Hernán Bravo Varela es un poeta y ensayista nacido en Ciudad de México en 1979. Es autor de seis libros de poemas y de tres ensayos literario. Presentamos una selección de fragmentos de Modelo centinela, libro de varia invención publicado recientemente en la colección “Alfabeto del Mundo” de las editoriales La Castalia y La Línea Imaginaria (Venezuela / Ecuador). Actualmente es editor del Periódico de Poesía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
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LLEVAN su cubrebocas dos
de cada seis. El mediodía
representaba algo muy distinto:
la sociedad del sol. Ahora, administramos
la tos de quienes guardan
su lejanía como un diamante falso.
Guantes de látex para exploración,
ambidiestros, estériles,
desechables, un solo uso.
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FRENTE a esto es difícil que importe lo demás se está cayendo se está callando
todo
cómo se diagnostica cuál es el tratamiento cuáles son las recomendaciones
se va a caer ya lo decían antes nadie sabía cómo
solo para llevar está cerrado con el favor de dios no creo mucho en eso y si
me da ni modo
y cuando el ángel tocó el acorde de tristán salieron los delfines los patos y
los gansos las palomas los elefantes rosas
uno no sabe comportarse frente a un apocalipsis ordenado
por supuesto que la poesía importa es un caso doméstico no tiene relación
con lo de afuera
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FUE entonces cuando, venido de quién sabe dónde, clausuró el carnaval y se echó a dormir sobre nosotros como un edificio que se desplomara estroboscópicamente. Quienes alcanzaron a salir, dieron gracias y se esfumaron entre institutos de especialidad y naves nodrizas.
Al principio, el aire transmitió empatía y estática; después, comerciales, una plaga y la inauguración de los Juegos Olímpicos. Los de adentro dibujamos banderas en el piso e inventamos países para cuando nos tocara desfilar.
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SI no pensáramos ruidosamente,
si no quisiéramos los tenedores
y los cuchillos boca arriba, si
las hormigas premeditasen esto
y las moscas aquello, y las personas
se aparecieran como un plato hondo
y desaparecieran como un tic
en los ojos izquierdos de los muertos
o un foco que se funde casi al mismo
tiempo que una luciérnaga, o la puerta
del cuarto a oscuras que se abre cuando
pensábamos ruidosamente en nuestra
propagación, decirle a los vecinos
si de favor le bajan a la música.
***
NADIE escucha nuestro llamado. Gorriones,
primaveras, mirlos y abubillas son el ruido blanco
de nuestra charla para cuando la época termine.
Una banca sobrenatural; dos caretas de plástico, sucias
como un coche atravesando el espejismo de un desierto,
mientras el conductor y el copiloto alcanzan a ver,
detrás del parabrisas, una tormenta perfecta.
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