Igor Barreto (San Fernando de Apure, Venezuela, 1952) es poeta, editor, traductor y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Su obra poética fue reunida en El campo / El ascensor (2014), y posteriormente ha publicado El muro de Mandelstham (2017). Es una de las voces más importantes de la poesía venezolana contemporánea, por la contundencia de su proyecto estético. A través de un archivo de materiales diversos que enrarecen la noción de literatura, Barreto explora estados de interrupción de la vida como experiencias en las que el poeta ensaya los límites de su lengua e interviene en las formas dominantes de sentir e imaginar, para proponer una poética de la vulnerabilidad y de la dificultad.
La sombra del apostador, su obra más reciente, sorprende por la singularidad de su apuesta formal y temática. En este libro, Barreto traza una genealogía errática de las peleas de gallos y acude para ello a distintas tradiciones literarias y artísticas. De esta manera, realiza un compendio de imágenes que nos hablan de la vida, la belleza, la codicia, el desafío, la nobleza y otras posibles vinculaciones entre el hombre y el animal. Aquí la gallera es un espacio sagrado y la pelea de gallos un ritual de la cultura analfabeta profunda.
(Gina Saraceni)
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GALLERÍAS
Más que un toro
de lidia
de ojos inocentes,
el Gallo de Combate
es un animal
letalmente explícito.
Más que una tarde
en alguna
bella maestranza,
la gallera es un
teatro sin escena.
La mirada humana
convierte al hombre
en ave,
y al gallo
lo pone a pensar
igual que tú.
Solo el estoque oculto
tras la muleta
del último tercio
y la espuela
de carey
de una jaca de combate
se igualan
en crudeza.
Ambos objetos
podrían ser
las palabras
de un epigrama
de Marcial,
quien no le regateó
al Mundo
lo que el Mundo
era capaz de hacer.
Dame tu crueldad, Mundo,
dame tu violencia,
yo las quiero.
La verdad es que
hay maneras
de mirar en los ojos
el final de la vida.
Pero compartir
ese momento
y creer que mueres
con el otro que muere,
creer y sentir
una enconosa herida:
eso…
solo en los gallos.
THE COCKFIGHTING
Al pájaro de la muerte
¡Gallo! ¡Gallo!, que ardiendo brillas
entre la arboleda de la noche,
¿qué mano mortal, qué ojo
ideó tan terrible simetría?
¿En qué lejanos montes o cielos
arde el fuego de tu canto?
¿Quién vuela más que tú?
¿En cuál combate sentirás la semilla del miedo?
¿Y con qué trampas y venenos
quebrantarán tu bravura y tu casta?
Pero si tu corazón comenzara a latir con fuerza:
¿serías capaz de volver a matar
con tus espuelas de espanto?
¿Con qué martillo? ¿De qué horno
salió tu siniestro cerebro?
¿En qué yunque forjaron tus corvas uñas,
tu navaja dorada,
la tenaza de tu pico y esa mirada severa?
Cuando las estrellas arrojaron sus lanzas
y un crudo invierno ennegreció las nubes,
¿sonrió el hombre al ver su obra?
Quien te hizo a ti fue pastor de una sombra.
¡Gallo! ¡Gallo!, que ardiendo brillas
en las selvas de Indonesia,
¿qué mano mortal, qué ojo,
lentamente modeló tu terrible simetría?
ELOGIO DEL DESTELLO
La emoción
que origina el poema
ocurre en ese destello
de la refriega de los días
y apenas
permanece el tiempo
que toma una cerilla
en encenderse
iluminando
el rostro
como la geografía
más lozana
pero si no sacas
tu libreta y anotas
con paticas de grillo
presurosas
que salen
de la punta del lápiz
y si penosamente
solo te conformas
con soplar la cerilla
para dormirte
entonces el fuego
se transformará
en humo
y lo revelado
dibujará siluetas:
una nube
que apenas
será capaz
de procurar
palabras inservibles.
TULIPANERO AFRICANO
Fuimos un par de niños
en los breves minutos
a la salida del colegio,
cada uno
sostenía una flor
del tulipanero africano
o tulipier du gabon
que es una flor compuesta
por una base
de terciopelo amarronado
y sobre ella
la llamarada
de un solo pétalo
como la cola de un gallo:
con ese fulgor enardecido.
Y aquellos niños
tomaban la flor por su base
o imaginario cuerpo de ave
y apostaban un centavo:
una moneda
donde se oscurecía
el rostro
de algún tonto
que murió «patriota».
Y sin mediar
otras palabras
entrechocaban las flores
del tulipanero
dos o tres veces.
Poco tiempo
hacía falta
para que una de estas aves
perdiera su penacho
anaranjado
o su cola ardiente.
Y la flor quebrada
de gallo silencioso
—qué pena—
caía
sobre otras flores
que estaban en la tierra
esperando su turno.
……………………
Cómo has retoñado
este noviembre
tulipanero africano:
llama-del-bosque,
árbol de cien gallitos
que vuelan
desde las ramas
procurando una riña
donde perdí un centavo.
CAMINAR HACIA ATRÁS
Al final todo se redujo al hecho
de que no tuve tiempo.
Pude hacerlo
pero no estaba en mis manos.
Tampoco llegaron los ojos,
ni la lengua pronunció
—o hizo—
lo que ha debido hacer.
¡Qué gran distracción!,
esta pérdida de sentido.
¿Hacia dónde miraba?
Tal vez esperé demasiado:
así ocurre,
así ocurre.
Tenía el ánimo
pero fui por el camino equivocado
y apareció gente extraña con sus dudas.
Todo me llevó hacia atrás:
caminar hacia atrás,
caminar hacia atrás
día /y/ noche
caminar hacia atrás,
caminar hacia atrás.
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Autor: Igor Barreto. Título: La sombra del apostador. Editorial: Visor. Venta: Todostuslibros y Amazon
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