad me devolvió a los poemas cortos

Una mañana de sol
te vi recorrer el perímetro
de la cancha de básquet
con una bolsa de supermercado.
Estabas intentando
atrapar el viento, encerrarlo,
para que dejara de alborotarnos el pelo.

Cuando estabas recién nacido
tu madre decía que tu llanto
sonaba como una impresora.

Ayer te metiste por primera vez en un río.
Después ya no querías salir más.
Te tomé de la mano
mientras el viento nos alborotaba el pelo.
Ya no recuerdo cómo era tu llanto de recién nacido.
En mi cabeza siempre suena una impresora.
De repente, en el río, dijiste: si hay agua, no hay dolor.
Te referías a caídas físicas.
Te referías a caídas físicas.

***

Rayos X

Los juguetes que compro para mi hijo
en realidad los compro para mí.
Ahora meto en la lavadora
una prenda para bebé de tres meses.
Ahora saco el pantaloncito de un niño de tres años.
Me duelen las cervicales
y me mandan a hacer unas placas.
Cargo ilusiones y una conversación
que no he tenido con mi padre.
Mi hijo pregunta: cuando vos eras un bebé,
¿yo era el que te cuidaba?

***

Ventana de la cocina

Tintinean los frascos de especias
cuando pasa el tren hacia el oeste.

Los pájaros bajan al patio
y mi hijo regresa con su traducción.

Es época de cases que se revientan
contra el piso como cabezas confusas.

La ropa en el tendedero no logra secarse
y se ve exhausta.

En el rincón de lirios amarillos
la luz quedó atrapada en una telaraña.

Pasa el tren y no entiendo
si este temblor en el cuerpo
viene de afuera o de adentro.

***

No el símbolo sino el escenario al que nos lleva este pavimento: la insistencia del pueblo natal

Hay que estar rápido de reflejos
el domingo en la noche
al bajar del cerro lleno de neblina.
Luces altas que golpean de frente
en una curva.
Animales que se arriesgan a cruzar
la carretera y ser aplastados.
Desde el asiento trasero llega
la voz firme de mi hijo:
quiero que tu cuerpo sea igual
que el de mi mamá.

***

La luz en las fotos de los ochenta

Un domingo entrás
en una de las habitaciones de la casa natal
y sorprendés a tu padre revisando
el álbum de fotos familiar.
La luz que entra por la ventana
es como la luz en las fotos de los ochenta.
Salís en marcha atrás, sin decir nada,
y cerrás la puerta con vergüenza
como si lo hubieras visto desnudo.

Otro domingo, en esa misma habitación,
abre la puerta tu hijo de tres años
y te sorprende garabateando algo.
¿Qué estás haciendo?
Escribo en mi cuaderno.
¿Qué estás escribiendo?
Escribo sobre cosas que irradian belleza y dolor
al mismo tiempo.
¿Son cosas raras?
Tienen ese tipo de luz.
¿Por qué se llama cuaderno?

***

Perchas

La poesía no va a reparar esta relación.
Ni los otros electrodomésticos
dañados.
Lo que en verdad aterroriza
es abrir el ropero
y ver tantas perchas sin nada.

***

Desde San José de Tapachula

Una foto a través de la ventanilla del autobús:
señoras de piernas duras
pedalean sus bicicletas bajo el calor,
seguidas por perros famélicos
entre nubes de polvo y naranjos calcinados.

Sé que esto no es cierto:

la valla que promete el alivio de la sed
con una gaseosa descontinuada

y la gasolinera Texaco donde hay
zopilotes color petróleo sobrevolando
la osamenta de una vaca.

El cielo es la sábana de hotel
donde dormiste anoche
y el sol un espejo roto.

Vos con la cabeza recostaba en mi hombro
sonreías cuando señalaba en el mapa las fronteras
que quedaron atrás
y sien embargo querías llorar, desterrarte en la aridez del paisaje.

Cinco puestos de control migratorio, ida y vuelta,
son una prueba de resistencia a esta relación.

Más de 2000 km para bordear
la ilusión de un viaje juntos.

***

Para leer de pie en el bus de Moravia

De consolación queda el recuerdo
de playas a las que nunca fuimos
y la reflexión estimulada
por los rayos catódicos:
la gente baila porque la vida apesta.

Antes de dormir algunas preguntas
para el senderismo mental:

¿Cuánto tarda en pudrirse una relación?
¿Y si regreso a esa escena mal doblada?

De afuera llego el ruido de una escoba
barriendo el cerebro como si fuera una calle.

***

Nadar las mismas profundidades que vos

El corazón es un cartel de neón:
las palpitaciones de su luz defectuosa,
en la ruta, bajo la lluvia delgada de un recuerdo,
anuncia que todas las cosas que amamos
ahora pelean en contra

y un cartel de neón también es un atardecer
frente al parabrisas del carro
donde escuchamos una canción
que habla de lo difícil que es nadar
las mismas profundidades que vos.

Así avanzaos por las aguas
de la avenida segunda
sin ir a ninguna parte.

Con las vueltas que le dimos
a las diez cuadras que componen la capital
ya habríamos viajado
a un sitio donde no se juzgue a la gente
por sus derrotas.

Hacer un alto es hacerse una pregunta:
¿Cuántos kilómetros faltan
para llegar a entendernos?

La luz mala del atardecer en los careles,
manchas de neón sobre los charcos
donde flota el corazón,
el recuerdo de las cosas que quisimos
vistas a través del parabrisas,
sus golpes acumulados en el rostro
de nuestras peleas perdidas.

La canción que antes nos gustaba
ahora habla de otra cosa.

***

Apolonio Gamboa

¿La puesta de sol número 24930
vista por mi abuelo sentado en la entrada de su casa,
jarro de café en mano,
después de regar las plantas,
es un fenómeno físico o de percepción?

¿Regar las plantas
es el consuelo de algo?

***

Juguetes de la naturaleza

En mi pueblo
soy la quinta generación
de una descendencia de hombres
que desde finales de siglo 19
se han dedicado
a endurecer sus corazones
con herramientas de campo, rencor y silencio.
Le voy a regalar a mi hijo
esas cinco piedritas para que juegue.

***

Objetos que resplandecen en mi mano

En las mañanas,
cuando me preparo para salir a correr,
a veces encuentro elementos extraños
en el interior de mis zapatos
o en los bolsillos del pantalón.
Piedritas, flores, muñequitos.
Una galleta a medio morder.
Los introduce mi hijo
sin que me percate.
Mi hijo también me introduce frases
en la cabeza:
¿Sabías que a los pájaros se
les traba las alas
cuando se ponen a pensar?
Casi siempre descubro sus talismanes
cuando ya se ha ido
al jardín o a su otra casa.
Pienso que es su forma telepática de saludarme.
Su forma de reírse a distancia
mientras junta sus manitos
a la altura del ombligo
durante mi trote de cinco kilómetros.

***

Pensamientos del corredor de larga distancia

Después de que me fui de la casa,
esto fue hace unos diez años,
por alguna razón, si la hay,
mi papá comenzó a hacer una hora diaria de ejercicio.

Compró una bicicleta estática, caminadora de cinta, pesas
y ropa deportiva.

Luego salió a correr todas las mañanas y desde entonces,
en la oscuridad de la madrugada, se puede escuchar su trote
sobre las calles de grava del pueblo.

Este año empezó a competir en maratones
y ha convencido a algunos vecinos para que lo acompañen
a recorrer largas distancias.

En nuestras breves y esporádicas conversaciones telefónicas
a veces me cuenta entusiasmado de estas competencias:
un esbozo del paisaje que arrancan sus ojos mientras corre,
el tiempo realizado durante una carrera
o las dificultades que impone el clima y el terreno al corredor.

Ayer me dijo que entró a la meta  en el puesto 32
de la categoría veteranos en la media maratón de La Paz.

Una hora con treinta y siete minutos.

Después nos quedamos en silencio
y le dije que debía colgar.

Pensé en su silueta recortada por la luz del amanecer,
corriendo a paso firme por montañas azules,
en el sonido de su respiración en la brisa helada
como una canción de fondo para sus pensamientos

y se me ocurrió que sale a correr todas las mañanas
para acortar la distancia que hay entre nosotros.

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Aguijón
Aguijón
2 meses hace

Está al nivel del premio nacional de poesía…
Que sea costarricense no es ningún impedimento…
Pero claro ésta persona no escribe en gallego y eso le quita puntos…

Juany Arias
Juany Arias
2 meses hace

En cuanto entré en el mundo de la poesía pensé en que todo debía de ser complicado por su estructura, analizando estos ingredientes tan necesarios en la simpleza de la vida me empezó a gustar lo que creemos por comentario social, algo mediocre.

Bravo al señor Gamboa por otorgar poemas tan ricos en cotidianeidad y honestidad.

Última edición 2 meses hace por Juany Arias
Guido F. Castellanos
Guido F. Castellanos
2 meses hace

¿Cuántos poemas escritos en verso libre o tipográficos (prosa imitando ópticamente el verso) recuerda usted? Casi toda la poesía se ha empobrecido a tal punto que ya no le dice nada a nadie. Hace tiempo todas las artes han venido trazando una espiral descendente y la poesía no ha sido una excepción. Los que escriben poesía tienen la culpa de que la poesía haya perdido su importancia y se haya convertido en muchos casos en cuestión de iniciados. En fin, la eficacia de un poema no radica en el tema que se escoge sino en la manera de abordarlo.
GFC