Canto a mí mismo es un gran poema polifónico que, originariamente, salió publicado dentro de las célebres Hojas de hierba, pero que ahora la editorial Abada presenta en solitario. En sus páginas encontramos todos los elementos típicos en la obra de Whitman: Dios, la naturaleza, el cuerpo, la vida y muerte, el amor, la camaradería… Esta edición bilingüe corre a cargo de Enrique López Castellón.
En Zenda reproducimos cinco poemas de Canto a mí mismo, de Walt Whitman (Abada).
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1
Yo me celebro y me canto,
y de lo que me apropie te debes apropiar,
pues cada átomo mío te pertenece.
Ando vagabundo e invito a mi alma a que también lo haga,
ando vagabundo y me tiendo a mis anchas a mirar un tallo
de hierba estival.
Mi lengua, cada átomo de mi sangre, se formaron de este
suelo, de este aire.
Nacido aquí, de padres cuyos padres aquí también nacieron,
al igual que sus padres.
A mis treinta y siete años, con una salud perfecta,
he empezado a vivir, y sólo espero no dejar ya de hacerlo
hasta mi muerte.
Que se callen ahora las escuelas y los credos,
me sirvieron y nunca he de olvidarlo,
acojo el bien o el mal, dejo que todo hable sin importarme
el riesgo,
a la naturaleza sin frenos con su energía originaria.
***
16
Soy por igual del viejo y del joven, del necio y del sabio,
indiferente y atento a un tiempo con los demás,
maternal y paternal a la vez, niño y hombre,
formado de una materia tosca y de una materia delicada,
ciudadano de la Nación de muchas naciones, no menos
de las grandes que de las pequeñas;
soy del norte y del sur, soy un ranchero indolente y
hospitalario de orillas del Oconi,
un yanqui que se abre camino comerciando, con las
articulaciones más flexibles y rígidas del mundo,
un kentukiano que vaga por el valle de Elkon con polainas
de piel de reno, un hombre de Luisiana o de Georgia;
un lanchero que navega por lagos, por bahías o a lo largo de
costas, un nativo de Indiana, de Wisconsin, de Ohio.
Me siento a mis anchas entra las nieves canadienses, en
los bosques de los llanos altos y entre los pescadores de Terranova;
me encuentro a mi gusto en la flotilla rompehielos,
navegando con todos;
las colinas de Vermont, los bosques del Maine
y los ranchos de Texas me parecen mi casa;
compañero de gentes de California, compañero de los
hombres libres del noroeste (sus altas estaturas me encantan);
compañero de barqueros y de mineros, compañero de
todos los que se dan la mano: como y bebo con ellos;
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27
¿Qué significa ser, en sus múltiples formas?
(Damos vueltas y vueltas rondando el mismo punto.)
Bastaría la almeja de valva endurecida, si no hubiera otros
seres más evolucionados.
Los hilos conductores que recorren mi cuerpo al punto
me detienen o me ponen en marcha,
recogen todo objeto y lo llevan indemne a través de mi
alma.
Con sólo remover o apretar con mis dedos, ya me siento dichoso,
y apenas si resisto el roce de mi cuerpo en contacto con otro.
***
37
¡Alerta holgazanes! ¡A las armas!
El pueblo amotinado va a derribar las puertas. Me siento
enloquecido.
Me encarno en todos los que sufren, los que son acosados,
me veo encarcelado, con un cuerpo distinto,
y siento su dolor sordo y constante.
Me vigilan los rudos carceleros, carabinas al hombro,
como a un reo,
o me dejan salir por la mañana para encerrarme luego
por la noche.
No hay un rebelde que lleven esposado a quien yo no acompañe,
esposado también y marchando a su lado
(más que el vivaz y alegre, soy el otro, el que aprieta sus
labios temblorosos entre un sudor de muerte).
No hay un muchacho acusado de robo al que yo no acompañe
en el banquillo, para que se me juzgue y me
condene.
Ni hay un enfermo de cólera que dé el último suspiro sin
que agonice con él,
mi rostro es ceniciento, mis músculos se tensan, y no hay
nadie que venga a consolarme;
los mendigos se encarnan en mi cuerpo y yo entro en los
suyos,
extiendo mi sombrero para pedir limosna con rostro avergonzado.
***
50
Todo está en mí. No sé qué es, pero sé que está en mí.
Retorcido y sudando, mi cuerpo queda luego tranquilo y
despejado,
y duermo, duermo mucho…
No lo conozco; no tiene nombre, es sólo una palabra que
nadie ha dicho nunca,
no está en un diccionario, y nadie lo ha expresado ni
captado en un símbolo.
Y gira sobre algo que es mayor que la tierra donde yo me
sostengo,
la creación es para eso como el amigo que me despierta
alegre con su abrazo.
Quizá pueda decir alguna cosa más… Bosquejos… Imploro
por todos mis hermanos y hermanas.
¿Lo veis, hermanos y hermanas míos muy queridos?
No es el caos ni la muerte… Es la forma, es la unidad, el
orden…
Es vida eterna… ¡Es la alegría!
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Autor: Walt Whitman. Título: Canto a mí mismo. Traducción: Enrique López Castellón. Editorial: Abada. Venta: Todostuslibros.
BIO
Walt Whitman es considerado el padre del verso libre. Su trabajo se inscribe en la transición entre el trascendentalismo y el realismo filosófico, incorporando ambos movimientos a su obra. Está considerado entre los más influyentes escritores del canon estadounidense.
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