¿Ansioso por una buena intriga? Pues enhorabuena, porque si algo abunda en la televisión actual son las series policiacas. Les ofrecemos cuatro opciones recientes con algo importante en común: los cuatro personajes elegidos son reconocidas sagas literarias que han saltado a la televisión digital contemporánea sin perder su licencia ni, en algún caso, el sombrero de ala ancha.
El joven Wallander (Netflix)
Puede que este Wallander millennial sea menos reflexivo que el representado por Kenneth Branagh y otras adaptaciones suecas, y desde luego menos que el original literario de su creador, Henning Mankell, del cual conserva más bien poco. Pero la serie recién estrenada por Netflix, que narra los primeros pasos del legendario policía sueco en la actualidad, al menos quita toda la paja habitual de estos productos (la duración es de apenas seis capítulos, y no necesita más) y arroja unas prácticas verdades sobre la indisimulada lucha de clases en el estado del bienestar sueco. Adam Pålsson, con una seductora voz en la versión original, está bien en el papel de Wallander, aunque todo en esta serie da la impresión de estar hecho con el tiralíneas de la factoría de series criminales nórdicas.
Bosch (Amazon)
Esta serie, ya tan veterana como el propio Bosch, acabará en 2021 con una séptima temporada que acaba de comenzar su rodaje. Una decisión, la de Amazon, que sin duda les quita un problema de encima, dadas las terribles revueltas sociales que atenazan Estados Unidos. Y nada que ver, por supuesto, con la calidad de la serie interpretada por Titus Welliver, que ha secuestrado para siempre el personaje creado para el papel por Michael Connelly, captando no solo su aire (aparentemente) abstraído, sino también toda su resistencia y su tristeza. Bosch es un procedimental a la antigua usanza, capaz de transmitir con rigor la realidad del trabajo policial y, a la vez, enredar sin vergüenza con los tópicos del género. La trama personal sobre el pasado de Harry sirve de gran arco de unión para una de esas grandes series “tapadas” de las que todo el mundo debería hablar. Si nos piden elegir una temporada, diremos que la tercera, basada en el excelente volumen Más oscuro que la noche, pero todas están francamente bien.
Mr Mercedes (AXN Now)
Stephen King se introdujo en el noir con la trilogía de Bill Hodges, interpretado en la televisión por otro sabueso excelente, como es el irlandés Brendan Gleeson. Y le cogió el gusto, en tanto sigue trasteando con el género y explorando su vinculación con lo fantástico gracias a Holly Gibney, una investigadora con trastorno obsesivo-compulsivo nacida en la novela y que continúa dando guerra en sucesivas historias (la última en La sangre manda, con un relato corto que sirve de continuación a El visitante). Mr Mercedes, la serie, podría ser mejor que las novelas originales. Su ritmo es lento, la investigación de esa familia improvisada que se acaba reuniendo alrededor de Hodges es igual de ortopédica en las tres temporadas, pero toda la candidez y misterio de la obra de King, que ha recomendado encarecidamente la serie como una de sus mejores adaptaciones, están aquí. El cierre de su canal, Audience Network, hace imposible su continuidad, pero sus tres temporadas ya estrenadas y disponibles en Movistar abarcan toda la trilogía original y suponen un curioso ensayo sobre el mal encarnado. Invirtiendo el orden de las dos últimas novelas, el legendario David E. Kelley y el profesional Jack Bender reflexionaron sobre las consecuencias de un atentado impactante como el atropello múltiple del comienzo del relato, permitiendo al diabólico Brady Hartsfield (Harry Treadaway) poseer cuerpos y, más tarde, también mentes, y permitiendo a King cambiar de andén desde el realismo social descarnado a la fantasía de serie B sin perder la compostura ni el verismo. La tercera temporada, aparentemente alejada del ciclo anterior, es la mejor: su humor negro y capacidad de reflexionar sobre el influjo de la ficción en nuestra vida es de premio.
Al igual que El joven Wallander, estamos ante un “relato de orígenes”. Pero a diferencia de aquella, esta vez nos quedamos en la época original, en el Los Ángeles de la Gran Depresión. El legendario personaje de las novelas policiacas de Erle Stanley Gardner, interpretado durante décadas por Raymond Burr, renació este verano con el rostro del excelente Matthew Rhys (The Americans) en una historia producida por Robert Downey Jr. que, inicialmente, él mismo iba a protagonizar. Perry Mason, la serie precuela sobre el afamado y terco investigador y abogado, es justo la gran superproducción que uno esperaría de HBO, o si quieren, el lujo hecho serie de televisión. Su reparto (John Lithgow, Robert Patrick, Tatiana Maslany…) es inmaculado, el diseño de producción ejemplar, la banda sonora de Terence Blanchard simplemente alucinante. El guión da tumbos y avanza a empujones, como ese tránsito brusco del género criminal al judicial a mitad de la temporada y algunas otras trampas, pero incluso esos defectos otorgan personalidad y ritmo a una serie absolutamente eficaz, carismática y entretenida. En esta primera temporada, Perry es todavía un investigador al servicio del despacho de E. B. (Lithgow), lo que da pie a momentos de una violencia descarnada que alejan la serie del original de los 60.
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