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4 poemas de Rodolfo Reyes Macaya

Rodolfo Reyes Macaya es un escritor e historiador nacido en Punta Arenas, Chile, en 1988. Sus últimas publicaciones han sido la novela Crin (Overol, 2021), la plaquette Yanacona (Cuadro de Tiza, 2019) y el libro de poemas Manchas de humedad (Jámpster, 2019). Actualmente vive en París, investiga en el campo de la historia indígena del siglo XIX. Da clases de antropología histórica en Panthéon-Sorbonne.

***

Para una historia del viento

Los matorrales rasguñan el envoltorio del paisaje
caras sin nombre, anotaciones sin leer
dormir conejo, despertar tortuga
algo perdurable, no roca que se vuelve arena
una ola rompería rostros recortados por el sol
decisiones incorrectas, caminos difíciles
al lado de la funeraria habría un local de lotería
le gustaría antes irse lejos donde la tierra no se moviera
Tres clases de personas había para ella
las que vuelven al comienzo, las que corren al final
y aquellas que desaparecen entremedio como si recién hubieran nacido

*

Metes tus manos en el abrigo
acaricias una foto
en su reverso dice Valdivia 1960
Alguien podría pensar
en olas que no fueron hechas por el viento
cartas mojadas
amantes arrasados en acción
hombres que buscan a sus hijos entre cochayuyos
lobos de mar que andan por las calles
una anciana con su gato a cuestas
Estamos muy solos
para darnos el lujo de permanecer quietos
Una imagen ya no es un soporte de memoria
sino una resignación
La naturaleza no es amable, decía Lao Tsé
trata a las personas como perros de paja
En realidad, tu foto nada tiene que ver con es
Como toda plenitud es ambigua
dice Valdivia 1960
pero fue tomada en Pichilemu 1994
En ella dos niños corren frente al mar

***

Semillas de cardo

Sombras recortadas por la bruma hicieron dedo a la playa
ella frotaba las manos
los párpados susurraban
encendía una colilla contra el viento
la había conocido adicta al sol
al borde de una acequia
manos gruesas y morenas entraban al saco
el grano caía al pie del espantapájaros
lo recuerdo ahora insomne entre zancudos
un misionero estriado de venillas
nos dejó al bajar la cuesta frente a dos yeguas
hocicos en morrales repletos de avena
miles de alternativas dejábamos atrás
un puñado de ramas en el fuego
humo, poca lumbre y animales muertos

*

Medio cubierta por una sábana
me hablabas sobre la forma
que tiene el yacaré de cazar
inmóvil, abierto el hocico
hasta que pase algo

El crepitar de mi aliento
dos paquetes de fideos
la misma ropa todos los días
un mendigo dirige el tránsito en la lluvia
arroja una piedra en el pasado
quema pastizales apoyado en el rastrillo
el mundo se te escapa cuando quieres entregarlo todo
las heridas se vuelven cicatrices
como semillas de cardo, el viento nos esparce

***

Manchas de humedad

20. Leo para matar el tiempo o lo hago porque es lo único que sé hacer. Leo los viejos libros de mis amigos que se fueron y me dejaron a cargo de su perro. Leo sobre Czapski. Artista polaco y capitán de caballería durante la Segunda Guerra. Capturado por los soviéticos, dio conferencias sobre Proust entre los piojos del Gulag. Carecía de un ejemplar de En busca del tiempo perdido (que había leído durante una convalecencia por el tifus), entonces habló de memoria sobre un libro que trata sobre la memoria.

***

Yanacona

Traes temporal y cimarrones
mástiles rotos, amanece con neblina
hueles el porvenir en cajones de té
y el caballero mira al Joven Daniel, herido
sin resignación, sangre en las arenas
aquí empezaba un país de vidrios limados por olas
risueños pero desesperados, explotaron en la playa
los han visto en la trilla prestigiándose con chiñura
Elisa, por ejemplo, costó corrales de animales
ahora pasa el día en las máquinas de apuestas
oye canciones en esa lengua
que poco a poco nos resulta familiar
y tú conoces como ninguno
arrodillado ante un cuenco
introduje la epidemia
el tiempo nos obligó a enterrar los cuerpos
sin ataúdes. Los perros recuperaron a varios
entre luciérnagas
todavía no hay flores de plástico

*

Mar grueso en la pupila
helechos cimbreados por lenguaraces
cae nieve, plumas sin memoria
formaciones rocosas ciernen el desamparo
fumaderos y estambres
un zorro, la cola gacha, toma agua
arranco corriendo, la garúa se hace finita
el ultraje es mi piel
Severino ha pedido leche de yegua negra
chorrea sobre la fronda
me mira callado y después toma apuntes
cree que debería hablar como bruto

si no sabe que fui sable y yegua
me volví matapiojo entre vapores
apañé en secos pastizales
el espíritu se enferma, dicen
y la noche retrocede lentamente

*

Más allá de estas colinas
nada crece por el viento
pero en estos pagos de bandurrias
el sol cabe en los morrales
vi aserraderos adictos a la lluvia
queda harina negra, azúcar con percán
arboleda enterrada entre pestañas
vadeamos lumbreras oscuras
machetes y mercachifles
deja contártelo como si deslizara
otra lengua por tu piel

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