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4 poemas de Dimas Prychyslyy

Foto: Salvador Jiménez-Donaire.

Dimas Prychyslyy es un poeta y narrador nacido en Kirovograd, Ucrania, en 1992. Graduado en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca y Máster en Escritura Creativa por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado el poemario Mudocinética (Ediciones Idea, Sª Cruz de Tenerife, 2010) y Molly House (Premio València Nova de poesía en castellano, Hiperión, 2017). Colaboró en la antología Despropósitos (2014) y en distintas revistas del ámbito cultural y académico. Sus poemas aparecen en antologías como Piel fina: poesía joven española (Maremágnum, 2019). Asimismo, coordinó La devoción inflamada (La Malvaloca, 2016). Durante el curso 2016-2017 formó parte de la XV promoción en la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores. En su obra se acerca a temas como la identidad, la marginalidad o el homoerotismo. En narrativa ha publicado el libro de relatos Tres en raya (V Premio Logroño de Narrativa para Jóvenes Escritores, Algaida, 2020) y en octubre verá la luz Con la frente marchita, publicado por la Editorial Dos Bigotes.

***

EL CASSETTE DE LOS BEATLES

Una montaña de extremidades es nido de diminutas moscas.

Los dos cuerpos se agitan
como esa mariposa que mamá crucificó
en la cajetilla del cassette de los Beatles
aquel verano del 94.

***

PAPÁ

Allá por los noventa te envolvía una cascada
de labios rotos cayendo en las copas,
teléfonos descolgados,
peleas con saxofonistas,
una señora sin pechos que no paraba de aferrarse a tus hijos,
rumor de cartas de póker y navajas.

Te perseguía una nostalgia musical
y una depresión post-soviética
que ni los veteranos de guerra
– como la abuela –
lograban explicarse.

Por los noventa, recuerdo
que te codeabas con pastores protestantes,
sus mujeres putas y ateas,
y te ibas a Odesa en busca de complicaciones,
a humillar mujeres
y enseñar sueños de botella y puño
a dos chavales que compartían cama.

Allá por los noventa te ponía nervioso el ruido
del oleaje del Mar Negro,
la gente escupiendo los camarones en la arena,
las adolescentes universitarias que vendían mazorcas
de máiz y no hacía caso a tus ofertas.

Entonces eras un músico sin blanca,
guapo, agresivo…
Tus ojos no sabían de este temblor de ahora,
de este moqueo sobre el plato de sopa que no sabe.
Tus ojos tenían un misterio que gustaba a las mujeres
y que a mí siempre me dio asco.

Quizás lo único que guardo de ti ahora
es mi afición a las barbas que raspan
y al olor a tabaco
mezclado con el sudor de las camisas.

***

LAS DESPEDIDAS

Hacíamos cuencos con las palmas de las manos
para enterrar a nuestros hijos en caras desconocidas.

Bebíamos en ocasiones el silencio de los cuartos oscuros,
el chasquido de gastados mecheros,
la caída parcial de algún mito.

Ahí todos éramos iguales.

Llorábamos a nuestras madres cuando ya era tarde,
muy tarde ya,
para despedirnos de ellas.

***

APORÍA

Aprendí a ser perra enferma y puta
y a gustar solo con ropa.
Aprendí que mi desnudo daba risa después del sexo,
que me dolía la espalda
y las palabras,
y el llanto sin razón,
y las cogorzas;
con aquel primer hombre que fue de todos.

Y

Aprendo aún a no dormir,
a arrastrarme hacia la madrugada,
a ver pasar borracha mis vergüenzas con sonrisas,
a elevar la melancolía al nivel del arte.

Aprendo a seguir viviendo siendo tú,
a ser vacío,
maltratador,
producto,
violador
que se autopreña de sueños,
de ilusiones.

Aprendo que ambos somos nuestras nadas,
inmortales de esperanza,
resucitados para morir siempre el uno en el otro.

Condenados a satisfacernos
en el dolor ajeno.

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