Foto: Nuno Afonso.
Carla Badillo Coronado es una poeta, narradora, periodista y artista multidisciplinar nacida en Quito, Ecuador, en 1985 y radicada en Lisboa. Ha publicado los libros Belongings/Pertenencias (2009, Premio Moradalsur 2010), Partituras incompletas (apuntes de música y otras obsesiones) (2013, Premio Nacional de Poesía César Dávila Andrade 2011) y El color de la granada (XXVIII Premio Internacional de Poesía de la Fundación Loewe, a la Creación Joven, 2016,). En ficción ha publicado la novela breve Abierta sigue la noche (mención de honor del Premio La Linares 2015 y mención de honor del Premio Joaquín Gallegos Lara 2017). Fascinada por lo híbrido y lo fragmentario, se sumerge en diferentes ramas del arte, la traducción y las experiencias de viajes. No obstante, es en la exploración de la música, la improvisación y la performance donde encuentra la posibilidad más genuina de rebelarse contra la tiranía de su propia mente.
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Bienaventurados los no contaminados
de falsas enseñanzas
Los que no aprendieron en las aulas
la virtud del loro ni la moral del cerdo
Siéntanse tranquilos de haber sido forjados por la vida
de llevar la cicatriz en el pecho
y de poner el hombro cada día
para cargar el peso de sus propios cuerpos.
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CANTO II
Vengo de un animal extinto
en la boca de una mujer
como una palabra pronunciada
únicamente bajo la primera lluvia
por eso llevo en mis genes
la nostalgia de quien me vio nacer
sobre un territorio que nunca
se registró en ningún mapa
En ello radica mi búsqueda
mi vértigo
mi movilidad
amo el misterio de las criaturas perdidas.
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DE HERENCIAS A HIJAS QUE NO EXISTEN
Si algún día llego a tener una hija le diré: Todo lo que necesitas saber, pequeña, es el origen del mundo. Luego le entregaría un espejo para que se viese desnuda de pies a cabeza. Ese que resplandece frente a ti, es el imperio que te entrego; todo lo que en él habita te acompañará por siempre: células de dioses muertos, ideas recicladas, taras, sueños, ascos, miedos. Cuídalo, porque es lo único que te pertenece. Finalmente le abrazaría fuerte y pondría un martillo entre sus manos: la opción de romper, frente a mí, el reflejo de una verdad heredada.
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20
La vida es un terreno salvaje
¡Acostúmbrate!
Serás dueño de tu circo
pero nunca faltarán payasos
que intenten matarte.
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Quien sepa reconocer mi soledad habrá entendido el valor de mi palabra. Me abro al mundo y el mundo me devora. Me come trozo a trozo. Mi cabello lo llevan colgado los amantes de la noche como un trofeo en medio del desierto. Cabezas calvas gozan danzando como miembros de una tribu que no conoce más ley que aquella que imponen los astros. Leñas, brasas, humo; todo es permitido en el ritual de quien dejó su nombre tirado en el camino. El horizonte es cualquier pueblo que no conste en el mapa.
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