Aleyda Quevedo Rojas es una poeta, periodista, ensayista y gestora cultural nacida en Quito, Ecuador, en 1972. Ha publicado: Cambio en los climas del corazón (1989, Quito), La actitud del fuego (1994, Lima), Algunas rosas verdes (1996, Quito y 2016, Guayaquil), Espacio vacío (2001, Quito y 2008, Caracas), Soy mi cuerpo (2006, Quito y 2016, Quito), Dos encendidos (2008, Caracas y 2010, Quito), La otra, la misma de Dios (2011, Quito, 2018, La Habana), Jardín de dagas (2014, México, 2016, Toulon, edición castellano-francés, 2017, La Habana). Toda su Poesía Reunida aparece bajo el título Cierta manera de la luz sobre el cuerpo, agosto 2017, Colección Letras Claves de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade. Sus poemas han sido traducidos al francés, inglés, hebreo, portugués, sueco e italiano. Ha antologado libros como 13 poetas ecuatorianos nacidos en los 70, 2008, Venezuela; De la ligereza o velocidad que también es perfume, 2012, Cuba o La música y el Cuerpo, 50 poemas de Eduardo Chirinos, 2015. Es coordinadora editorial del sello independiente, especializado en poesía: Ediciones de la Línea Imaginaria.
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HAIKU DE LOS PÁJAROS
Cuidaré de tus pájaros
pero me niego a hacer
el amor en la jaula
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Cortadas a media noche,
las flores de verano iluminan la habitación del hotel.
Las de color naranja excitan
hasta afectar
en esa zona que las mujeres confunden con:
deseo,
desgarro,
defectos.
Las flores fucsia y las excesivamente moradas
distraen y llegan a enervar.
Pero estoy húmeda,
lista para la noche en este hotel del mundo.
Piso un jardín de intimidades.
A las ramas verdes del follaje
las chupo una por una.
La clorofila aceitada me va dejando
las ganas de ir hasta el fondo,
Mas lo que hago antes de dormir
es leer los poemas de Szymborska.
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DILEMAS
Hay palabras puentes dolorosos que no separan de la luz.
Llegan flotando, inútiles.
Palabras suplicantes, hirientes, rabiosas, porque que a veces los puentes rotos
de palabras se vuelven estambres flotantes y puntiagudos dilemas que te enredan y ahogan.
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CORALES
No importa la profundidad del descenso
o la imposible maleza derramada en el camino.
Es largo y frío el viaje sobre oscuros caballos.
Ejercicio de inmersión y belleza piadosa
hasta pisar altos jardines de coral negro.
Entre mi dolor —que conozco tanto desde el lodo—
y el universo poco explorado por la falta de tus palabras,
me quedan flotando la impenetrabilidad de la música y la sal.
Las medusas atrapadas entre mis pestañas me jalan rápido.
Más no importa el precio del descenso.
Es necesario volver al camino consciente del miedo
y el aliento del océano golpeándome en la nuca.
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BRAZADA
Curtida la piel, gastados los ojos, aprendí a bucear desnuda entre corales y piedras
cortantes. Brazada abriendo el lenguaje: mantener el codo más alto que el brazo,
las imágenes más brillantes son música.
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