Todas mis palabras son azores salvajes (edit. Dos Bigotes), de Gloria Fortún, es un poemario en el que la escritora representa el afán de que, cuando se ama, se tiene que construir un lenguaje propio aprovechando que se ha fundado una patria. Un lenguaje que cante —y a veces grite— el amor y el deseo entre mujeres.
1
¿Por qué no soñarla? No a su costa, no a mi antojo, no a nuestro pesar.
Soñarla recogiendo así el milagro de que cuando llueve en su tejado lo hace también en el mío. Entonces nos decimos qué tormenta tan azul, qué añoranza tan verde, palabras que se evaporan y caen sobre nosotras atravesándonos la ropa.
Soñarla celebrando así que me ama aunque no haga falta, no nos pertenezcamos ni nos necesitemos, o precisamente por eso, por este amor sin descendencia y sin suelo del que nunca sabrán nada nuestros padres muertos.
Soñarla, sí, por qué no, sin inventarla, envuelta en un manto estrellado de irrenunciable verdad, tal y como es conmigo, tal y como no puede ser conmigo, besándome en Oniria, eso sí, con la misma vehemencia con la que no me besa en Realidad.
Y algún día con estupor seremos viejas, no queda tanto, y le diré te he soñado siempre y ella me responderá y quién te crees que te ponía las manos sobre los párpados para que pudieras hacerlo.
2
Con el corazón chorreando los brazos de lana
y las calles plenas
de jerarquías arbitrarias.
Así iré en tu búsqueda, mi melliza de Alma, las alforjas llenas
de pequeñas verdades y de grandes sueños.
Yo famélica jinete (desnutrición amorosa) de habla extranjera
(tú entre el mundo y yo, tú mi intérprete),
tú mi historia gigante yo amaré lo que tú amas.
Mi deseo es un corcel (cabalgadura palpitante) de lomo mullido
y destino estelar.
Tú en sorora espera
yo amazona de tu estirpe.
3
De alguna forma aprendimos el idioma de las personas, supongo que sobre todo para leer.
Tú me nombras despreocupada, como si tus palabras fueran el mantel que una ilusionista aparta de un tirón, dejando intacta la vajilla que estaba encima.
Me llamas en otra lengua. Como si tu verbo no lamiese.
Como si aquí todas supiéramos vivir muriendo.
A veces creemos estar rotas, pero quizá lo que esté roto sea el mundo. Siempre tuve miedo de tener miedo de ser yo. Pero tú me reconociste.
Volviste y me adjetivaste.
Me mostraste un secreto que se dice igual en todas las hablas.
Dime en loba lo que no puedes pronunciar en humana
4
Bonjour Tristesse. Jirones matinales de tristeza.
Anoche soñé que me levantaba a desayunar y en la cocina me esperaba Renata Adler. Me tendió una taza de café y un cuaderno. Lo hojeé. Tenía las páginas en blanco.
Llora, corazón, pero no te rompas nunca. Aprende de tu vecina el Alma. Ella es libre, libre.
Pues sí. Hay gente que tiene el poder de abandonar. Que como no puede tenerlo todo, decide no tener nada. Y que cuando se marcha es como si alguien encendiera todas las luces.
Y sí. Tengo que aceptar que mi relación más sana y duradera ha sido con Charlotte Brontë.
Las Grandes Capitanas de mi habitación estuvieron ahí cuando nadie más lo hizo.
Llora, corazón, pero no te rompas nunca.
De sus brazos a los de una monstruosa amante llamada soledad.
A partir de ahora, cuando quiera tocar su cuerpo, tendré que tocar el mío.
Llora, corazón, pero no te rompas nunca. Resiste, corazón, a los embistes de Mundocruel.
Gritaremos poemas por la ventana, como si fuera una serenata inversa.
Y un día me miraré al espejo y volveré a decirme: pero qué guapísima te pones cuando escribes.
Llora, corazón, pero no te rompas nunca.
5
Cada noche, ya sin cerebro y toda sentimiento, vestigio fértil de mujer, deshago el día bajo la luz intermitente de un faro que salva sin moverse, únicamente siendo, igual de inmutable que cuando le naufragan delante, naufragios mastodónticos, aquí nadamos sobre vajillas y pianolas recubiertas de musgo. Yo misma temo a veces volverme pecio, aunque tan denostado como está en la ciencia de la navegación, qué eficaz es el bote del deseo. Atisbo costa, pero no quiero llegar a ella con mi cultura, imponerla y colonizar, transformar mi sueño virgen en otra ciudad con los mismos dioses. Todas las que fui, es decir, todas las que soy, reman conmigo. Una ventaja que adquirimos con la edad es que ellas pueden ser nuestra genealogía. Yo que provengo de una estirpe de señoras perlosas, nos prefiero con creces. Formamos una banda pirata bastante temible. La torpe, la triste, la mentirosa, la infiel, la poeta, la enamorada, la furiosa, la zorra, la incoherente, la amada, la madre, la hija con escalofríos, la osada, la perseverante y la perseguidora de ballenas. Habla el mar espumoso. Poco más tengo yo que decir.
Gloria Fortún (Madrid, 1977) escribe porque ama y sueña con escribir como ama. Su profundo compromiso con la literatura, su amante más longeva, la ha convertido en escritora, poeta, trovadora, traductora y profesora. Ha creado una comunidad de escritoras a las que se conoce como las Peligrosas. Su oficio está atravesado por su larga trayectoria en el activismo feminista y lésbico. En Dos Bigotes ha publicado un relato en la antología Ábreme con cuidado (2015) y las traducciones de La nueva mujer (2017), Cómo acabar con la escritura de las mujeres (2018, en coedición con la editorial Barrett) y Amigas: Relatos de amor entre mujeres, del siglo XVIII al XX (2020).
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Autor: Gloria Fortún. Título: Todas mis palabras son azores salvajes. Editorial: Dos Bigotes. Venta: Todostuslibros y Amazon
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