Ángel Guache es un poeta de múltiples caras. Sus registros más conocidos tal vez sean el neosimbolismo y un peculiar humor. Pero también abarca una faceta de sensibilidad expresionista. Los intensos poemas del libro Cruz, de los que aquí presentamos una muestra, son una conmovedora experiencia trágica sobre el paso del tiempo y la muerte. Un buceo en la interioridad. Una honda e inquietante interrogación sobre la oscuridad del ser y la nada, el misterio existencial, la soledad radical del ser humano… En estos visionarios y febriles poemas reina el desasosiego existencialista, lo espectral y la pulsión de muerte envuelta en una atmósfera de herrumbre del norte. Universo umbrío, misterioso y fantasmagórico, de una gran intensidad emocional y expresiva.
Zenda adelanta cinco poemas del libro.
***
FIEBRE
Con la fiebre
aparecen
las fosforescencias,
el aluvión de rápidos
dibujos
orgánicos
de formas y colores cambiantes,
fulgentes signos móviles,
texturas fracturadas,
organismos
informes
que ruedan
en ritmos aleatorios,
partículas
gelatinosas
en ascenso y descenso,
entrando y saliendo
por canales y orificios,
luces submarinas
entre sombras de líquido
amniótico…
Los pulmones,
columnas
cósmicas
de aire,
se alimentan
de negra noche
y de arcanos,
se ahuecan y se ablandan.
Las alucinaciones
o engendros
inconclusos,
se suceden,
se ramifican
a ritmo respiratorio.
El estómago es un canal
de emisiones marcianas
desordenadas.
Los ruidos ambientales
se distorsionan,
atacan tímpanos interiores,
acceden en escorados
vuelos.
Se expande el universo
dentro de los párpados,
ojo enclaustrado
escrutando
lo interno:
floración deshojada.
Y el cerebro se inflama
y por momentos se marchita
y arde en combustión lenta
y ensimismada.
***
FRENTE A LOS ACANTILADOS
Estoy frente a los acantilados.
Quiero amarrarme a la lacónica incertidumbre de tus ojos,
quiero encerrarme en tu alma íntima y exaltada,
quiero teñir tu voz,
quiero cubrirla de pan de oro
para santificarla y adorarla.
No temo a la desdicha,
es mentira lo que vemos,
no temo a los dioses milenarios
ni a la corriente del río de la vida.
Por ti entro en otra dimensión,
arranco las notas del ancestral violín del olvido
pero no encuentro el adecuado equilibrio,
la cualidad estratosférica de su sonido.
Y encallo en los nocturnos arrecifes.
***
EL FINAL (CANCIÓN)
El carrusel dejó de girar,
la fiesta ya terminó.
Se fue la música,
todo está en silencio,
sólo se escucha el viento
que lleva las hojas secas.
Solo y en silencio
está mi corazón.
La música se la llevó el viento
como ahora se lleva
las hojas muertas.
Es el tiempo de las pequeñas cosas.
La vida se apaga
como las fiestas del verano
y sólo queda la melancolía
del tiempo pasado.
Los amigos se quedan por el camino
y parece que la poesía
sólo sabe de cosas muertas.
Y el otoño quema el alma
y destruye
las inflamadas pasiones.
Se apagaron las luces de la fiesta.
En silencio
latiendo está de amor
el corazón solitario.
***
ME HUNDO
Me hundo entre signos
de profundidades abisales,
en un desplome lento
como alquimia hueca.
Me hundo en las lóbregas
cavernas de la memoria
y no encuentro canto
que llevar a mi voz.
Me hundo de tanto escrutar
los negros sueños
y el temblor de la noche
indócil de noviembre.
Me hundo en los sones insomnes
de la contracorriente,
en los ríos de muerte
de mis entrañas.
***
LA MUERTE
Llega la muerte inesperada.
La muerte, de nuevo,
siempre la muerte, a un paso
de mí, llevándose a los seres que más quise,
que más quiero.
No puedo creer que no voy a volver a verte,
no puedo concebir que no vas a estar
en ninguno de los días de mi vida.
No puedo imaginar mi vida sin ti,
yedra que me envolviste,
brasa viva,
no puedo vivir sin tu presencia,
no puedo vivir sin ti,
no puedo vivir.
Lloro de rabia como un niño indefenso,
como el viejo que soy.
En el centro de mi vida hay un vacío,
estoy roído por el vacío,
en mis entrañas hay un inmenso hueco
irrellenable.
Me arrastra un delirio tenebroso.
Una sacudida de odio me inflama.
Traspasa mi ira todas las barreras,
oh Dios obsesionado con la muerte.
Bebo sombra incendiada.
Bebo la muerte en silencio,
testigo de la muerte.
Tu muerte es más trágica que la destrucción del mundo,
siento un deseo de aniquilación, de disolverme en ti.
Ebriedad que me hunde en una noche sin fin.
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Autor: Ángel Guache. Fotografías: Sofía Santaclara. Título: Cruz. Editorial: Mondo. Venta: Web de la Editorial.
Extraordinario! Golpean los versos como pedradas. Rompen todos los vidrios del alma. La precision, el rigor, versos como dagas o bisturíes. Escalofriantes de bellos. Únicos . Sólo esos poemas pueden llenar de sentido el vacío del poeta.