Isabel Pérez Montalbán nació en Córdoba, España, en 1964, y actualmente reside en Málaga. Estudió magisterio y comunicación audiovisual. Ha publicado más de quince libros, por los que ha merecido numerosos premios, entre ellos, el Premio Barcarola (1995), el Premio Leonor (2000), y el Premio Ciudad de Melilla (2019) por su último libro, Vikinga (Visor, 2020). Su poesía ha sido considerada por la crítica como iniciadora de la «Poesía de la conciencia», una poética que se opone al sistema capitalista desde la memoria histórica y el compromiso.
Vikinga es el símbolo de una niña nacida en la clase obrera de un barrio marginal llamado Los Vikingos, y del camino que la lleva a convertirse en una mujer que vive en permanente lucha, dentro de un mundo de conflictos e injusticias, aunque también de belleza y amor, mundo íntimo y exterior donde se aprenden valores y renuncias. Alrededor de estas contradicciones, este libro, que se forja en la autobiografía, es también una inmersión en la historia contemporánea, teniendo en cuenta su intertexto sociocultural y con acontecimientos reales de fondo. En estos poemas, que van desde el «yo» hacia los otros, se dan la mano la denuncia y la asunción del pasado, la crítica de un sistema y la comprensión por sus habitantes.
A continuación reproduzco 5 poemas de Isabel Pérez Montalbán incluidos en su libro Vikinga.
CHERNÓBIL
Como el árbol tan solo de una estepa
que va dejándose morir de amor,
como mujer yacente tras los golpes
y astronauta perdido en polvo cósmico.
Como la noria quieta de Chernóbil.
Como un niño pregunta por el tapón del mar
y un techo de uralita sueña tejas de barro
y un arquitecto escala el viento con su lápiz
para que vivan altos los deseos.
Como muñeca herida de Chernóbil.
Como el joven suicida mientras cae al vacío
y el migrante tan lejos recuerda todavía
el calor del brasero que alumbraba su casa.
Y bosque rojo uranio grafito boro ardiendo.
Como icono quemado de Chernóbil.
Y charco radiactivo de Chernóbil
y cine abandonado de Chernóbil
y una grieta en la tumba de Chernóbil,
así la soledad que pierde el norte
y nos mata, nos muere lentamente.
Así la soledad.
EL AMOR, ESE GRAN TEMA
Quería yo quererte sin mesura,
amor de endecasílabo y pureza.
En serio, amarte en limpio. No olvidar
por esta vez los líricos carbones
de una noche que avanza, que está a punto
de nacerse en mayúscula y negrita.
Y de repente todo se oscurece:
un apagón, un fallo de alumbrado,
en suspenso la piel y el porvenir,
la patria, las noticias, los relojes.
Menos los hospitales, claro: tienen
el suministro autónomo, vendaje
de emergencia y su herida con luz propia.
Y es todo que las olas rascacielos
destruyen los supuestos paraísos.
La noche es un dolor en letra impresa,
un grito alejandrino tan primario.
Y es todo que se afiebra la pupila
de un niño con malaria en su torrente
de sangre un poco anémica, tal vez
un poco sangre malva o rosa, no
roja ni azul palacio, apenas sangre.
Y es todo que anochece en los suburbios,
que anochece de veras sin remedio
por el bosque tan frío de tus ojos
mientras cenan lubina los poetas.
RITORNELLO
Lejanísimo amor, pequeño amor,
ni imaginabas cuando yo vikinga,
cuando joven o niña algo quijote,
espera y esperanza todavía,
reloj de cuerda nuevo todavía,
yo te quise sin regla o condiciones.
Quise cuidar jardines en tu pelo,
abonar primavera con sus flores futuras
en la columna helena de tu espalda,
y mimar un talento, un sexo, un brillo.
Porque amaba contar en tu piel olas
igual que una utopía o mar posible.
Confiaba en cada curva, cada lunar, la risa
en primer plano o plano contraplano.
Vivía en ti para sobrevivir
y en mí también para sobrevivirte.
Pero tú, libertario y protestante,
rastreabas los dardos de otra flecha fantasma,
detrás de una asamblea, de otra tesis
y ojalá un porvenir en que asentar un nido.
Así, aprendiz de Ícaro, te di alas y adioses,
extensión y la brújula de orientarte a tu Arcadia.
Un amor minusválido que calló atropellado
en la autopista de la sangre infiel,
casi muerto entre el tráfico y la duna;
un amor abdicante de dormir alma a carne
en mutua eucaristía hasta hacerse muy viejos.
Cuando yo al toque, cuando yo vikinga,
cuando reloj sin cuerda, yo te amé.
Y tú ni imaginabas.
SECRETOS Y MENTIRAS
Tregua para quien pide amor y le dan una piedra de sílex.
(…)
Tregua a los que han llevado a la plaza pública
los diminutos goces del esclavo.
(…)
Para quien pide un beso y le dan un estuche de saliva.
María Rosal. Tregua
Regreso del fracaso, de perder,
y el amor —que no existe— no es bastante.
Mirar en la mirada del otro hasta no verse,
dormirse con un sueño al lado de quien sueña,
besar la boca del que está besando,
no parece tan fácil ni es verdad.
Sin embargo, regreso de la calle
con el fango y la pérdida en las manos,
acunando en el pecho el hambre de un cachorro,
y así llego a la sal y a los albergues.
La sal sobre la herida sana y corta
la hemofilia: la fuente de la sangre.
No es que exista el amor, sino la tregua.
De las cosas sin nadie solo vuelvo,
del exterior secante y de secano.
Y sus brazos abiertos, como rías en bruma.
MÍO AMOR
Te amaba en los relámpagos.
Mientras me acostumbraba a dormir sola
en la dura almohada y las sábanas frías.
Mientras me acostumbraba al hueco al pozo
incluso seco igual de traicionero.
Renunciando a soñar, no tocarte o pensar,
iba extraviando entonces el detalle
de tu pelo y tu boca, el tinte de tus ojos.
Así te amaba, sin amarte ya,
mío amor, campanario de las horas.
Como a estatua sin corazón,
porque es de piedra, solo mineral
inerte que no late, desprecio de los pájaros,
paseo por la calle Mayor del abandono,
tragedia de la burla de viandantes
en pequeña provincia del terruño.
También yo alguna vez en primavera
debí de estar tan limpia que mi cuerpo
pareciera escultura recién inaugurada.
Pero después llegaron los perros, las palomas,
los mirones, los jóvenes fumando marihuana,
vomitando a mis pies junto a mi sombra,
la lluvia y el granizo erosionando el mármol
de mi frente y mis brazos.
Igual que a un niño esclavo de una marca extranjera,
te amaba. Como a un viaje interminable
para el que nunca habrá dinero.
Como a las olas de la risa,
como a las olas del alcohol,
como a las olas migratorias,
como a una ola última en el pecho
que lo empantana para siempre.
Porque hay cosas que no, que nunca.
Hay cosas que no se pueden contar
ni a los amigos íntimos ni al más loco psiquiatra.
Hay experiencias sin palabras
que aventuran inciertos sustantivos:
abismo, desventura, tragedia, herida, drama.
Y no. Dolor tampoco.
Tal vez se dicen con prefijos extra.
Porque hay cosas sin nombre: no es amor ni locura,
no es muerte o desamparo
o el más divino pronombre: nosotros.
Y así tan fiel te amaba sin amarte,
desde la desmemoria o la carencia.
Como a un trozo de hogaza
después de muchos días sin comer.
Después de tantos días, mío amor,
y nunca nunca nunca mío.
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Autor: Isabel Pérez Montalbán. Título: Vikinga. Editorial: Visor. Venta: Todostulibros y Amazon
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