Antonio Machado fue un poeta nacido en Sevilla en 1875 y el representante más joven de la conocida como generación del 98. Está considerado como uno de los poetas esenciales del siglo XX. Criado en el seno de una familia liberal, dedicó su vida a la enseñanza en Soria, Baeza, Segovia y Madrid; y a la poesía, siendo un maestro de acción que creía en la cultura como elemento transformador de la sociedad. Sus Poesías completas constan de tres libros: Soledades, galerías y otros poemas (1907), Campos de Castilla (1912) y Nuevas canciones (1924), a los que se suman los poemas apócrifos de los heterónimos en sucesivas ediciones. Además de poeta singular, Machado es un prosista muy sugerente y, salvo algunos artículos críticos de juventud, su obra en prosa comprende las meditaciones del poeta y retórico Abel Martín, además de las sentencias y donaires del socarrón Juan de Mairena. Fue uno de los alumnos distinguidos de la Institución Libre de Enseñanza (ILE) con cuyos ideales, asociados a la Segunda República Española, a la Misiones Pedagógicas y a la profunda reforma educativa y cultural que esta acometió, estuvo siempre comprometido. Murió en el exilio en Collioure, Francia, en 1939. En 2010 la Editorial Renacimiento publicó el libro Sentencias Y Donaires, editado por Manuel Neila y en el que la prosa machadiana prolonga, en forma aforística, la sabiduría popular que afloraba en sus proverbios y cantares.
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Nuestras horas son minutos
cuando esperamos saber,
y siglos cuando sabemos
lo que se puede aprender.
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Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.
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¿Dices que nada se crea?
No te importe, con el barro
de la tierra, haz una copa
para que beba tu hermano.
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¿Dices que nada se crea?
Alfarero, a tus cacharros.
Haz tu copa y no te importe
si no puedes hacer barro.
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Bueno es saber que los vasos
no sirven para beber;
lo malo es que no sabemos
para qué sirve la sed.
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–Nuestro español bosteza.
¿Es hambre? ¿Sueño? ¿Hastío?
Doctor, ¿tendrá el estómago vacío?
–El vacío es más bien en la cabeza.
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Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.
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No es el yo fundamental
el que busca el poeta,
sino el tú esencial.
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Más el doctor no sabía
que hoy es siempre todavía.
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Claro es que en el campo de la acción política,
el más superficial y aparente, sólo triunfa quien pone
la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que
sople el aire donde pone la vela.
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–El hombre ha venido al mundo a pelear. Es uno
de los dogmas esencialmente paganos de nuestro
siglo –decía Juan de Mairena a sus discípulos.
–¿Y si vuelve el Cristo, maestro?
–Ah, entonces se armaría la de Dios es Cristo.
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Huid de escenarios, púlpitos, plataformas y pedestales.
Nunca perdáis contacto con el suelo; porque solo así
tendréis una idea aproximada de vuestra estatura.
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El escepticismo de los poetas suele ser el más hondo
y el más difícil de refutar. Ellos nos engañan casi
siempre con su afición a los superlativos.
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Mas no por ellos deis en profetas, a la manera
también usuaria de los prestamistas, que ven
el futuro para comprarlo por menos de lo que vale.
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De los diarios íntimos decía mi maestro que nada
le parecía menos íntimo que esos diarios.
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