Javier Velaza (Castejón, Navarra, 1963) es catedrático de Filología Latina en la Universidad de Barcelona. Como poeta ha publicado Mar de amores y latines (1996), De un dios bisoño (1998), Los arrancados (2002), Enveses (2018) y De mudanzas (2020).
Juan Antonio González Iglesias
Zenda adelanta cinco poemas del libro.
***
DECRETO
Con la voz más solemne que pudieron sacar
de sus gargantas trémulas y el ademán del mármol,
salieron a decir encerraos en casa
por lo que más queráis, o encerraos en casa
por los que más queráis, o no sabes qué fue
lo que dijeron, porque quién oye claramente
mientras el miedo aúlla, o quién puede entender
la verdad imposible de lo para no dicho,
en fin, dijeron algo, no dijeron deprisa,
lo recuerdas muy bien, pero no hacía falta,
porque aquella palabra crepitaba en sus ojos,
y tú fuiste y cerraste la puerta de tu casa
por lo que tú más quieres, que todavía no sabes
lo que es, pero sabes que lo quieres, y echaste
los cerrojos y dividiste el mundo
en dos mitades y erigiste entre ellas
un muro infranqueable y desde entonces
nunca más has sabido si te quedaste dentro
o fuera.
***
LA HABITACIÓN OSCURA
Junto a tu habitación, la habitación oscura.
Vives en el umbral de su puerta invisible,
ordenando rutinas, clasificando horas
hasta el momento exacto. Eres el elegido
y has aprendido el arte de paladear la espera.
De pronto, algo te invoca por tu nombre. Y pasas.
La luz negra es silencio que ilumina el sonido
del prodigio. Lo palpas un instante. Y se va.
Y eso es todo. Después, sales de nuevo y vuelves
a esta vieja tarea de destruir el mundo.
***
SECUELAS
El tiempo de tu infancia era redondo.
Como la esfera del reloj de comunión.
Como la hostia que te administrara
un fraile orondo, como su tonsura.
Como el balón de cuero que no te regalaron.
Como los círculos absortos de los viejos
removiendo el café al final de la fiesta.
De aquel tiempo te quedan secuelas indelebles:
esa manía tuya de darle cuerda al mundo,
la obsesión por seguir agnóstico y esbelto,
el recelo hacia quien tuvo cuanto quiso,
y esta única forma posible de esperanza:
remover el café en sentido contrario.
***
CATÁBASIS
Sales de casa huido de ti mismo. Necrópolis
de vivos, la ciudad te espía entre cipreses
y sospecha que buscas aquello que perdiste,
y no entiendes qué es. Y no te tiene lástima.
En medio del camino de la vida te sabe,
sin dirección. Te enfocan las luces del crepúsculo
y desfallecen. Pasas junto a la vieja iglesia:
los dioses han dejado de creer en nosotros
porque les dimos miedo. Te saludan,
con la mirada mate de la hulla,
tres almas enfundadas en sus cuerpos
insepultos: van al baile de máscaras.
En los parques el viento arremolina
portadas de periódico que informan
del fin del fin del mundo. ¿Qué canción
te sacará de allí, rota tu lira?
¿A qué rama aferrarte, si te hundieses?
En las sesiones golfas de los cines
se proyecta el futuro en versión
original, oferta dos por uno.
El diablo sabe que eres como él,
el más sabio de todos los idiotas,
el más audaz de todos los cobardes,
el más alegre de los hombres tristes,
y no puja por ti. En el Paradise
no permiten entrar con tus sandalias
de pecador. Y ya es la del alba,
y un día más esta ciudad te observa
de reojo volver despacio al purgatorio
de tu casa igual que regresan los héroes:
con las manos vacías de esperanza
y esta injustificable fe en el hombre.
***
ANOCHECER EN MONASTIRAKI
Incomprender el mundo. Esta tarde
en esta terraza de Monastiraki,
con una copa de retsina, iluminado
por la sombra sagrada de la Acrópolis,
sabes bien que esa es la auténtica misión:
incomprender el mundo. Los turistas
y los gatos regresan de aplaudir
la caída del sol en el Areópago.
Atenas anochece apenas sin dolor.
No hay un sitio en el mundo donde mejor se sienta
que todo ha sido inútil aunque haya sido hermoso.
Esta arena que pisas contiene todavía
fragmentos de la copa de Sócrates, Pericles
bajó por esa cuesta ya enfermo de la peste.
Ahí mismo, donde ese camarero
esboza con tres pasos torpones un sirtaki,
alguien mató a los dioses hace mucho. También
tú has matado lo tuyo por el sueño
griego de la razón, la gran metáfora.
Pero no te arrepientes. Tú anocheces
apenas sin dolor también y das por bueno
que todo ha sido hermoso aunque haya sido inútil.
Ahora eres solo otro turista más
que pasea sin rumbo entre las ruinas
abandonadas ya del pensamiento
—si hoy es martes, debe de ser Platón
quien nos explica el mundo inexplicable,
si es miércoles, Byung-Chul Han—,
y, cuando cae el sol, aplaudes indolente
y buscas junto a un gato una terraza
donde tomar tu copa de retsina
e incomprender perfectamente el mundo.
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Autor: Javier Velaza. Título: El campamento de los aqueos. Editorial: Visor. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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