Los títulos de crédito de 30 monedas, con una marcha de Paso de Semana Santa adornando imágenes que parecen paridas por Frank Miller, ya revelan el singular ADN de la serie de HBO de Álex de la Iglesia. Lo que sigue es una suerte de Expediente X a la leña segoviana que adopta la idiosincrasia religiosa española al tiempo que fondea en recursos universales del cine de terror. Una producción de ambición nacional y proyección internacional que da el salto con una naturalidad y franqueza que no necesita de explicaciones.
30 monedas supone el retorno de ese Álex de la Iglesia que en realidad nunca se fue. Además, hace algo que necesitábamos pero nadie se atrevía a decir: el director y guionista palia con ella la sensación de desgaste de una ficción española anclada a un realismo de falsete sin sacrificar nada, dando lustre de paso a esa marca de autor que ha mantenido a lo largo de décadas de acción (mutante).
Se trata de una serie de streaming que coge los mejores elementos de éstas y lo mezcla con la puesta en escena y proceder cinematográficos de un autor excesivo, grand-gignolesco, y también la modestia de una serie de televisión de la vieja escuela, que sabe compaginar modestas tramas episódicas (“el caso de la semana” de toda la vida) con arcos más amplios. De la Iglesia tampoco era nuevo en la tele (Plutón Verbenero) pero que 30 monedas, como serie internacional que es, pueda ser calificada como un producto comercial, sí, pero de autor y no de comité, solo puede calificarse de éxito sin paliativos.
¿Defectos? Por supuesto, casi todos fruto de la percepción subjetiva. Algunos actores están mejores que otros (el mejor, Manolo Solo, extraordinario siempre); otros mejoran con el paso de los capítulos (Miguel Ángel Silvestre acaba desarrollando una notable vis cómica); los efectos visuales digitales podrían beneficiarse de mayor mimo. Pero 30 monedas sacude el árbol con desvergüenza, y lo que cae son sorpresas. El rodaje internacional lleva la serie de París a Nueva York y Roma, le da empaque y escala y, contrariamente a lo que uno podría esperar, su desarrollo no decepciona y va ganando empaque según avanza. La serie está llena de ideas incluso cuando no están bien desarrolladas, no se atasca, jamás se repite y abunda en motivos fantásticos.
Antes hablábamos de imitaciones. De la Iglesia recurre al guiño y al homenaje del entendido en cine de terror sin resultar mimético. Hay imágenes fascinantes que remiten a su propia filmografía, como ese gigantesco crucifijo invertido en un subterráneo (el recuerdo del inquietante space-jockey de Alien golpe con delicioso sacrilegio), el bebé araña lovecraftiano del primer episodio que cruza la carretera como en la sórdida Xtro, ese verde puro que parpadea en la secuencia del espejo que remite a Dario Argento (¡y que proviene del letrero de una farmacia española!)… Las referencias a El exorcista o La profecía son, naturalmente, una constante, con ese atropello con sangriento resultado que recuerda a la muerte de David Warner en la película de Donner. Constantes, sí, pero elaboradas, pese a que solo con ellas podríamos seguir llenando párrafos y párrafos de este artículo.
Lo mejor de 30 monedas es lo elocuente que resulta en sus momentos solemnes, cuando llega el momento de ofrecer alguna explicación sobre su mitología. Aquí hay que agradecérselo al guión de Jorge Guerricaechevarría y el propio Álex de la Iglesia. La serie habla del Bien, del Mal, de la mentalidad cainita de Dios y el ser humano (y el segoviano rural) y ese eterno círculo vicioso entre todos ellos. Pero todo lo trae aquí, a nuestro espacio común, de una manera verosímil pero con picante cómico, con una desvergüenza a la hora de tratar lo fantástico de manera exagerada y operística que remite a las mejores obras del director de El Día de la Bestia o Balada triste de trompeta.
En 30 monedas hablamos del Infierno y el Diablo mientras pedimos cuarto y mitad de chorizo en la carnicería, jugamos con los rosarios de la abuela mientras criaturas deformes de Carpenter acechan tras la puerta. Por fin volvemos a saltar de dimensión, y gracias a la inmediatez del streaming, todos, aquí y allí, pueden verlo.
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