Pablo Fidalgo es un poeta nacido en Vigo en 1984. Ha publicado los libros de poesía La educación física (Pre-textos, 2010), Mis padres Romeo y Julieta (Pre-textos, 2013), Esto temía, esto deseaba (Pre-textos, 2017), La retirada (2012) y Crónica de las aves de paso (Accésit del premio Adonáis, Rialp, 2018). Sus textos para la escena están recogidos en los libros Tres poemas dramáticos (Liliputienses, 2015, 2021). Anarquismos/Daniel Faria (Papeles mínimos, 2019) y Qualcosa nascerà da noi (Academia de España en Roma, 2020). En gallego ha publicado Parangolé (Chan da pólvora, 2019). Ha comisariado ciclos de artes escénicas para MARCO Vigo y Azkuna Bilbao. Entre 2015 y 2020 dirigió el Festival Escenas do cambio en Santiago de Compostela. Dirige el Festival Anno Zero para la Academia de España en Roma.
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Hubo un hombre caminando por Italia
Una noche de lluvia y un hospital secreto
Hubo una enferma allí dentro
Bella como nada que yo haya visto
Hubo un gran amor un gran viaje
Hubo un ser poseído por algo que no era de este mundo
Hubo una mujer enferma
Que secó al hombre cuando llegó al hospital
Todo se definió desde entonces
Hubo un parto limpio
Hubo un vocabulario al que limpiarle la sangre
Hubo una primera vez
Hubo alguien que me detuvo en la puerta del hospital
Y entonces empecé a hablar
Dije si no me admites como a un enfermo
Admite que el mundo es salvaje y que llueve
Que he tenido que huir
Admite que quizá el verano de mi vida
Está en el jardín de tu hospital
Admite que este día ha sido difícil para mí
Y que puede que tarde tiempo en curarme
Hubo un médico traicionado
Hubo un hombre y una mujer que escaparon del hospital
Hubo después de muchas noches de lluvia
Una mañana de luz
Hubo un hombre y una mujer
Que envejecieron pensando
Será sólo un momento
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Rumble in the jungle
¿A quién le sirve preguntarse tantas veces
si el daño mereció la pena?
Cada vez que me golpea yo pienso
que en mí hay una sabiduría antigua
que él jamás alcanzará.
Habla Mohamed Ali. Golpea Foreman.
He estado toda la vida reservándome
para encajar el golpe que nadie encaja,
agotando a mi adversario con los ojos,
hablando y bailando, bailando y hablando
la noche entera.
He dado un significado al verbo encajar:
hice un sitio para el que quería vencerme
y le di un lugar a su violencia.
He renunciado a ir a la guerra
y eso me ha quitado mi única pasión: boxear.
Habla Mohamed Ali. Golpea Foreman.
¿Qué debes ver en mi cuerpo contra las cuerdas,
en mi forma de moverme?
Que sigo siendo un salvaje
y que el salvaje se reserva para otra vida
que sólo él ve en el horizonte.
¿Qué me queda a mí de todo eso?
Yo también tiemblo en la noche,
yo también soy un esclavo que ha escapado
o que quizá ha comprado su libertad.
Yo también tengo frío cuando hace calor
y calor cuando hace frío.
Cuando me miran con piedad yo también les digo:
si vamos a ganar ¿por qué estáis tan tristes?
Habla Mohamed Ali. Golpea Foreman.
Cuando peleas sabes que no puedes dejar
ni siquiera un guante en el suelo. Es el final.
Pienso en ti, que cuando ya no podías más,
me seguías viendo en pie,
era simplemente imposible tirarme al suelo.
Pienso en ti, que me ves escribir durante el viaje,
conocido o desconocido,
que me ves inclinado, rezando, inmerso,
y pienso en todos aquellos a los que di un momento de paz
que no se merecían.
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Porto Palo di Capo Passero
Abubakar se sienta a nuestro lado en la playa.
Está con todos sus compañeros, pero él nos busca.
Miran, día tras día, el mar por el que llegaron a Sicilia.
Italia los aloja en un hotel del pueblo. Son trescientos.
Alguien les roba su paga de cada día
y el pueblo no quiere que estén aquí.
Abubakar tiene quince años.
Cada día llegan hombres y mujeres al hotel
y adoptan a los más pequeños.
Llegan, eligen, pagan y se van.
Pregunta si nosotros lo adoptaríamos.
Yo le digo que no es tan fácil, pero sería fácil.
Podría ser fácil.
Después caminamos hasta el puerto.
El barco en el que llegó está allí, partido en dos.
Quiere ir al norte de Italia, a Milán, allí no roban, dice.
Soy un refugiado político, dice.
Pienso, Abubakar, que tú eres
quien menos necesita ser adoptado,
que tienes fuerza para sacar tu vida adelante
y lo digo para salvarme.
Después un hombre nos lleva a la isla.
En la isla, un huevo de gaviota.
Es el momento exacto del nacimiento.
Es la guerra por nacer de un ave.
Los sonidos, la pelea, la cabeza que golpea.
Es la guerra por nacer de Abubakar.
Es la guerra de nuestro amor por nacer.
Ellos vienen de la guerra. ¿De dónde vengo yo?
Yo no te adopto, pero te bendigo.
Yo no te llevo conmigo, pero te recuerdo.
La luz de este inverno es un milagro
como lo es haber nacido así.
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Un año sin volver a casa (Fragmento)
Todos hablaron siempre de la juventud, de mi risa,
pero, ¿y si mi seriedad ya madura
fuese mejor que mi risa
y yo no me hubiera dado cuenta?
¿Si eso fuera ser un hombre?
¿Si eso fuera lo que he sembrado?
¿Es esa mi conquista, mi lucidez?
Pasamos nuestras vidas preguntando
¿Llegaste bien? ¿Te cuidarás? ¿Me escribirás?
¿Llevas todo? No lo llevo.
Y tú, ¿te salvaste de las frases hechas, de las malas costumbres?
Y tú, ¿te salvaste de tu propio viaje?
Ahora hablamos desnudos sobre la guerra civil.
Esta es nuestra isla, ganar es no vestirse nunca,
es salir de casa al amanecer desnudos
y entrar en el agua.
Y en la última página de los cuadernos,
entre todos los planes de vida,
se repetía año tras año:
fiarse de alguien, de quien sea, pero hasta el final.
¿Cómo crees que puedo amar mi vergüenza de esta forma?
Todo el día nadamos escondidos entre rocas
tratando de saber qué se dice de nosotros en el puerto.
Me gusta lo que dije que me gustaba
y no puedo añadir nada más
porque toda esta muerte me está haciendo sentir
más vivo que nunca,
porque no distingo las épocas de mi vida,
porque no sé qué clase de mujer serías
ni qué clase de hombre seré yo al recordarnos.
Te escribo, finalmente, para saber cuántas habitaciones
tenía nuestra primera casa.
Uno de los cuartos se me borró.
Recuerdo que te levantabas muy temprano,
yo pasaba toda la noche escribiendo,
tú me decías que fuese a dormir,
pero al amanecer, mientras desayunabas,
yo te leía la historia de mi educación.
Quizá en esa habitación no ocurrió nada
digno de ser recordado
o yo me encerraba en ella para escribir
pero no escribía nada, y tú me sacabas de allí
casi sin aire.
Quizá ese libro lo escribí solo,
y esa fue la primera ruptura.
Sin embargo hoy necesito saber
cuántas habitaciones tenía nuestra primera casa,
y a qué hora te levantabas para ir a trabajar
y sostenernos.
Nuestra juventud sabe suficiente sobre nosotros
como para no tomar en serio ningún gesto,
ni que tú me pidas que me vaya
ni que yo ya esté tan lejos.
Nuestra vergüenza no se apaga
porque aún se cree mejor
que la vida posible que empieza hoy.
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