Nicola Vacca es un columnista, aforista y crítico literario nacido en Gioia del Colle, Italia, en 1963. Se graduó en Derecho. Colabora con distintas suplementos culturales, diarios, revistas y medios digitales. Realiza también una intensa actividad como promotor cultural, organizando presentaciones y eventos relacionados con el mundo de la poesía contemporánea. Dirige la revista Zona di disagio. Ha publicado, entre otros, los siguientes títulos: Nel bene e nel male (Schena, 1994), Frutto della passione (Manni, 2000), La grazia di un pensiero (Pellicani 2002), Serena musica segreta (Manni, 2003), Civiltà delle anime (Book editore, 2004), Incursioni nell’apparenza (Sergio Zavoli, Manni 2006), Ti ho dato tutte le stagioni (Manni 2007), Frecce e pugnali (Edizioni Il Foglio, 2008), Esperienza degli affanni (Edizioni il Foglio, 2009), Almeno un grammo di salvezza (Edizioni Il Foglio, 2011), Mattanza dell’incanto (Manzoni, Marco Saya edizioni, 2013), Luce nera (Marco Saya edizioni, 2015, Premio Camaiore 2016), Vite colme di versi (Galaad edizioni, 2016), Commedia Ubriaca (Marco Saya, 2017), Lettere a Cioran (Galaad edizioni, 2017), Tutti i nomi di un padre (L’ArgoLibro editore, 2019), Non dare la corda ai giocattoli (Marco Saya edizioni, 2019) y Arrivano parole dal jazz (Oltre Edizioni, 2020). Las traducciones de los textos seleccionados son de Hiram Barrios.
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La única manera de sobrevivir a la realidad es escribiendo sobre ella.
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Nunca salgo del apartamento sin haber leído los diarios de la mañana. Soy muy celoso de mi estatus de pesimista bien informado.
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Estar incómodos es el camino más corto para llegar al corazón.
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¿Para qué sirve Dios si ni siquiera los trenes llegan a tiempo?
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No tengo la sabiduría del profeta. No tengo siquiera la tranquilidad del creyente. Me conformo con las inquietudes del que piensa.
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“En el colmo de la desesperación, ninguno tiene derecho a dormir”.
Cuando leo a Cioran me doy cuenta de que tengo una salida.
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Uno sobrevive más allá de sus posibilidades. Así comenzó la extinción de la especie.
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El aforismo, con pocas palabras, apuñala la vida. En ese momento entendemos que solo nos salvará la agonía.
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Todo lo que humanamente se podía hacer y decir no se ha hecho ni dicho.
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El vacío es la única tragedia que da una sensación de plenitud.
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El desencanto es un estado de alerta. La oscuridad que anida tras el lado de la sombra se revela frente a la ferocidad de los tiempos teledirigidos por los profetas de la nada que prometen a todos la utopía de la fácil felicidad.
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El bien es oscuro porque el mal es claro.
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Hay modos de amar que incitan al desamor.
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“Realmente debimos de haber cometido delitos que nos ha hecho malditos si hemos podido perder toda la poesía del universo”. (Simone Weil)
No he leído palabras más verdaderas sobre la decadencia, la conciencia del mal y la muerte de la belleza. Nuestra agonía se encuentra en un estado de coma irreversible.
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Escribir en contra, como si hubiera siempre un enemigo por abatir.
Para entender bien de qué lado estar es necesario quitarse ya la máscara y orientar las propias convicciones, no tener nunca miedo de expresar las opiniones propias. Vivimos, cada vez más, en una comunidad incolora de almas muertas que no tienen ninguna intención de salir a la luz y aman confundirse fácilmente con la ambigüedad del pensamiento único que hace a todos iguales, por tanto, en perfecta sintonía con lo políticamente correcto. Es cómodo sentirse un anónimo entre tantos anónimos. Escribo en contra para reivindicar mi derecho a la diferencia.
Maravillosos aforismos