Carlos Edmundo de Ory fue un poeta, ensayista, aforista, epigramista y traductor nacido en Cádiz en 1923. Considerado el principal representante del postismo, es uno de los autores más heterodoxos, vanguardistas y discrepantes de la segunda mitad del siglo XX. Estaba especialmente dotado para la escritura incisiva. Para Ory, el de su cuaderno íntimo fue un espacio propicio para la experimentación pura, sin finalidad inmediata, a modo de indagación espiritual y verbal.
En sus diarios abundan los apuntes precisos, sin ánimo de conmocionar a quien va a recepcionarlos, donde el lector tiene ocasión de asistir al espectáculo de un cerebro en plena efervescencia ante el papel. Algunas de sus obras más destacadas son Los sonetos (Tauros, 1963), Metanoia (Cátedra, 1978), Miserable ternura. Cabaña (Hiperión, 1981), Aerolitos (Observatorio, 1985) y Música de lobo (Antología poética 1941-2001) (Galaxia Gutenberg, 2003).
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Los pájaros son pensamientos perfectos.
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Sabiduría es no saber nada y estar quieto en el ser.
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Vivir realmente es vivir lo desconocido.
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Tocar el fondo. Sin dominar, dejarse dominar por la profundidad.
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Silencio-Soledad-Sosiego. Las tres palabras, las tres eses mayores.
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Todo el mundo es poeta. A mí que no me metan en el montón. Yo me aíslo.
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Huyo del revoltijo. Busco las obras de solistas.
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Soy un patriota de la patria desconocida.
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Escribir corto, impensado, instantáneo, un guiño, un no sé qué que queda en el papel.
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El fin está en el centro.
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Ser elíptico, discontinio. Saltos, digresiones. Decir lo indecible: balbucir.
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La risa no cumple años.
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Mi hogar es la patria sin puertas.
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Ningún amor se inventa, como tampoco ningún dolor.
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Las manos son dichosas llegando sin llegar.
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