Las cosas en su sitio, poemario galardonado con el premio Antonio Colinas y opera prima de Daniel Fernández Rodríguez (1988), se publicó en La Isla de Siltolá. Se trata de un libro melancólico, de tonos otoñales, que aspira a la serenidad y a la introspección. Sus versos procuran poner orden en los pensamientos y emociones, mediante un lenguaje que apuesta por la contención expresiva y una suave musicalidad.
Zenda publica cinco poemas
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Querido compañero
Querido compañero, amante, amigo:
bien sé que algunas veces te levantas,
cansado de aguantarme tantas noches,
a decirle al espejo que ya está,
que se acabó la historia entre nosotros.
Haciéndome el dormido, te he observado
desprenderte con asco de las sábanas
y caminar –descalzo, con lo mucho
que te molesta cuando yo lo hago–
con paso silencioso. Te agradezco
la discreción. Supongo que ya sabes
que estoy al tanto de tu hartazgo. Quiero
pensar que tus cuidados no se deben
a tus buenos modales, sino a un último,
inconfesado intento de rogarme
que te siga, hasta ver en el espejo
mi rostro soñoliento y triste y solo.
Océano
He perdido la cuenta de las veces
que avistaremos juntos el océano:
el mar está en silencio;
el cielo sobrevuela
los altos pensamientos que orgullosos
guardamos en secreto;
nuestra mirada al frente, el aire verde, el horizonte débil,
la luz, vencida, alegre;
cosidos de la mano, con los ojos
sumidos en la azul incertidumbre
de abrirnos paso juntos en el mundo breve.
Tarde de invierno
Tread softly because you tread on my dreams.
W.B. Yeats
Qué largo es el silencio de una tarde de invierno.
Qué lentas arrastrándose azules tantas horas.
Vuelve la lluvia a tu ventana.
Las cosas ya reposan en su sitio.
Acuéstate y descansa: no vayas a pisar
los sueños que te miran
desde el suelo.
Tejerina
Bruscamente apareces tras el verde;
algo torpe, quizá –disculpa–, y tímida,
como este que de nuevo viene a verte.
Yo sé que estás ahí, tras esos montes,
y sé tus ocho letras, y los rostros
de todos los que atizan, barren, siembran
tus lumbres y tus casas y tus huertos;
pero en cuanto ya asoman tus tejados,
ese oro viejo –la memoria– luce
y me enseña las cosas que custodias:
el agua del reguero me devuelve
a mi abuelo tallando la madera
de un barquito que surca mis recuerdos;
tu cuesta más paciente trae a cuestas
un balde azul que baila entre mis brazos
cuando arriba mandaban a por leche;
te miro y pienso que tu cielo ileso
me vio esconderme el último a la maya;
la luna de tus noches es la misma
moneda que alumbró los tenues pasos
de aquel paseo lento entre las eras;
y qué decir de aquellos besos (sueños),
que fueron los primeros… Tejerina,
nuestros caminos hoy discurren lejos,
pero tus aguas, cuestas, cielos, lunas
sabrán nuestros más íntimos secretos.
Otoño
I
Qué no daría yo por ser un pájaro.
No para alzar el vuelo desde un alto
y contemplar el mundo hecho a medida
de quien observa desde arriba
–heridas
las nubes blancas por las alas mías–,
sino para posarme
en una humilde rama
a ver caer las hojas amarillas,
las prisas de una tarde que se abriga
y los ojos de un hombre que me mira.
II
No para amedrentar desde una peña
al caminante solo cuya sombra
cruzara inadvertida mi horizonte;
no para trasponer –libre y sin rumbo–
confines, firmamentos y hemisferios
hasta rozar la linde azul del cielo;
tus alas en la tarde yo las quiero
para ocultar mi rostro de hombre solo.
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Daniel Fernández Rodríguez (Barcelona, 1988), doctor en Filología Española por la Universitat Autònoma de Barcelona, es profesor de literatura del Siglo de Oro en la Universitat de València. Su primer poemario, Las cosas en su sitio (La Isla de Siltolá, 2018), obtuvo el Premio de Poesía Joven Antonio Colinas. Además, ha sido finalista del premio Adonáis y del Loewe a la Creación Joven. Sus poemas y traducciones se han publicado en revistas como Anáfora, Estación poesía y 21Veintiúnversos.
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Autor: Daniel Fernández Rodríguez. Título: Las cosas en su sitio. Editorial: La Isla de Siltolá. Venta: Todostuslibros y Amazon
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