¿Se puede trazar, en unas líneas, un perfil característico de los Tercios? Creemos que sí. La evidencia se sostiene con la primera parte de esta publicación, un texto articulado por medio de quince motivos que dibujan las principales facetas de estas unidades. Quince causas aglutinantes de una importancia, que el tiempo ha hecho cristalizar por derecho propio. Ahora bien: si lo contenido en esos motivos funciona como idea divulgativa es, indudablemente, gracias a los estudios e investigaciones que realizan los especialistas en historia militar, localizando fuentes y zambulléndose en legajos con los que insuflar nueva vida a sus protagonistas a golpe de paleografía. O casi. Porque más de siglo y medio de preeminencia en los campos de batalla dan para escribir mucho en un castellano que se forjaba al mismo compás que el Imperio al que daba lengua. Con todo, la riqueza que emanan los escritos académicos pocas veces logra llegar al gran público. Por esta razón es tan importante conseguir acercar la historia de dichos hombres a la calle. La Historia en mayúsculas. La que a uno le hace partícipe. La que se ve, se escucha y hasta se toca. A este respecto, es de justicia hablar de la Asociación “31EneroTercios”, una entidad que se funda en 2018 mezclando en su seno a un heterogéneo grupo de especialistas, con el fin de poner en valor a la infantería que sustentó la política de la Monarquía Española en tanto reinaron los Austrias. Ni mayores ni menores, por cierto. Gracias a este grupo de entusiastas surge todo un universo expandido, para tratar de dar cabida a nuevas dinámicas de estudio sobre aquellos hombres que se enrolaban en el ejército buscando, no pocas veces, mucho más que la soldada. Y si bien uno de los principales activos de la Asociación ha sido y sigue siendo promover el conocimiento vinculado a los Tercios, tanto desde la universidad como desde el ámbito de la recreación histórica, también lo es el hecho de que uno de sus estatutos fundacionales sea el de promover un monumento a esos hombres irredentos. Un monumento largamente deseado y largamente discutido. Pero un monumento necesario y que nadie se ha esforzado tanto en lograr como 31. ¿Y por qué? En gran parte por los quince primeros motivos que ya expresamos y, en esencia, por los otros quince (más uno) que restan y que dan justificación al título de este artículo.
Comenzamos o, mejor dicho, continuamos. Y además lo hacemos postergando los pretextos que implican al arte para el final. Pudiera parecer un fallo de raccord —que se diría en el cine—, pero nada más lejos. Lo entenderéis. Fundamento número dieciséis: los Tercios son parte inherente de nuestra historia. Y si nuestra historia es global, su monumento también lo es. Levantar un conjunto escultórico que les rinda tributo es integrar en él al conjunto de la Hispanidad. El diecisiete: un monumento como el planteado no sólo se refiere al sacrificio de aquellos hombres, sino al espíritu que hoy han recogido, con orgullo, nuestras Fuerzas Armadas. Dieciocho: desglosemos lo anterior. Hemos dicho que el actual Ejército es heredero, en gran parte, de los valores que tuvieron los Tercios, pero existen varias fuerzas que elevan su simbolismo, recordándolos con la designación que tanta admiración causa, a saber: el Tercio de Armada, por un lado —se acompaña de los del Norte, Sur y Levante— y los Tercios en Tierra, adscritos a la Legión de Juan de Austria: Alejandro Farnesio, Gran Capitán y Duque de Alba. Poca cosa ese trébol de nombres, ¿verdad? Motivo número diecinueve: el monumento es la enseña que ha de inspirar a los que ponen al alcance de otras personas su pasión por la historia militar, desde el más joven de los aficionados a los que llevan años en medios sociales luchando contra el relato impuesto por los cancerberos de la Leyenda Negra. El motivo número veinte entronca, precisamente, con eso mismo. Ayudar a sepultar los mitos que retuercen la historia al amparo de la política y sus tipismos pueriles. Veintiuno: tan mala es la mencionada Leyenda Negra como glorificar algo sin raciocinio. El monumento ha de servir como cuerpo que llame a ponderar lo que fueron y significaron. Veintidós: una cosa sí está clara, y es que los hombres que se encuadraron en los Tercios sacrificaron mucho más de lo que tenían. En una sociedad como la nuestra, abocada al artificio y la simpleza del capricho más nimio, un monumento como este despliega una formidable lección. Veintitrés: su dignidad, otra de esas cualidades que hoy tenemos en letargo y ellos llevaban a gala. Y, como la citada dignidad, también la disciplina como motivo veinticuatro; porque sin ella difícilmente se puede llegar al éxito en la vida. Llegamos al veinticinco. ¿Qué motivo podría ser este? Fácil: la camaradería. Los tiempos en los que esos soldados se dejaron la piel por su rey no fueron fáciles. Los nuestros tampoco lo son. Quizá sea mejor apoyarnos mutuamente que seguir disolviéndonos en un mundo cambiante. Veintiséis: paisaje. El monumento estará en Madrid, sí, pero no le pertenece a Madrid, por mucha Villa y Corte que esta sea, sino a todos aquellos lugares donde la memoria de los Tercios sigue latiendo con fuerza. Campos y ciudades de más de media Europa y, como dijimos en el anterior artículo, de allende los mares. Veintisiete: el sentimiento de una idea religiosa. Los Tercios actuaron salvaguardando la esfera del catolicismo, una doctrina que empapa nuestra concepción cultural. Sin ella no entenderíamos la realidad en la que nos movemos. El motivo número veintiocho es que, como pieza artística que es el monumento en sí, este tiene capacidad de concentrar y conectar personas, lo que es, sin ningún género de dudas, una gran virtud de la escultura urbana que Salvador Amaya trabaja como pocos. Él es quien va a ocupar los motivos veintinueve y treinta, porque no hablamos de cualquier artista, sino del principal heredero de la escultura monumental, entendida desde el realismo, que Mariano Benlliure dejó en una multitud de ciudades. La armonía y equilibrada expresividad con la que Amaya trabaja las figuras solo es comparable a la estima que siente por la vida castrense. Quizá por ello sus obras emanan lealtad e infunden el favor de quienes velan por nuestro sosiego. Terminamos, hemos llegado al motivo número treinta y uno. Y este no es otro que el de celebrar el surgimiento y la proactividad de la Asociación homónima, pues con ella han florecido otras que, de igual modo, hacen llegar a la gente un legado de humildad, épica y prestigio. Horadando la historia para que, entre todos, hagamos lo propio: historia.
Un brindis por 31 y otro por Salvador. Con cerveza, por supuesto, que por algo su nombre en castellano deviene de cuando los Tercios la pedían en las tabernas belgas, servez ça!, adoptando su fonética a la palabra que hoy conocemos.
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¿Sería mucho pedir que se dijera el título y el autor de los cuadros que ilustran el, por otro lado, excelente artículo?