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5 poemas de Doce lunas, de Eduardo Jordà

5 poemas de Doce lunas, de Eduardo Jordà

Eduardo Jordá publica una antología de carácter autobiográfico que comprende 56 poemas —algunos inéditos— y otros tantos relatos homónimos en los que el autor evoca el momento que hizo posible la escritura de cada una de las piezas.

En Zenda reproducimos cinco poemas de Doce Lunas, de Eduardo Jordá (Fundación José Manuel Lara).

***

Haiku

Noche de junio.
Las ranas nos despiden
ebrias de estrellas.

***

Mujeres enamoradas

Cuando tú ya no estés, yo estaré aquí.
Cuando no seas nada, aquí estaré.
Cuando seas olvido y ningún hombre
recuerde que una vez dijiste amarme,
cuando canten las piedras, cuando mueran
los ángeles, aquí estaré, esperándote.

***

Pero sucede

No sabemos por qué, pero sucede.
Una niña perdida vuelve a casa.
Llueve y llueve en mitad de un gran desierto.
El cielo se abre en dos, y nos acoge.
Los muertos nos susurran al oído.
Un testigo prefiere la verdad
al dinero o la calma. Un ambicioso
rechaza la injusticia provechosa.
En una celda inmunda, un pobre diablo
se niega a delatar a un compañero.
Una mujer y un hombre -o bien dos hombres,
o dos mujeres- se aman hasta el fin.
Y una familia entera, en la cámara
de gas, se abraza y da gracias a Dios.

***

Brian Wilson compone Surf´s Up

La luz de un amanecer de agosto
es una nota rojiza, redonda, no, no,
ovalada más que redonda, y casi cálida,
tibia, sí, tibia,
en mi menor, justo en mi menor.
La rozo, la oigo, la siento
porque está aquí, no, no está aquí,
está dentro, dentro.
Y los remolinos de la playa
forman una armonía a tres voces,
las puedo oír ahora, una escala de voces
que ascienden en el aire y se funden con el sol
que aún no ha salido pero al que yo veo
porque puedo oírlo, sí, ahí está:
ahora mismo asoma por el horizonte
y yo lo oigo y muevo los brazos
porque yo también asciendo
con el sol y la lluvia y la niebla y el viento.

*

Las voces, las voces…
Están aquí de nuevo. ¿No las oís?
Puedo oír las tripas del bajista
y el ruido de las cañerías
y el basso continuo del extractor de humos.
Pero ahora llegan las voces de los niños
que cantan las vísperas en una iglesia helada.
Y las voces de los niños en el funeral
de una tía sordomuda.
Y las voces de los niños que susurran,
helados, agotados,
cuando vuelven a casa por las calles embarradas.
Esas voces están ahí. ¿Cómo es posible
que no podáis oírlas?

*

“Has vuelto a ser joven”, decían los sacerdotes egipcios
a las momias de los muertos. “Ahora respiras de nuevo”.
Y yo las oigo en mi cabeza en un idioma que no conozco
pero que mi corazón entiende.
Y esas voces abren la boca de los muertos.
Y les dicen: “Respira. Eres joven de nuevo”.
Y esas voces están ahí, han vuelto, están ahí.
Y los muertos son otra vez jóvenes.
Y mi propia voz vuelve a ser joven.
Y yo asciendo en el aire con la luz y el viento
y los pinos y las olas de la playa.
“Habito en el oeste del cielo”, dicen los muertos.
Y yo habito en el oeste del cielo.
Y soy el cielo. Y el oeste. Y el crepúsculo.
Y el amanecer. Y el silencio del amanecer
justo antes de que empiecen a cantar los pájaros.

*

Y esa nota que nadie más oye
pero que yo sé que está ahí.
Esa nota que se forma
cuando dos notas que son la misma nota
suenan a la vez y se funden en una sola.
La misma, pero distinta.
La misma, pero otra.
Esa nota yo la oigo con mi oído derecho,
el que no oye -o el que la gente dice que no oye-,
porque mi padre me dejó sordo de una paliza.
Pero yo oigo esa nota
con mi oído que no oye.
Esa es la nota que oyeron Bach y Mozart,
pero no Beethoven,
porque en su corazón había rabia.

*

Mi padre me pegaba, mi padre me pegaba,
y yo oía el impacto de los golpes,
y eran notas, notas, notas.
Pero ahora no hay rencor, no hay dolor.
No, todo es música, todo es una nota
que estalla, que se enrosca, que se vuelve
aire que asciende al cielo,
voces de niños entumecidos que cantan las vísperas,
voces de los muertos que recitan
“Respira, eres joven de nuevo”.
Joven de nuevo.
Joven de nuevo.
Ya no hay rabia en mi corazón.
No hay rabia.
No hay rabia.
Ahora mi corazón
es una madre que canta a sus hijos.

***

Lamento de Ofelia

Quise dártelo todo, mi principio
y mi fin, mi tortura y mi júbilo,
mis mañanas de sol y mis noches de invierno.
Quise darte la alquimia de mi vientre,
con la que soy capaz de dar la vida
al espasmo que tú olvidas tan pronto.
Quise darte estas flores, este río.
Quise darte este cuerpo que se llevan las aguas.

Pero a ti te atrapó el trabalenguas de este mundo.
Te extraviaste en palabras malolientes
como tus calzas y tu miedo amargo.
Y a ellas las amabas más que a mí,
por mucho que dañasen como úlceras
el último repliegue de tu espíritu.
¿Y qué fue de mi pelo? ¿Y mis canciones?
¿Y qué fue de este cuerpo que se llevan las aguas?

Y ahora, quédate con tu infinito.
Te cedo la negrura de la noche
y el gusano que anida en todo entendimiento.
Te cedo el todo y la nada, la música
de las estrellas perdidas. Te doy
la mano fría de esta aurora fría
y un mundo de palabras sin sentido.
Te doy la eternidad. Te doy el miedo.
Te doy la luna llena que me alumbra.
Dile adiós a este cuerpo que se llevan las aguas.

—————————————

Autor: Eduardo Jordá. Título: Doce lunas. Editorial: Fundación José Manuel Lara. Venta: Todos tus libros.

BIO

Eduardo Jordá (Palma de Mallorca, 1956) es narrador, poeta, ensayista, traductor y profesor de Escritura Creativa. Ha publicado la novela Pregúntale a la noche (2007), dos volúmenes de relatos –Playa de los Alemanes (2006) y Yo vi a Nick Drake (2014)–, varios libros de viajes –entre ellos Norte Grande (2002) y Pájaros que se quedan (2019)– y una recopilación de ensayos literarios sobre clásicos de la narrativa breve: Lo que tiene alas(2014). Su obra poética comprende los libros Ciudades de paso (2001), La estación de las lluvias (2001), Tres fresnos (2003), Mono aullador (2005), Instante (2007), Pero sucede (2010) y Tulipanes rojos (2012). Su último libro publicado es Anna Ajmátova (2021), una biografía novelada de la gran poeta rusa.

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Cristian Mitelman
Cristian Mitelman
8 meses hace

Me encantaron estos poemas con la reminiscencias del Libro de los muertos
Pero tan lleno de vida