David Eloy Rodríguez es un poeta nacido en Cáceres, en 1976. Vinculado al colectivo de escritores La Palabra Itinerante desde 1996, algunos de sus libros publicados más destacados son Miedo de ser escarcha (Qüasyeditorial, 2000, Premio Internacional Surcos), Para nombrar una ciudad (editorial Renacimiento, 2010, Premio internacional Francisco Villaespesa), Escalones que descienden hacia arriba (Luces de Gálibo, 2017), Crónicas de la galaxia (El Transbordador, 2018), Los animales heridos (Libros de la Marisma, 2019) y el libro-disco Su mal espanta (Libros de la Herida, 2013). También es autor de los álbumes ilustrados para niñas y niños Este loco mundo (17 cuentos) (Cambalache, Oviedo, 2010) y Cosas que sucedieron (o no) (Cambalache, Oviedo, 2013). Ha sido incluido en diversas antologías como Andalucía Poesía Joven (Editorial Plurabelle, Córdoba, España, 2004), Poesía Viva de Andalucía (Universidad de Guadalajara, México, 2007) y Once poetas críticos en la poesía española reciente (Baile del Sol, Tenerife, 2007). Escribe canciones, letras flamencas y guiones audiovisuales para diversos artistas. Es uno de los coordinadores de la editorial Libros de la Herida.
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Hablar como si sólo hubiera
unas pocas palabras
y fueran para siempre.
Todo poema debe ser la carta de un suicida.
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MARAT – SADE, 1998
El problema ahora
es que hay muchos vigilantes
y pocos locos.
El problema ahora
es que la jaula está
en el interior del pájaro.
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El poema es la erección del ahorcado.
Demasiado tarde y para nadie. Pero ahí.
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Esperan su oportunidad
como luces apagadas.
Su vida se tramita
como un expediente.
Tienen los ojos veloces,
las manos más tristes,
el tiempo contado.
Siguen el cable
hasta el enchufe,
que es el morir.
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Cuando nacimos
ya habían traducido el mundo
en un lenguaje equivocado.
Las cifras estaban destinadas.
Las fórmulas tenían veneno.
Tuvimos que aprender
a respirar debajo del agua
y seguimos esperando
que la piel del tiempo
no nos vuelva locos.
No queremos ser tratantes.
No queremos ser esclavos.
Continuamos una senda de sangre.
No olvidamos de qué está hecho el camino,
no olvidamos.
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