«Un visitante no se detiene más que diecisiete segundos a mirar un cuadro. Diecisiete segundos de media. Nos lo dijo una guía del Metropolitan Museum of Art de Nueva York. Hay estudios sobre ello. Ese es el tiempo que podemos dedicar a una obra de arte en estos tiempos desquiciados. Si lo pensamos, el ritmo de la poesía es muy distinto. La poesía es detener el tiempo, la poesía es la mirada, es poner atención a lo que va a desaparecer. Contemplar las cosas, pensar que han estado ahí antes, y que probablemente seguirán en el mismo lugar más adelante. Este libro recoge poemas escritos durante diecisiete años, entre 2002 y 2019. Diecisiete años tan largos como diecisiete segundos».
La publicación del poemario Bitartean heldu eskutik (Mientras tanto cógeme la mano, Visor) en 2001 marcó a toda una generación de poetas y lectores. Supuso una «revolución tranquila en la poesía vasca» según la crítica. Ahora, Kirmen Uribe (Ondarroa, Bizkaia, 1970) vuelve con una nueva colección de poemas, un libro en cuya escritura ha invertido diecisiete años. Uribe obtuvo el Premio Nacional de Narrativa en 2009 por su primera novela Bilbao-New York-Bilbao, y es un autor ampliamente traducido. Sus poemas han aparecido en revistas como The New Yorker, Pen America o Little Star. Ahora mismo vive en Nueva York, ciudad a la que se desplazó tras obtener la prestigiosa beca de creación Cullman de la Biblioteca Pública de Nueva York.
Zenda adelanta 5 poemas de 17 segundos, poemario editado por Visor.
***
Falsa acacia
Una fría tarde de marzo,
los jardineros hicieron bien su trabajo.
Podaron las acacias, se llevaron los recortes.
Caminamos entre los árboles tullidos.
Nubes de aluminio,
materia negra en el escáner.
Hasta hace poco, pienso, las ramas
estaban unidas a los árboles. Ya no sabes
quererme, piensas tú.
La culpa nunca es de uno solo.
Es el invierno,
que se resiste a dejarnos.
***
Oculta
Under my window, a clean rasping sound
When the spade sinks into gravelly ground:
My father, digging. I look down
Seamus Heaney
Mi madre suele estar oculta siempre que voy a visitarla.
Suele estar en el garaje, o en el desván,
o dando un paseo por el monte con los perros.
Yo la llamo en voz alta
y, por un momento, me estremezco
esperando a oír su voz.
Mi madre no me deja entrar en casa de inmediato.
Me agarra del brazo y me lleva hacia el huerto.
Como siempre, me pregunta: «¿Qué ha cambiado?».
«Qué sé yo…», le contesto para ganar tiempo,
mientras al mismo tiempo miro y remiro,
por todas partes, qué será lo que está distinto.
Suele ser que ha podado las rosas,
o que ha pintado de blanco la caseta del perro.
Para ella, el trabajo de una semana;
para mí, un momento de atención.
Mi madre, nacida en los años del hambre, aquella niña
que, cuando llovía, se quedaba en casa sin ir a la escuela,
porque sin zapatos adecuados podía enfermar.
Por eso, toda la vida le han gustado los cambios
a aquella mujer que, de joven, quiso
transformar la sociedad de arriba abajo.
De aquella generación que, en los tiempos más oscuros
y a escondidas, conservó la lengua vasca.
al fin, me deja entrar en casa,
y hace que se regrese a la infancia
mediante el sabor de sus platos, y porque
es la única que aplaca mis temores.
Al despedirnos me dice que la próxima vez
no me olvide de llevarle un libro, que no hay libros nuevos
en la estantería, y está cansada de releer los que hay.
Subo al coche y considero la pregunta de mi madre:
«¿Qué ha cambiado?», esos crueles cambios que,
como las arrugas, aparecen sin que nos demos cuenta.
Será que últimamente la veo más cansada,
será que también yo estoy cada vez más solo.
Yo no quiero que nada cambie.
Querría seguir siempre visitando a mi madre,
e intentar acertar su adivinanza,
tomados del brazo y caminando por la huerta.
***
La mujer del parque Madison
Juegan los niños en el parque Madison.
Payasos, marionetas, color.
Sueñan los padres con el futuro de sus hijos.
Todo es posible, tú llegarás lejos.
Lo piensan mientras se comen un perrito caliente.
Pero hay una mujer que busca en la basura.
Recoge la comida que otros tiraron,
le pone kétchup y se la come.
Puede que sus padres, en otro tiempo, soñaran
que, en el futuro, todo sería posible.
***
No demos las cosas por sentado
No demos las cosas
por sentado.
Hubo una generación a la que no administraron
la vacuna contra el sarampión.
Creían que la enfermedad estaba del todo erradicada,
y ahora ha vuelto a aparecer.
No demos por sentada
la igualdad,
no creamos que los hombres hemos dominado
al macho que llevamos dentro.
El racismo, la homofobia, el supremacismo,
todo eso, todos esos males
que son peores que el sarampión,
no necesitan nada para crecer desde cero
y extenderse con rapidez entre nosotros.
No hay que dar nada por sentado.
Únicamente que somos personas,
más de siete mil millones,
cada uno con su vida, su origen y sus lenguas,
y que tenemos que llevarnos bien.
Todos, cada individuo
y la tierra que nos acoge.
Creímos que la enfermedad estaba del todo erradicada,
y ahora ha vuelto a aparecer.
***
A mi hija
Tras la lectura del poema «If»
escrito por Rudyard Kipling a su hijo.
Si tuviera la llave de tu corazón,
te diría:
No dejes que nadie se considere superior a ti,
y mucho menos si se trata de un hombre.
Conserva siempre tu dignidad.
No olvides que es su buen trabajo
lo que hace digna a una persona.
Ten tu oficio, para no depender de nadie.
No te fíes del poder: te utilizará.
Estate al lado de los que menos tienen.
Sé ingenua, los más sencillos sueños han cambiado el mundo.
En cualquier caso, ten en cuenta
que la más hermosa idea no tiene sentido
si para llevarla a cabo hay que reprimir a alguien.
Si hallara las palabras apropiadas,
te diría:
Deja vivir,
cada cual tiene sus opiniones y sus vivencias,
respétalas aunque te parezcan contrarias a ti.
Ayuda a quien lo necesite,
abre tu casa al extraño sin dudarlo.
Respeta a los incrédulos y a los creyentes
y respeta su fe.
Cuida tu lengua.
Piensa que no es solo nuestra,
que es un tesoro
que pertenece a todos.
Si encontrara el momento oportuno,
te diría:
No pienses nunca que no hay nada que hacer,
casi siempre hay alguna salida.
Y si no la hubiera, acéptalo así.
A veces, también perdiendo se gana.
Acepta la vida, así como la muerte.
Comprender la muerte
es el más difícil de nuestros quehaceres.
No cierres la puerta al placer y a la felicidad.
Ama siempre a la persona.
La piel siempre crece hermosa,
sea de un hombre o de una mujer.
Cumple tus caprichos.
Si tuviera el valor para hacerlo,
te diría:
Si lo deseas, sé madre,
tus niños te enseñarán a ser humilde.
Y si no los tuvieras, goza de la vida en su plenitud.
Ama los bosques y las ciudades.
Permanece abierta a todas las críticas, sin prejuicios.
Si tienes miedo, acepta tu miedo.
Si estás triste, estate triste.
No tenemos por qué estar siempre
felices ni ser siempre valientes.
Oye a quien tengas a tu lado.
Oye a los jóvenes, oye a los ancianos.
Querida hija:
Muéstrate tal como eres.
Di lo que piensas, aunque
disgustes a tu prójimo. aprende de los errores.
No temas hacer mal las cosas.
Quien lo hace todo bien es altivo y ciego.
Busca la belleza de los días que pasan.
Profundamente, pero sin prisa.
Aprende a alargar el tiempo,
poniendo atención a las cosas pequeñas.
Haz tu camino, tú eres el centro.
Intenta cumplir tus sueños, y no dejes
que nadie te los estropee.
Por último: no hagas caso de los consejos,
y mucho menos de los míos.
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Autor: Kirmen Uribe. Título: 17 segundos. Editorial: Visor Libros. Venta: Todos tus libros, Amazon y Fnac.
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