Con esta entrega llegamos ya a 90 series de televisión (y proveedores de internet) basadas en libros y hechas en Estados Unidos solo en lo que va de década. Como en episodios anteriores, cada uno de los títulos mencionados va enlazado a su reseña completa en el blog TVSeriesUSA.
Comenzamos el repaso hoy con una que se nos había quedado en el tintero anteriormente, y es The Leftovers, una distopía desasosegante donde las haya, sobre una desaparición masiva de personas en el mundo, que ha provocado reacciones extremas de agrado o rechazo. Basada en la novela de Tom Perrotta, es otro de esos casos que confirma una tendencia muy marcada últimamente, que es el llevar la historia de un libro más allá en la serie que en la novela. El caso más conocido sea probablemente Juego de tronos, donde la adaptación televisiva ha adelantado a la próxima publicación de los libros que faltan en la saga, pero este es otro de ellos. También va a ocurrir en The Handmaid’s Tale, la recién ganadora del premio Emmy a la mejor serie dramática del año, cuyo éxito va a provocar una continuación más allá de las páginas de El cuento de la criada original. Esta ha sido sin duda la serie del año, entre otras cosas por el número de artículos a que ha dado lugar estableciendo comparaciones con la distopía escrita en 1985 y la situación actual, en temas como el extremismo político o la situación de la mujer en algunas sociedades. En común las dos series tienen la severa presencia de Ann Dowd, ganadora del Emmy a actriz secundaria en la categoría de drama.
Otras dos que también van a salirse del libro en sus segundas temporadas son 13 Reasons Why, que también ha dado lugar a ríos de tinta, física y virtual, con su historia del suicidio de una adolescente y su reparto de culpas post mortem, y Westworld, que antes que serie de la HBO fue película con Yul Brynner y best seller de Michael Crichton. Esta última trata sobre un futurista parque temático del Lejano Oeste poblado por ciberrobots, donde se puede dar rienda suelta a los instintos que te apetezcan, matando cowboys, yéndote con prostitutas o cabalgando por los canoñes y praderas, sin consecuencias que sufrir… o sí.
En el capítulo de remakes televisivos de nombres conocidos tenemos The Exorcist, que comienza con una tenue conexión con la historia original de los años 70, y cuya película es tan famosa que a menudo se ignora el libro de William Peter Blatty. Y ya dándole mucho hilo a la cometa podemos meter en este apartado a Van Helsing, que no es una nueva versión de Drácula hecha desde el punto de vista del cazavampiros holandés, sino de una descendiente suya, Vanessa (¿Van van Helsing?) que vive en un mundo postapocalíptico en el que, efectivamente, hay vampiros. Basada en una serie de cómics, aprovecha con toda la jeta el conocido nombre del personaje de Bram Stoker para marcarse un dark fantasy horror drama procedente de la cadena especialista SyFy. Otra de vampiros, ya puestos, es Midnight, Texas, otra saga de la autora de las novelas en las que se basó True Blood, Charlaine Harris, que vuelve aquí con sus varios personajes sobrenaturales en el marco del profundo sur estadounidense.
Si a alguien le divierte el tema este de coger personajes literarios famosos y ponerlos a vivir aventuras ficticias, quizá le apetezca Time After Time, una de las varias series sobre viajes en el tiempo que ha habido últimamente y cuya premisa es que H. G. Wells y Jack el Destripador viajan al futuro (nuestro presente), donde se persiguen mutuamente y se escapan uno de otro por Nueva York durante 12 episodios, solo cinco de los cuales se emitieron en Estados Unidos. Y para acabar con las series con tenue conexión libresca, no me resisto a meter aquí a Feud, dedicada a famosas enemistades históricas. La primera de sus miniseries enfrenta a Bette Davis y Joan Crawford, dos grandes damas del Hollywood dorado, interpretadas por dos grandes damas del Hollywood actual, Susan Sarandon y Jessica Lange, respectivamente. ¿La conexión literaria? Pues que uno de los puntos álgidos de su enfrentamiento de décadas tuvo lugar durante el rodaje de ¿Qué fue de Baby Jane?, basada en la novela de Henry Farrell. Puede que no sea mucho, pero no quiero dejar de mencionarla, porque es una serie extraordinaria, por interpretaciones, temática (el uso, abuso y manipulación a escala industrial de las mujeres en Hollywood, incluso las más famosas) y hasta glamour de vieja escuela, del que ya no volveremos a ver.
Para los que prefieren que sus adaptaciones sean de nombres de campanillas, ha habido recientemente un par de los grandes de verdad: William Shakespeare y Francis Scott Fitzgerald. Antes de que nadie se emocione demasiado, sin embargo, decir que las dos series estrenadas en verano de 2017 conectadas con el Bardo de Stratford están más bien dirigidas al público juvenil: Will trata sobre sus años mozos, recién llegado a Londres en busca de fama, cual si fuera una estrella de rock en ciernes, y Still Star-crossed es una continuación de Romeo y Julieta en la que el trágico destino de los protagonistas originales (spoiler de hace 400 años) provoca una oleada de odios, amores, violencia y conspiraciones en una Verona idealizada. Ambas series se concentran en las aventuras de gente guapa, joven y de perfecta dentadura, y tienen con demasiada frecuencia un aire de fiesta de disfraces con barniz cultureta ma non troppo, pero bueno, si acaban atrayendo a alguien a sus obras verdaderas, de algo habrá servido. Mucho más formal es el acercamiento a Fitzgerald, en un caso con la biografía de su esposa Zelda Sayre en Z: The Beginning of Everything, y en el otro con una canónica adaptación de su relato póstumo The Last Tycoon. Vistas juntas, se saca una buena idea de sus avatares como persona real y sus preocupaciones como escritor.
No todo lo que se adapta son sesudos clásicos de la historia de la literatura, sino que a veces se cuelan propuestas más excéntricas, como por ejemplo Dirk Gently’s Holistic Detective Agency, con Elijah «Frodo» Wood como reclamo en el reparto, o A Series of Unfortunate Events, que ya hizo en la pantalla grande Jim Carrey. Ambos son títulos que enfocan temas conocidos, como los investigadores de delitos o los huérfanos en apuros, de una forma diferente, imaginativa y original. También lo es American Gods, de Neil Gaiman, con su panteón de dioses reimaginado para el nuevo milenio como un grupo de seres emigrados a América, avejentados por los siglos y el ateísmo, y que se ven amenazados por los nuevos altares erigidos por los humanos a cosas como la tecnología, la globalización o los medios de comunicación. Un caso curioso es el de Mars, un híbrido de la National Geographic que es mitad documental sobre los intentos del billonario Elon Musk por llegar a Marte y mitad ficción sobre la que podría ser la primera misión tripulada en llegar allí en 2033. El documental funciona mucho mejor que la parte inventada, pero resulta en general bastante interesante para las mentes inquietas.
En el apartado de los temas de gran calado social podemos citar Good Girls Revolt, sobre el auge feminista en la prensa de los años 60, y When We Rise, sobre la situación de los homosexuales desde los 80 hasta ahora, pasando por los años del SIDA. Ambas historias de lucha por derechos sociales están basadas en libros escritos por sus protagonistas auténticos, aunque la primera es una ficcionalización con nombres y cabeceras inventadas, mientras que la segunda mantiene a los personajes reales de las calles de San Francisco dentro del reparto.
En el cajón de sastre podemos meter a The Son, una novela de 2013 sobre una familia de ganaderos en la Texas de 1849 y 1915, con Pierce Brosnan al frente; I Love Dick, que también ocurre en Texas, pero en la actualidad y en un ambiente literario tan alternativo y cultureta que eligen un polvoriento pueblo del lugar para dar un curso de escritura creativa a urbanitas pisaboñigas; Girlboss, una historia real sobre el auge y caída de una «empresaria» veinteañera de moda gracias al auge de internet y de las brevísimas modas juveniles; y Daytime Divas, sobre las peleas de un grupo de tertulianas de programa mañanero, convertido en culebrónico nido de víboras, basado en el libro autobiográfico de una productora del ramo.
Y por último, en cuanto a la serie negra, crímenes, thrillers y adyacentes, ha aparecido en los últimos meses Good Behavior, sobre una timadora drogadicta que sale de la cárcel e intenta recuperar a su hijo de 10 años mientras entabla una difícil relación con un asesino a sueldo interpretado por Juan Diego Botto. También están Shooter, con Ryan Phillippe al frente del reparto, sobre un tirador de élite involucrado en un atentado contra el presidente de los Estados Unidos; The Sinner, adaptación de un thriller psicológico alemán, sobre una mujer que comete un asesinato sin saber muy bien por qué, y luego va recordando su pasado; y Get Shorty, originalmente escrita por el maestro Elmore Leonard y ya adaptada a la pantalla grande con John Travolta y Gene Hackman entre otros: con tintes de comedia negra, trata de un matón a sueldo que intenta meterse en el mundo de Hollywood para así intentar recuperar a su mujer e hijo. Podemos meter aquí también Big Little Lies, que comienza siendo una historia de madres alfa y sus retoños del cole entre la sociedad pudiente del sur de California, y acaba convertido en algo más oscuro y violento. Con Nicole Kidman, Reese Witherspoon y Laura Dern en el reparto, era cebo bien claro, gordo y visible para los Emmys, y el truco ha funcionado, ganando miniserie y actriz (Kidman). Para terminar, ninguna lista de este tipo puede quedarse sin su ración de Stephen King, que esta vez es doble: para los que lo prefieran de terror y sangre está The Mist, sobre una misteriosa niebla llena de bestias y animales que cubre un atemorizado pueblo, y para los que lo prefieran en plan de asesino y detective está la muy recomendable Mr Mercedes, con el estupendo Brendan Gleeson como oso barbudo irlandés intentando detener a alguien que un día se lanzó con un coche contra una multitud (no, no tiene nada que ver con el terrorismo internacional, y fue publicada en 2014).
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