El escritor madrileño Héctor Aceves se alzó con el V Premio de Poesía Joven Tino Barriuso, convocado por el Diario de Burgos, gracias a su poemario Lugares donde quienes se amaron se amaron mucho, una obra de la que el jurado destacó la “originalidad y potente personalidad poética” y de la que el propio autor aseguró que es una búsqueda de “nuevas fórmulas que no impusiesen la voz del yo poético sobre el tú, como se ha hecho durante toda la historia de la poesía”.
En Zenda reproducimos tres poemas de Lugares donde quienes se amaron se amaron mucho (Hiperión), de Héctor Aceves.
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I ESTO NO ES UNA PEDIDA DE MANO
Las tardes de junio dejan tras de sí largos velos de novia.
No me malinterpretes. Esto no es una pedida de mano, es decir, no nos estoy imaginando en un altar más o menos lujoso con un centenar de invitados más o menos felices,
aunque si nos casásemos y tuviésemos hijos, serían definitivamente rubios, definitivamente bellos.
Podríamos establecer una suerte de principio: la fricción.
Plano aéreo. Dos hombres nadando en direcciones contrarias se rozan sin querer
y siguen como si nada
(nunca es nada). Considera lo siguiente:
en el espacio público, el lenguaje debe ser delimitado. Cada palabra bien separada de la anterior. Sin permiso para la duda.
Algo así como un ballet perfectamente muerto,
pero el ojo obedece a la luz, y la luz es difícil de atrapar.
Por eso la noche no es el tiempo del misterio, sino el día. El sol calcinando los objetos, desdoblándolos, multiplicando su ser en tantas rodajas como mundos.
El punto exacto en el que inserta la espada. Ahí.
Es un juego:
nuestros límites desvaneciéndose un instante en dos sombras que se cruzan,
y después nuestros hijos rubios y bellos muriéndose de risa.
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II POEMA TRADICIONAL DE AMOR
Podría escribirte un poema tradicional de amor.
Ya sabes: con sus soles y sus flores y motivos literarios. Uno de esos poemas esculturales que te aíslan con su aura inverosímil,
como un novio guapo pero celoso.
Sucede, sin embargo, que hoy hace un día increíble: la claridad inunda nuestras pupilas con su polisemia y las naranjas son extrañamente dulces,
pero sobre todo sucede que quiero hablar contigo,
no con el eco de mi propia voz.
Me propongo sonar, entonces, como dos personas que se acercan en una fiesta para escucharse. Será mejor así.
Si te soy sincero, tampoco me apetece que esto sea un metapoema.
Tan solo un puñado de palabras que sirva de mantra
a nuestros corazones pequeños
y vanidosos.
Algo que se sienta como aire que vuelve
de súbito a la boca
—igual que una canción pop—
para acrecentar aún más lo incomprensible del mundo, y del blanco de la nieve, y de la perfección de las bombillas, y de los cuerpos
que se separarán.
Espera, ¿qué acabas de decir?
Fuck you, poem.
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III. SI VENUS FUESE UN CHICO
He believes in a beauty
He’s Venus as a boy
Björk
La idea de que el sol se haya posado antes en el lugar exacto que ahora pisas me parece absurda,
como lo es que el mundo sensible
—los girasoles que se vuelven, el peso de las catedrales simétricamente levantadas, el color de tu piel en otros rostros, los vientres hinchándose por un amor que no es el nuestro, el aire impaciente—
nos preceda. En fin,
de solo pensarlo me entra la risa,
como me río al pensar que estamos aquí, enteramente aquí, por las calles de una ciudad cualquiera
llena de individuos que sienten arrebatos extravagantes hacia los demás, con ansias de crear bucles léxicos,
de hacer un corte nuevo en algo antiguo,
de lavar sus cuerpos en aguas intocadas,
mientras al fondo del universo un dios le dice a otro que tiene un mal día porque está dejando de creer en nuestra existencia
y que está considerando hacerse un peinado a la moda,
y un poco más al fondo hay una fe de erratas flotando ante la nada
(indica un error insalvable al principio de todo).
Qué se le va a hacer.
Pero cómo no alegrarme de lo frágiles que somos
si la historia de la materia,
de cada choque entre astros, de cada titánica reaparición de la vida, de cada horizonte de posibilidades, de cada nacimiento, de cada enamoramiento, de cada muerte,
si, en definitiva, cada hecho irrepetible y más grande que nosotros,
ha tenido por consecuencia tus manos,
tus manos con sus detalles sin finalidad.
Somos seres ciertamente cómicos, ciertamente vulgares. Nuestra forma de entender el mundo es deseándolo.
Estoy seguro de que, si Venus fuese un chico, tendría tu nariz,
y yo me consagraría a la belleza
o algo por el estilo.
¿Te imaginas?
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Héctor Aceves (Madrid, 2001) es filólogo hispánico por la Universidad Autónoma de Madrid. Aunque ha publicado poemas con anterioridad, escribe poco, a rachas. En los largos intervalos, estudia, trabaja y vive.
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Autor: Héctor Aceves. Título: Lugares donde quienes amaron se amaron mucho. Editorial: Hiperión. Venta: Todostuslibros.
Suspiros de prosa aguda