Poeta, periodista y diplomático mexicano. Fue uno de los grandes renovadores de la lírica de su país en los comienzos del siglo XX. A continuación reproduzco 5 poemas de Juan José Tablada.
La mujer tatuada
Las huellas de los pies de sus amantes
han cubierto su alcoba
con un tapiz de peregrinaciones.
La arcilla de su seno
está llena de huellas digitales,
y todo su cuerpo de jeroglíficos
de colibríes, besos
de sus amantes niños…
El vuelo de sus cejas
en su frente admirable
posa un perfil de zopilote
sobre los cráneos del zompantli,
que echa a volar cuando sus ojos
luminosos se abren…
Espejo de obsidiana
del brujo Tezcatlipoca;
yugo de granito;
¡cóncavo
vaso de sacrificios!
Cuerpo macerado de inciensos
como las paredes de los templos.
Un pasajero amante
dejó escrito su nombre en un tatuaje
sobre su carne.
Su esencial orquídea,
como las de Mitla,
surge entre las piedras del templo
promulgando sangre de víctimas,
imán de mariposa ilusión
que flota en claros de luna o tiembla
en un verde rayo de sol.
La teoyamique sonríe en sus dientes
y el jaguar de su ardor abre las fauces
al través de una enagua de serpientes
y, hélice del Calendario ancestral,
su misterio sobre nuestras escamas
riza elásticas plumas de quetzal.
De su alma llena de sepulcros
suben hasta sus ojos
espectros y vislumbres de tesoros
y tanta pasión suprimida;
momias que emparedó el Santo Oficio
¡y hoy implacables resucitan…!
Mientras su carne de cera
arde con flama de pasión
como gran cirio de la Inquisición.
Se siente Emperatriz en las verbenas
y en la profunda ergástula de sus amantes, Reina,
y aspira como ídolo copales y alhucemas.
Caen los besos, de sus ojeras a la sombra,
en el ávido surco de su boca
y sus senos se hinchan
como si fueran a brotar dos rosas…
En su vientre está la equino-cáctea,
en su vientre infecundo
¡tan blanco como la Vía Láctea
llena de mundos…!
Sus pésames aúllan con los coyotes de la sierra
y su máscara estampada de flores
cubre una sonrisa de hiena.
Como submarinas medusas
en espejismos de Atlántidas
ruedan sus ojos en blanco
cuando entre blasfemias roncas
su hombre se rinde entre sus brazos
como un ahorcado en una horca.
Nada hay
tan semejante a una chinampa florida
como su carne escondida
bajo tápalos de Catay…
Y a ella toda, como la gran curva de luz
del cohete que en silencio vuela
y suspende, doblado en festón de saúz,
un jardín milagroso en la plazuela
a tiempo que a la vera de la vieja casona
esquiva la Llorona
su fluido cuerpo de lémur
y su quejido doliente y vano
como de flauta hecha en un fémur
humano…
Misa negra
¡Noche de sábado! Callada
está la tierra y negro el cielo;
late en mi pecho una balada
de doloroso ritornelo
El corazón desangra herido
bajo el cilicio de las penas
y corre el plomo derretido
de la neurosis en mis venas
¡Amada ven!…¡Dale a mi frente
el edredón de tu regazo
y a mi locura dulcemente,
lleva a la cárcel de tu abrazo!
¡Noche de sábado! En tu alcoba
hay perfume de incensario,
el oro brilla y la caoba
tiene penumbras de sagrario.
Y allá en el lecho do reposa
tu cuerpo blanco, reverbera
como custodia esplendorosa
tu desatada cabellera.
Toma el aspecto triste y frío
de la enlutada religiosa
y con el traje más sombrío
viste tu carne voluptuosa.
Con el murmullo de los rezos
quiero la voz de tu ternura,
y con el óleo de mis besos
ungir de diosa tu hermosura.
Quiero cambiar el grito ardiente
de mis estrofas de otros días,
por la salmodia reverente
de las unciosas letanías;
quiero en las gradas de tu lecho
doblar temblando la rodilla
y hacer del ara de tu lecho
y de tu alcoba la capilla…
Y celebrar ferviente y mudo,
sobre tu cuerpo seductor,
lleno de esencias y desnudo
¡la Misa Negra de mi amor!
Agua fuerte
Pasas trotando como si huyeras
y se diría
que antros de vicio buscando fueras
con las pupilas ardiendo al día
entre la sombra de las ojeras…
Tu cuerpo trémulo se arrebuja
con turbadores gestos de vicio,
y vas furtiva como una bruja
bajo las iras del Santo Oficio.
Bajo el arco de los tacones
de tus empinados chapines,
corren los ríos de ilusiones
de tus amantes malandrines.
Cubres tu frente con el mantón
y macerada por el pecado
a las campanas de la oración
tiemblas; el cierzo te ha flagelado
con anatemas de Inquisición…
La brasa de los besos
chirría en tu saliva
y las ojeras de los excesos
orlan tu carne de siempreviva.
De adobos brujos tus carnes untas
y en fiel consorcio con tu lesbiana,
sobre una escoba las piernas juntas
vuelas a un sabat de mariguana…
En tus ojos alucinados
por espejismos de vicio,
queman los siete pecados
raros fuegos de artificio.
En tu regazo tienes al diablo,
bajo tus faldas arde la hoguera;
hace tres siglos tu sino fuera,
letra y efigie de algún retablo,
morir quemada por hechicera. .
Cuando al toque de oración
flotando en negro mantón
en la penumbra apareces
y tus miradas destellas
un murciélago pareces
clavado con dos estrellas.
Talismán
¡Oh Fausto! Yo he sentido que se agita
en mi ser la tiniebla de tu hastío;
¿dónde está el Mefistófeles sombrío,
que me acerque a mi blanca Margarita?…
Sin que le arredre el sacrificio impío
por inmolarse el corazón palpita;
¿qué supremo holocausto necesita
para poder triunfar el amor mío? …
Mas, ¡oh gloriosos tiempos medioevales!,
fugitiva la Fe tiende su vuelo,
desplomadas están las catedrales,
¡y ya no puede el amoroso anhelo
para alcanzar soñados ideales
vender el alma y abdicar del cielo!
Revelación
Dicen que hay un santuario profanado
o el desastre final de una batalla
en mi alma estoica que sus penas calla
y en mi trágico ser decepcionado.
Si es mi alma la novicia que desmaya,
y si es mi ser el fraile excomulgado,
¡vendrá el milagro, y con su luz que estalla
hará brillar mi corazón nimbado!
Entonces tú, la pálida madona,
irás como sonámbula, llevada
por la plegaria que tu sueño entona
y al ver mi alma de amores inflamada,
¡descubrirás tu cetro y tu corona
y temblando caerás arrodillada!
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