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15 poemas de Martha Kornblith

Foto: Guillermo de Yavorski.

Martha Kornblith fue una poeta nacida en Lima, Perú, en 1959, pero que vivió la mayor parte de su vida en Caracas, Venezuela. Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Central de Venezuela, cursó estudios en la Escuela de Letras de la misma universidad. Participó en varios talleres de creación literaria coordinados por lda Gramcko, Armando Rojas Guardia, Rafael Arráiz Lucca. Fue miembro del grupo literario Eclepsidra y miembro fundador del Grupo Editorial Eclepsidra. Publicó Oraciones para un dios ausente (Monte Ávila Editores, 1995) y, póstumamente, El perdedor se lo lleva todo (Fondo Editorial Pequeña Venecia, 1997) y Sesión de endodoncia (Grupo Editorial Eclepsidra, 1997). Poemas suyos han sido incluidos en antologías nacionales e internacionales, entre ellas: Vitrales de Alejandría. Antología. Grupo Eclepsidra (1994), El turno y la transición. Antología de la poesía latinoamericana del siglo XXI de Julio Ortega (México, 1997), El hilo de la voz de Ana Teresa Torres y Yolanda Pantin (2003), Perfiles de la noche: mujeres poetas de Venezuela, edición bilingüe español-inglés, de Rowena Hill (2006) o Navegación de tres siglos. (Antología básica de la poesía venezolana 1826 / 2002) de Joaquín Marta Sosa (2003, 2013). El 29 de mayo de 1997 se suicidó en Caracas arrojándose por la ventana de un quinto piso. Su Obra completa fue reeditada y publicada por la Editorial Eclepsidra en el año 2016.

***

Por eso dedicamos nuestros libros
a los muertos.
Porque tenemos la vana convicción
de que nos escuchan.
Nosotros, cómplices de oficios
menos inocentes,
creemos que seremos dioses
en otros mundos
porque pensamos que la felicidad
es la distancia del milagro
cuando soñamos con una palabra,
cuando vemos alzarse los aviones.

***

Mi primer síntoma
fue callar la protesta.
Sólo hubo tardes
de presencias inútiles.
Asistir a la hora exacta
para ahogarme
en silencios no descifrados.
Si no pudieron los expertos
quién hará hablar a la renuncia.
Las luces de neón en el camino
dicen más de mi ruina cotidiana.
Desde entonces
he dejado de merodear
en el pasado.

***

No hay nada que me duela más
que el dolor de mis padres
por sus padres muertos.
Cuando brindan calladamente en su memoria,
en un almuerzo frente a su niña linda viva.
Cuando mi mamá le lleva flores
a su mamá en el cementerio.
Yo me veo frente a su tumba
llorando algún día.
Porque ya no la tengo,
y ella ya no tiene a su niña linda.
Me acordaré que me contaba
cuentos sobre su mamá que a mí me aburrían
como una forma de dejar un atisbo
de su memoria.
Yo estaré alerta de rescatar que:
a mi papá de niño sólo le podían dar un penny
para ir a jugar a
Coney Island.
Que mi mamá se estrujó toda la vida
entre sentimientos de culpa
porque en su época no existía
el confort de los psiquiatras.

***

Mi madre me entendía.
Conservo de ella su libreta.
Ningún teléfono al que llamar
una huella de su herida.

***

Mientras sólo
nos observan de reojo,
nos acusan de irrealistas delirantes
y naufragamos
en las lavadoras.
¿Sobreviviremos
al sopor de las cocinas,
a la puntualidad de los recibos?
Seremos
personas cotidianas,
sólo cotidianas
pero no acudiremos a la cita.
Fingiremos morir.

***

Sería fatal decir
que el tiempo lo dirá,
el tiempo es mudo
como tus cosas
que no me hablan.

***

¿Nunca se acabará este insistente tono ladrillo:
la tediosa carretera que conduce
a otro sándwich artificial?
Quizás cuando se abran
las tontas luces de Orlando City
y los turistas consuman su último dólar.
Jamás habrá un accidente en la sonrisa
que religiosamente desea un buen día.
En todos los recodos del camino
convergirá la misma canción:
Nena, tu fuego me quema,
mientras el sol ahuyenta a cada próxima gasolinera.
Tan reacio
todo.

***

Busco el amor
en la canción
busco el amor
allí donde termina
la historia.
Busco el amor
en todo lo que no soy
en todo lo que no puedo.

***

Me enamoré en diciembre
en el mediodía del lejano oeste americano
cuando, sin sospecharlo,
hilaba sueños a lo Virginia Woolf.
Si no hubiera sido por su prisa
de precoz hombre de negocios
que quería gerenciar hoteles con casinos
hubiéramos recorrido el Gran Canyon
el silencio de Nevada
pero el tiempo se disipó
como una burbuja de champagne.
He vuelto
y la ciudad es un almirante que regresa a su navío
sílabas que se deshacen
en un poniente de luces.

***

Saga de la Familia

En todas las casas
siempre habitará un poeta
con una hermana (que no es poeta)
que le dirá
que escriba una biografía
sobre su familia.
En todas las casas
habitará una poeta
—loca además—
como aquellas que sostienen
a duras penas
sus propias biografías desdeñables:
Ellas avizoran pasados autistas
mujeres que dicen palabras soeces
dan tumbos a medianoche.
En todas las casas
habitará un primo lejano
—que vive en otro país—
y que busca (en inglés)
la génesis de la familia.
Conoció, hace años,
a esta pariente esquizoide
(tan callada, tan lejana —dijo—)
(«So quiet, So withdraw»).
No la reconoció en su última foto.
(«lucía tan diferente»)
(«She looked so different,
so atractive, so outlocket»)

En todas las casas
habitará una hermana poeta
—loca además—
que busca su propia desdeñable
génesis
(aquella que ya conocemos).
En todas las casas
habitará una hermana
que le pedirá a su hermana poeta
que escriba la historia
de la familia.
Esta poeta (loca de la casa)
pasará a formar parte de esta saga
el día en que deje el teléfono desconectado
en el filo de la madrugada.

***

(Sesión de endodoncia)

Hay un dentista
que desde hace dos semanas
conoce cada partícula de
mis dientes.
Hay un dentista
de ojos azules
sonrisa amplia
y dientes perfectos.
Hay un dentista
que habla en argot de dentista:
resinas, impresiones,
tratamientos de conducto,
coronas.
Hay un dentista,
dulce como hombre,
severo como dentista
que recuerdo cada vez
que cepillo mis dientes
que me despide después de
mi sesión de endodoncia
y yo me voy
con mis labios
anestesiados
para no sonreír nunca más.

***

Cuando caiga el gobierno
estaré habitualmente sola.
Como habré pospuesto
las compras
—como es habitual—
de tanto usar el tiempo
para imaginarte,
mi despensa andará
vacía
y deambularé sin un
grano de pan,
ni parientes, sola.
Seré una mujer en un
país en guerra
que piensa en ti
habitualmente
—sola—

***

Y si el poema
no fuese
mero ejercicio de vanidad
vana soberbia.
Y si el poema fuese
flecha que alcanzara
al asesino de poetas,
y si el poema fuses
papel que secara las
lágrimas
en las horas de más dolor.

***

Adiós, poema, adiós
he tratado de explicarme el cielo
he bailado con un poeta
en noches ebrias.
Adiós, poema, adiós.

Nunca más seré poeta
nunca más seré poeta.

***

Poema por la falta de mi Madre

Madre
ahora que tu espíritu
ya no recorre esta casa
que además ya no es la tuya
porque ahora el resentimiento
se mide en metros cuadrados
y jugamos a la herencia
como chivos expiatorios
esperando ansiosamente
la hora del monopolio.
Madre
ahora que ya no soporto
el desorden de las mañanas
la rigidez de los desayunos sola
sola, cuando no encuentro los pares
de las medias
y mis camisas están arrugadas
sola, cuando sólo hay agua fría
en el calentador
sola, cuando nos acompañábamos
con inocencia los sábados por la tarde
y que ahora parecen tan ajenos.
Madre
he de confesarte que además de
haber enterrado a la muñeca
no he cumplido con tus aspiraciones
de buena ama de casa, madre de hogar,
hijos, nietos, etc.
que me convertí en poeta
que es lo mismo que decir
en poeta suicida
y que por eso
juego y seduzco a la muerte
todas las noches.
Madre,
he de confesarte
que sola
ahora, apenas
persigo cucarachas
persigo cucarachas
persigo cucarachas
persigo cucarachas

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Lucas
1 año hace

RIP es buena dice cosas interesantes un primo mio también buscaba quizas su madre tenía menor nivel intelectual qui lo sá ai dot nou quizas hay poetas que se ofendan si se les pregunta que quiere decir pero hay imágenes poéticas interesantes si es que son imágenes poéticas mi madre me entendía eso es pura poesia poesía pura RIP no sé por qué el hermano de mauro z se empecina en llamar maldito a charles baudelaire bendito poeta escribió conducen mis pasos por la ruta de lo bello es como una plegaria como un padre nuestro de la poesía la antorcha viviente