Llega a las librerías una antología con los mejores poemas de amor y erotismo de Luis Alberto de Cuenca: las mariposas de las primeras veces, el dolor por un adiós, pasiones desatadas, juegos eróticos explosivos, el cariño del día a día, imaginaciones fetichistas y recuerdos melancólicos. Todo en una edición y con un prólogo de Adrián J. Sáez.
En Zenda reproducimos cinco poemas de Bébetela. 50 poemas de amor y erotismo (Cálamo), de Luis Alberto de Cuenca.
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1.
La chica de las mil caras
Todo tu cuerpo es un inmenso brote de espinas,
pero las aves siguen comiendo en tus manos
y cantan en el bosque como si nada.
Por las noches me enseñas el universo:
hoy han sido las costas de Islandia,
la Edda de Snorri y la promesa de Winland.
Como tu cuerpo está erizado de agujas,
necesito almohadones para amarte;
luego despierto enganchado a tus labios,
cuando el Sol es un punto negro en el cielo.
Si hablas, tu voz es una cascada
que arrastra cadáveres y policías de uniforme.
Hablas en verso, como Ovidio y Lope,
como el precoz escaldo Egill Skallagrimsson.
A veces te interrumpo. Tus besos llevan oro,
como las Noches de Stevenson o de Mardrus.
Son algo tan brillante. Como una nueva infancia.
No sé si tu destino es catalogar manuscritos,
si has sido bibliotecaria en Alejandría.
Un día vi cómo perseguías a un jabalí en Dordoña
(esa noche soñé con el Monarca Oscuro).
Podría hacerte un lecho de lirios o de rosas,
aunque preferiría cubrirte de alacranes.
Luego descifraríamos papiros mágicos y emblemas.
No sé cómo decirte lo mucho que te amo.
Hace siglos que desaparecieron los torneos.
Jesús sigue muriendo cada día. Hasta cuándo.
Pero Clodoveo decía que el Gólgota no sería famoso
si él hubiese estado allí, en Jerusalén, con sus francos…
Antes leíamos novelas bizantinas, escuchábamos discos,
no encendías jamás la luz en el desván.
Me parecía haber vivido dos veces los momentos
y bebía del suave terminarse de tus ojos.
Algunos dioses se nos antojaban ridículos:
Júpiter, por ejemplo, todos los que mandaban.
Pero las ninfas de las fuentes, los elfos, los dragones,
Mae West y Miriam Hopkins compensaban la pérdida.
Hacer versos, nadar, dar de comer a un pájaro,
ejercer de sportwoman como Diana Palmer.
Buscábamos tesoros en el jardín de tus abuelos,
bajo ese sol de Heráclito que sigue sin ponerse,
con una Jolly Roger ceñida a la cintura,
saqueando glorietas y naufragando en la piscina.
Y ahora que estás aquí, mi amor,
tú que eres todas las mujeres,
no sé si voy a ser capaz
de recordarte y recordarme.
Todos vivimos, a la postre,
en una especie de prisión
de la que no podemos salir,
en la que nadie puede entrar.
Pero consta en el Libro Único
que, a pesar de espinas y agujas,
nos amamos alguna vez
y nos amaremos tú y yo.
(Elsinore, 1972)
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2.
Here, in the dark, with you
Inuocaui nomen tuum, Domine, de lacu nouissimo
(Threni, 3:55)
Estoy lleno de la cólera de Dios y mi alma es una gigantesca tormenta sin nombre.
Me dirigiré a Ti, Señor, como una tempestad a su destino de sargazo o de quilla abandonada.
Tú has preservado de la existencia tu perfección, Bien mío.
Tú has infundido en el terror de mis párpados enrojecidos la niebla dulce de la calma.
Hacia ti, amor, vuelan todas mis aves. Todo mi imperio destruido. Mis ojos para ti, que eres todos los ojos.
El fuego de mi soledad para ti, pequeña, para el delirio sonoro de tu cuerpo.
Rosa mía, qué sufrimiento húmedo tu muerte.
Como banderas o espadas sometidas por tu sombra, así, en lo oscuro, junto a ti, sin ti, el incienso perenne de mi dolor y sus encanecidas guirnaldas.
Desde lo profundo de la fosa he invocado tu nombre, Señor, el silencio cruel de tu respuesta.
(Elsinore, 1972)
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3.
Cómo te defiendes de mí
Cómo te defiendes de mí.
Cómo resistes,
desde la torre de la ausencia,
agitando el pañuelo para siempre,
sin forma ni color,
humo tan solo,
aérea y rígida en tu nube,
diciendo adiós al mundo y a mis brazos,
muerta y levísima.
Cómo te defiendes de mí.
Cómo, al fin, me derrotas
y me sepultas, también a mí,
en la tumba sin flores del olvido,
donde el silencio reina.
(Necrofilia, 1983)
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4.
El fantasma
Cómeme y, con mi cuerpo en tu boca,
hazte mucho más grande
o infinitamente más pequeña.
Envuélveme en tu pecho.
Bésame.
Pero nunca me digas la verdad.
Nunca me digas: «Estoy muerta.
No abrazas más que un sueño».
(Necrofilia, 1983)
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Autor: Luis Alberto de Cuenca. Título: Bébetela. 50 poemas de amor y erotismo. Editorial: Cálamo. Venta: Todos tus libros.
BIO
Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950) es un poeta clásico y moderno a la vez, que se ha convertido en una de las principales voces del panorama actual con su poética abierta para todos los públicos. Helenista de profesión, se ha dedicado igualmente a la prospección filológica, la traducción y la difusión cultural. Dentro de su obra destacan La caja de plata (1985, Premio Nacional de la Crítica), El hacha y la rosa (1993), Sin miedo ni esperanza (2002), Cuaderno de vacaciones (2014, Premio Nacional de Poesía) y El secreto del Mago (2023). Es miembro de número de la Real Academia de la Historia.
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