Los poemas de Robert MacFarlane, sin una de los máximos exponentes del nature writing, son un homenaje al poder de la naturaleza para asombrar, consolar y, sobre todo, alegrar. Cada hechizo conjura a un animal, árbol o flor, pasando por la lechuza, el zorro rojo, la foca gris, el abedul, la grajilla y otros seres del bosque que, en este libro, cobran vida gracias tanto a las ilustraciones de Jackie Morris como a la voz del lector. Porque son textos pensados para ser leídos en voz alta.
En Zenda reproducimos tres poemas y algunas ilustraciones de Los hechizos perdidos, de Robert Macfarlane y Jackie Morris (Nórdica).
***
ZORRO ROJO
Soy el zorro rojo…, ¿cómo me ves?
Un relámpago rojizo
por el rabillo del ojo,
la sombra que se escabulle
oculta por los rastrojos,
mis ojos verdes que brillan
ante los faros del coche,
el suelo sembrado de plumas,
la cola en mitad de la noche.
Soy el zorro rojo…, ¿cuándo me oyes?
Un grito en la oscuridad
que el corazón te detiene;
el rasgar de las tinieblas,
un retumbar en las sienes,
el triste aullido de amor
con que le canto a mi novia,
el ruido de las papeleras
oculto bajo las sombras.
Soy el zorro rojo…, ¿dónde me encuentras?
En el bosquecillo y el soto,
en el callejón y el pasaje,
pues rondo por la ciudad
como rondo por el valle,
subiendo por la ladera,
atravesando el cerro,
recorriendo la avenida,
con un descaro muy fiero.
Soy el zorro rojo…, ¿qué nombre me das?
Soy el que cambia de forma
y el que escarba la basura,
el portador de la llama
y el de cien mil diabluras,
el invasor del espacio
y el creador de adivinanzas,
soy mensajero, embustero,
el de nocturnas andanzas.
Soy el zorro rojo…, ¿por qué me necesitas?
Soy tu doble, tu fantasma,
soy en fin tu semejante,
espíritu de la intemperie,
espíritu de lo salvaje,
roja es mi piel y
rojo es mi arte,
y de tu corazón animal
roja es la sangre.
POLILLA
«Polilla»…, esta palabra sencilla no alcanza a describir el mundo de las polillas; el de las polillas que cuando el sol ya no brilla salen de las buhardillas para revolotear en torno a las bombillas, para posarse en las sillas, las mesas y las coronillas, para rozarte la mejilla con una cosquilla. Como comillas del aire, como gavillas de gasas, como cerillas que puede apagar —ay— tan pronto una zapatilla…
Despliega las alas de esta palabra sencilla y brotarán nombres y formas, un consomé de colores: cinabrio y tigre escarlata, gran esmeralda y bruja blanca, esfinge morada y arlequín, pavón y tornasolada.
Sus alas, sin embargo, van desgastándose, volviéndose cada vez más finas; las polillas desaparecen, de una forma increíble; su ausencia se hace notar un instante, si es que acaso la notamos, como un recuerdo lejano, como una pena apenas olvidada.
Paladea los nombres de las polillas en la boca y la mente durante un rato: portaestuche, armiño del sauce, la infanta y la vestal, flor de melocotón y gitana…, cántalos en la noche para devolverles a las polillas su reino, para restituir su vuelo.
MARGARITA
Margarita, perla y astro,
abalorio de collares,
millar de pequeños soles
que alzan al cielo el rostro,
contigo trenzaré cientos
de pulseras y diademas,
de cadenitas y anillos;
como si fueras la alhaja
de las praderas te canto,
la gema de los oteros,
te abres con un bostezo
al alba, te cierras al atardecer;
margarita, perla y astro.
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Autor: Robert Macfarlane y Jackie Morris. Título: Los hechizos perdidos. Traducción: Andrés Catalán. Editorial: Nórdica. Venta: Todos tus libros.
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