Conocida por su activismo. Fue madre negra, feminista, lesbiana y guerrera; y, por supuesto, poeta. Visor publica una antología de sus versos, de la cual reproduzco 5 poemas de Audre Lorde.
MEMORIAL I
Si vienes tan callada como
el viento en la arboleda
oirás quizá lo que yo oigo
verás lo que ve la tristeza.
Si vienes tan ligera como
el rocío entretejido
te acogeré encantada
y te pediré lo mismo.
Puedes sentarte a mi lado
como un suspiro silente y
sólo los para siempre muertos
se acordarán de la muerte.
Si vienes, me quedaré callada y
no te diré palabras agresivas;
no te preguntaré porqué, ahora,
ni cómo, ni lo que sabías.
Sí, nos sentaremos aquí en silencio
a la sombra de distintos años
y la rica tierra entre nosotras
se beberá nuestro llanto.
MEMORIAL II
Genevieve,
¿qué estás viendo
esta mañana en mi espejo
escrutando por detrás de mis ojos
como un pájaro hambriento?
¿Estás buscando la forma de la chica
a la que menos me parezco
conforme pasa el tiempo
o acaso recuerdas que yo
no podía aceptar que tu cara se muriera?
No te conozco, ahora.
Pero estoy segura de que tu visión
fue más fuerte que la mía.
Genevieve, dime
¿dónde deambulan
las chicas muertas
cuando su verano termina?
Ojalá pudiera verte otra vez
incluso lejos de mí
como un pájaro
volando hacia el sol
tus ojos
me ciegan Genevieve.
LA ALONDRA SIN CANCIÓN
Brilla tan claro el sol sobre la colina
que puedo ver cada día
parches de nieve que cayó en primavera
antes de que te fueras.
Y ahora que está a tocar el verano
bajo las fuentes del prado
canta entre las ramas una alondra
sin canción en la luz de la aurora.
OAXACA
Bajo el pedazo de madera que labra
se mueve lentamente la tierra.
Pero los relámpagos se acercan.
Cultivando su secreto en la tierra ocre
tendida como una mujer
la osadía es una labor agotadora
para hombres de ojos inmóviles
que cuidan sus semillas
y una dura vigilia en la estación sin lluvia.
Pero en el fino y brillante borde del día,
más allá del arado partido, miran hacia las colinas
los relámpagos que se incuban
pues la tormenta es conocida.
Se mueve lentamente la tierra.
Aunque la víspera del relámpago
puede romper con un destello
la cara de una montaña, frágil como el vidrio,
la tierra se mueve lentamente.
Toda la fuerza de un hombre en brazos de su hijo
por tal de esculpir un surco
en duro suelo desafiante,
y la tendida tierra aguarda.
Largo y lento el arado
a través de la ocre estación seca,
y se mueve lentamente la tierra.
Pero los relámpagos se acercan.
PADRE HIJO Y ESPÍRITU SANTO
No he visto nunca la tumba de mi padre.
No es que sus ojos judiciales
hayan sido olvidados
ni las huellas de sus grandes manos
en nuestros pomos crepusculares
media vuelta cada noche y venía
empapado de asuntos del mundo
inmenso y silencioso como el deseo de todo el día
preparado para redefinir una a una nuestras figuras
sino que ahora los pomos crepusculares
esperan, y no nos reconocen cuando pasamos.
Cada semana una mujer distinta,
tan regular como su copa rápida de cada tarde,
arranca la hierba su silencio crece
llamándola matojo. Cada semana
una mujer distinta tiene la cara de mi madre
y él, que tiene tiempo,
sin cambio,
debe de estar asombrado,
pues conocía y amaba sólo una.
Mi padre murió en silencio, amando la creación
y las respuestas bien definidas.
Vivió juicios quedos de asuntos familiares
y murió conociéndome un 15 de enero de ese año.
No he visto nunca la tumba de mi padre
no vaya a ser que me convierta en polvo.
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Autor: Audre Lorde. Título: Entre nosotras (Antología). Editorial: Visor.
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