Gustavo Yuste es un poeta y periodista nacido en Buenos Aires, Argentina, en 1992. Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA), ha colaborado con distintos medios como Revista Noticias, Perfil y es cofundador de La Primera Piedra. Ha publicado los libros de poesía Obsolescencia programada (Eloísa Cartonera, 2015), Tendido eléctrico (Objeto editorial, 2016), Las canciones de los boliches (Santos Locos, 2017) y Lo que uso y no recomiendo (Modesto Rimba, 2018). En 2019 publicó su primera novela Personas que lloran en sus cumpleaños (Paisanita). Todos los poemas de esta selección pertenecen a su último libro La felicidad no es un lugar (Santos Locos, 2020).
NUESTRO PRIMER DESAYUNO
Los dos comemos manzanas verdes
y, a pesar del ácido en la lengua,
seguro vamos a acordarnos de esto
como un momento dulce.
Vos mordés la fruta sin miedo,
mientras que yo uso un cuchillo
para evitar el contacto directo.
De algo tan íntimo y superficial
podríamos sacar varias conclusiones,
pero yo elijo solo dos:
tu capacidad de dejar marcas
en las cosas que tocás
y la distancia instintiva
que toma mi cuerpo
de todo lo que me hace bien.
MÁXIMA
Si los amigos son esa familia
que uno elige tener,
los enemigos también deberían ser
una elección y no un inevitable.
Una suerte de placer culposo,
como esas canciones que no queremos
que descubran en nuestro celular
o la película que decidimos ver
cada vez que la repiten en el cable.
Dentro de mi vida austera,
el único lujo que me doy es ese:
elegir a mis enemigos con criterio.
El resto, puro humo que se tira
antes de que salga la banda al escenario.
A ellos también los cuento
con los dedos de una mano,
la misma que uso para disparar.
RECORDATORIO
La virgen en la fachada de una iglesia,
iluminada por una luz amarilla,
y protegida por un vidrio.
Del otro lado,
una señora frena su marcha
y empieza a rezar en voz baja.
El golpe del anillo
contra esa protección invisible
le recuerda que durante toda su vida
nunca pudo tocar lo que adora.
APAGÓN
Un recordatorio para cuando lleguen
los momentos de tristeza:
al igual que durante los cortes de luz,
es recomendable salir a comprobar
si sólo somos nosotros
o es en todo el barrio.
LAMPARITAS QUEMADAS
Del primer capitalismo
nos quedó una de sus lecciones
más básicas y eternas:
la maquinaria siempre
gasta más energía al reanudarse
que cuando nunca se apaga;
y a ese ritmo decidimos vivir.
Del brillo del progreso
persisten las lamparitas quemadas
que nadie se quiere hacer cargo
de cambiar.
Durante las noches,
los más sensibles no pueden dormir
por el ruido incesante
que hacen las teclas de aquellos
que reescriben con mínimos cambios
el viejo testamento.
Una sola cosa es segura
de cara al futuro:
pese a que todos finjamos lo contrario,
en algún momento,
por más mínimo que sea,
también nos vamos a equivocar.
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