José Carlos Rosales ha situado la acción poética de su último libro en medio de un diluvio incesante que interrumpe la rutina de las personas, que convierte la urbe en “una marisma turbia” y que saca a relucir la memoria húmeda de las cosas.
En Zenda ofrecemos cinco poemas de Alguien lleva una piedra escondida en la ropa (Bartleby), de José Carlos Rosales.
***
Pies de vidrio
Hay demasiada gente perdida en la parada,
una parada de autobús,
una mañana fría,
gente que calla y mueve la cabeza,
miran al suelo, alzan la vista
para seguir las nubes o los pájaros,
cielo lacrado, niebla móvil,
los brazos que se encogen,
el cuerpo que se mece de un lado para el otro,
vacilan, titubean,
quisieran alejarse,
tiritan:
que venga un autobús con plazas libres,
cualquier autobús sirve,
que llegue pronto el autobús vacío:
el movimiento entrecortado
de los brazos, vaivén o balanceo,
no dejan de moverse,
movimientos que son los movimientos
del que no tiene a dónde ir,
aquel que nunca se detuvo,
mecánica imparable, temblor aleatorio,
las manos ateridas,
los pies de vidrio opaco,
los labios que ahora son de madera o de cobre,
la soledad del mundo concentrada en un ángulo,
todo está enrarecido, todo está enrareciéndose,
todo el mundo se va,
nadie regresa a ningún sitio:
hay demasiada gente parada en la parada,
y una nube de vaho les difumina el rostro,
hace frío, impenetrable frío,
empezará a llover dentro de poco,
no habrá refugio, escondite o defensa,
nada está donde debe, todo empieza a borrarse
y alguien lleva una piedra escondida en la ropa.
***
Todo se moja
Cuando todo se moja, se moja casi todo,
no se moja la nube
ni se moja la piedra
que alguien guardaba en los bolsillos
camuflados, secretos, de un abrigo tan mustio
que pareciera ropa de otro tiempo,
cuando la lluvia era
vaticinio o pronóstico,
presagio reservado,
algo que nunca llegaría,
pero la lluvia vino removiéndolo todo,
y desbordó las lindes,
inundó dormitorios, comercios y trastiendas,
y ahora vemos
muebles desvencijados en todas las esquinas:
las calles y las plazas se han vuelto un mercadillo,
todo se volvió un mercadillo,
un zoco gigantesco,
mar de lodo donde flotan errantes
carpetas y periódicos, neveras y cojines,
armarios y cadáveres,
toldos, palmeras, neumáticos,
todo flota sin orden
y en la avenida hay un elefante cabizbajo,
un elefante que la cruza
con la torpeza del que huye
y, aunque apenas percibe la catástrofe,
parece que camina meditabundo, distraído,
mientras su trompa hurga en el barro buscando
hierba fresca, raíces, una fruta salvaje:
un elefante cruza la avenida
que ya nunca será lo que fue en el pasado,
congregación de héroes, casacas o casullas,
algaradas, desfiles, transeúntes:
bajo esta lluvia endémica y un desorden final,
con su memoria de elefante,
esquiva socavones, los baches y las zanjas,
calmoso pisa el pavimento roto,
tal vez esté pensando en una vida antigua,
esa vida anterior que no era vida,
la vida que llevaba bajo carpas y lonas,
luces de circo, aplausos:
tiene un colmillo roto,
se lo rompió arrancando la reja que impedía
fugarse o escapar, salir,
rozar la libertad fingida de la calle
y ahora mismo
camina por la acera el elefante triste:
anda sucio, manchado, en su piel arrugada
el agua forma surcos, grietas, cauces,
testimonios de un mundo que se fue,
y hay zonas donde el agua no llega todavía,
los tejados son islas,
las copas de los árboles son islas
y hay calles donde el agua solo roza el tobillo,
camiones que tropiezan y siguen y se estorban,
y van como sonámbulos,
su rumbo no es un rumbo:
hay demasiada gente parada en la parada
de un autobús que no llegará hoy,
quizás no llegue nunca
o llegará tan tarde que llegará tardísimo:
cuando pase, si pasa,
lo hará con el cartel de Fuera de servicio.
Cuando todo se moja, se moja casi todo:
se moja el corazón,
la memoria se moja,
la memoria se pone tan húmeda que duele
y un elefante cruza la avenida alejándose.
***
Pájaro verde
Mira la piedra donde un pájaro
verde se posa cada día:
mira la piedra, mira el aire,
mira los pájaros que pasan,
fijate bien, que solo hay uno
con un trozo de papel en el pico,
parece que no sabe que lo lleva:
blanco papel tan diminuto
que nadie notará lo que está escrito,
solo palabras desbordándose,
letras tan húmedas que borran
lo que quieren decir, no lo que dicen.
Mira ahora la piedra donde estuvo
aquel pájaro verde que anunciaba
cambio de clima, nueva época.
***
Alcatraz que voló
Las piedras se imaginan que son lo que no son:
corazón errabundo, materia viva, piel
que se mueve buscando un hospedaje,
formar parte de un puente, hacer caminos,
edificar con otras un albergue.
Las piedras se imaginan que en otra vida fueron
una cosa distinta: movimiento y calor,
alcatraz que voló de costa a costa
para anidar, vivir, fugarse
y regresar tranquilo, sin culpa ni recelo.
Las piedras se imaginan lo que no pudo ser,
volar hacia otras tierras y estar lejos de aquí,
llegar temprano a todo, hablar con alguien
y que cada palabra dijera lo que dice:
las piedras se imaginan lo mismo que nosotros.
***
Desobediencia
Cuando todos se fueron de la casa,
algún tiempo después de que se fueran,
Hijo Menor salió de su escondite
y empezó a recorrer aquel espacio
que ahora estaba tranquilo o en silencio:
todo seguía en su sitio y la mañana,
con su luz vacilante, sugería
futuro y claridad, desobediencia,
la libertad feliz de vivir solo,
la soledad sin culpa, la belleza.
Entró en los sitios donde nunca entraba,
abrió cajones, registró el armario
antiguo donde Padre dejó abrigos
y trajes y zapatos; buscó luego
lo que Madre guardaba, los despojos
de una vida más fácil, nada raro,
y entonces vio la piedra prometida,
piedra de playa, corazón caduco.
Miró la piedra, imaginó su origen,
y la apretó en la mano mientras iba
de nuevo a su escondite y esperaba
que volvieran aquellos que nunca volverían.
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Autor: José Carlos Rosales. Título: Alguien lleva una piedra escondida en la ropa. Editorial: Bartleby. Venta: Todostuslibros.
BIO
José Carlos Rosales (Granada, 1952) es licenciado en Filología Románica y Premio Extraordinario de Doctorado en Filología Hispánica. Con Si quisieras podrías levantarte y volar (Bartleby, 2017), del que existe una edición italiana (Se volessi potresti alzarti e volare, trad. de Damiano Sinfonico, Interno Poesia, 2021), obtuvo el Premio al Mejor Libro de Poesía del año 2017 (Revista digital de crítica literaria Estado Crítico). Ha recibido otros premios como el Internacional de Poesía Gerardo Diego (Poemas a Milena, 2011) o el Ciudad de San Fernando (El horizonte, 2003). También ha publicado los estudios Señales amarillas (2018), Memoria poética de la Alhambra (2011), Libro de faros (2008, 2020), Los secretos se escriben (2008) y A mi trabajo acudo con mi dinero pago. Poesía y dinero. Antología poética desde el Arcipreste de Hita hasta la actualidad (2019). Otros poemarios suyos son Años larguísimos (2019), Y el aire de los mapas (2014), El desierto, la arena (2006), La nieve blanca (1995), El precio de los días (1991) y El buzo incorregible (1988, 1996). Es miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada desde su fundación (2002).
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