Tirso Priscilo Vallecillos es un aforista, poeta y narrador nacido en Motril, Granada, en 1972. Diplomado en Ciencias Humanas, filólogo (por las especialidades de Románicas e Hispánicas), antropólogo y máster en Escritura Creativa (Premio extraordinario), vive en Sevilla, donde trabaja como profesor y asesor de formación. Combina estas actividades con la escritura y la impartición de conferencias, cursos y talleres sobre creatividad, competencia comunicativa y docencia, teatro paranoia y escritura. Algunos de sus textos aparecen en revistas, blogs y antologías. En poesía ha publicado libros como Subway (Ediciones en huida, 2015), Viejos (Huerga y Fierro, 2018) y Los feroces años veinte (Huerga y Fierro, 2012); también ha publicado el libro de relatos Libro de Cocina Tradicional Caníbal (Ediciones en Huida, 2016), la novela El discurso (Baile del Sol, 2019), el álbum infantil El niño de los zapatos rojos, traducido al inglés, (A Fortiori, 2020) y el libro de aforismos Homo pokémons (Trea, 2017). Próximamente verá la luz su segundo libro de este género, Breve catálogo de autoridades en el arte del aliento, malaliento y otras exhalaciones poéticas.
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La inspiración no es más que una buena marca en una mente muy entrenada.
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Algunas personas no son un mundo sino un patio interior.
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A los niños del sofá ¿quién les pixela la tele?
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Dos no discuten… Si uno la chupa.
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Las personas que siempre hablan de los demás son magníficas autorretratistas.
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La felicidad es como los trajes de gala: la gente te mira raro si la llevas siempre puesta.
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El primero en morir es el que dispara.
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Me enfrento al mundo con un lápiz muy afilado; parece ingenuo, pero así nadie ve mi arma.
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No hay acontecimiento que convierta con más rapidez a un adulto en niño y a un niño en adulto que la muerte de un padre.
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Los principios son como las casettes de las gasolineras: cuando los vemos nos arrancan una sonrisa entre nostálgica e irónica.
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Tenemos doscientos seis huesos, en ocasiones insuficientes como para mantenernos con dignidad.
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El sistema inmunológico del hombre se llama hacerse el tonto.
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Decir que el tiempo lo cura todo es un magnífico epitafio existencialista del que, con gran optimismo, nos apropiamos en algún momento.
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La verdad os hará… liebres (en coto de caza).
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Dios aprieta… Pero no existe.
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