Juan Camilo Lee Penagos es un poeta nacido nacido en Bogotá, Colombia, en 1982. Es Doctor en Ciencias Humanas y Sociales, Maestro en Historia del Arte y Profesional en Estudios Literarios. Ha publicado Ciencias de la mañana (2010) y Voces de Casa (2015) con el que obtuvo el Premio Internacional de Poesía Paralelo Cero (Ecuador). En la actualidad es investigador postdoctoral en la Pontificia Universidad Javeriana. Ha publicado artículos académicos sobre arte y cultura latinoamericanas.
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ANZUELO O EL PEZ CAE POR LA BOCA
Con la punta del anzuelo sobresaliendo entre sus dos ojos
como un colmillo descomunal o un cuerno
el pez sufre
dos dolores esenciales:
el físico
y el de ver traicionada su inocencia.
El pez tiembla.
Su aleta convulsiva
y la pulsión
que lo recorre desde adentro
halándolo
hacia algún lugar que no duela,
tensionan el nylon de la caña.
Definitivamente
el anzuelo no cumple
las expectativas nutricias del pescado.
Así como un anzuelo el poema, lector.
Las imágenes, la belleza,
que al fin de cuentas te dejan igual que antes,
o algunas veces anhelando lo imposible,
te atrapan.
La inocencia queda violada, es cierto, pero el pez nunca la pierde.
Lo demuestran sus ojos de vaca,
su incomprensión de la trampa, su desmemoria.
Lo demuestra el hecho simple de que, desde hace siglos,
estúpidos como peces,
sigamos mordiendo
el filo
de todas las palabras.
***
GAVIOTAS
Las gaviotas,
mientras planean,
saben cómo impulsarse
con las diferentes direcciones del viento
-inmóviles o apenas inclinando
la línea que forman sus alas extendidas-
y disfrutan de la libertad
en la amplia tarde.
De cuando en cuando,
sin esfuerzo,
como eslabones de una cadena,
se reúnen en una sola línea y bajan
y una
tras
otra
rozan
la superficie del mar,
tal vez para refrescarse o simplemente jugando,
y luego se elevan otra vez,
hundiéndose en el cielo.
Sin embargo, de repente, volando en aun fila, después de haber
/ tocado
el agua salada
del mar
una de ellas
se deja caer como si estuviera muerta,
se rinde a la gravedad
y su pico señala hacia el centro de la tierra:
Voces de casa
ya veloz no es pájaro
sino
-mortal para un pez-
una lanza.
***
I
Como mancha de humedad,
como aureola de hongo verde en el techo,
las palabras crecen, a través de los años,
cumpliendo su tarea
de descomposición y olvido:
Se acumulan como el polvo en las casas viejas,
olvido tras olvido,
como los cuerpos que cargan el día que ha pasado:
costal
repleto
con cosas inútiles.
Y el amor, esa urgencia de olvidar el olvido,
atenuándolo,
sosteniéndolo,
perpetuándolo:
dándole vida.
Las palabras son los cajones vacíos en donde se acumula la
suciedad de los días.
***
VII
La memoria tiene mucho que ver con el sol:
ilumina y enceguece al presente.
Las imágenes de la memoria
son vitrales que se superponen unos a otros,
que oscurecen la luz que podría atravesarlos
para hacer visibles sus figuras.
Es por eso que lo único innegable es el silencio y la
transparencia
de quien,
hundido en una bocanada de tabaco,
de repente
recuerda.
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