María Sotomayor vuelve a las librerías con un nuevo poemario, La furia, en el que destaca la profundidad y luminosidad con la que aborda el sentimiento amoroso. La autora ganó el IX Premio de Poesía Joven “Pablo García Baena’ con su libro Nieve antigua, y ahora regresa con un poemario todavía más honesto.
En Zenda reproducimos cinco poemas de La furia (Espasa), de María Sotomayor.
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Es domingo por la tarde
imagino con todo mi cuerpo
la forma dorada de un embrión
los domingos por la tarde
no trato de saber los motivos que me están llevando
a poner toda mi atención en el verdadero amor
que era imaginarme un embrión contigo.
Ocupo con palabras los espacios más huecos
alguien dice haber oído el sonido de las uñas al rascar la piel de la boca
y aparece un recuerdo que me enrojece un poco
hasta que me viene una desesperanza
como un pequeño trance
una descarga
y no entiendo por qué ahora
los domingos por la tarde
también hay gente cambiando los muebles de sitio.
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Tu olor no ha tardado en ocupar la casa.
Las ventanas de la casa, el suelo de la casa,
el frío de la casa,
el agua de la casa, las duchas y los baños, la ropa de cama de la casa,
el café, el árbol del bosque de la casa,
el piano de la casa.
Cada escondite de la casa.
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Querido corazón de madera, la otra noche pensé en escribirte bebiendo zumo de melón y comiendo pan, pensé en sacar todas las fotografías y pintar en ellas pequeños demonios en las caras de esa gente que no conozco o, que he olvidado en algún lugar. El perro se ha comido zapatos, papeles, arena, bolsas enteras de arena y, anda por la casa con ropa interior en la boca moviendo la cabeza en señal de victoria. También se ha comido piedras, y ha roto vasos, platos, silencios, y la paz de una familia de hormigas si acaso fueran familia.
Si supieras, si supieras cómo huele la ropa aquí lavada a mano, y es que verás, hace algunos días la lavadora dejó de funcionar, como dejaron de funcionar algunas bombillas, y la persiana de la habitación pequeña. Pero la ropa, la ropa huele a carne y a limón puesta al sol, y a leche hirviendo, y a esa primera gota de sudor en la nuca.
Hay mosquitos furiosos del tamaño de los mosquitos más grandes que hayas visto, hay que encontrar la manera de aplastarlos y que no duela.
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Ser amada también es la furia.
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Ahora al fin aprendo que amar y escribir es lo mismo
un momento exacto que sale de tu cuerpo
y deja de existir en tu cuerpo
para vivir en otro.
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Autora: María Sotomayor. Título: La furia. Editorial: Espasa. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
BIO
María Sotomayor (Madrid, 1982) es autora de Estoy gritando, me conocí de esta manera (Canalla, 2013), La paciencia de los árboles (Letour1987, 2015), Blanco y negro es animal (Ediciones Ejemplar Único, 2016), versión ampliada de La paciencia de los árboles (La Bella Varsovia, 2018), Misericordia (Letraversal, 2020) y Fiera (Ediciones 4 de agosto, 2021). En octubre de 2016 obtuvo el IX Premio de Poesía Joven Pablo García Baena con Nieve antigua (La Bella Varsovia, 2017).
Poesía del altos vuelos para definir un cuaderno de esbozos y versos reciclados de otros poemarios de la propia autora. Francamente, es la sensación que me he llevado con este libro. Por no hablar del deje simplón, por no decir de patio de colegio, de algunos versos: «encontrar la manera de aplastarlos y que no duela»…
Desde «La paciencia de los árboles», la propuesta de Sotomayor ha ido perdiendo calidad. Al punto de que el primer libro no parece haber sido escrito por la misma persona. Algo pasa. Y me temo que estas son las consecuencias de apostar por escritoras que ostenten presencia en redes como único criterio.
Ahora censurad mi comentario, que así nos va.
La presencia en las redes en muchos casos, acaba siendo un bluff, por un lado porque tener muchos seguidores no es sinónimo de algo bueno necesariamente (no significa que te lean, que vayan a comprar tu obra, ni siquiera significa que les guste lo que haces) ojalá entendamos algún día que cantidad no es calidad…y por otro lado porque en ocasiones ni siquiera es cierto que se tengan dichos seguidores y eso, además de un engaño, es verdaderamente triste. Cuando se ocultan los seguidores (nombres) pero no el número de los mismos, debemos sospechar, por qué mostrar un número abultado de los mismos y ocultar quiénes son si a ellos no les importa? y cuando se ocultan los impactos exactos y no podemos ver cuántos likes te han otorgado esos supuestos miles de seguidores es porque la relación de seguidores y likes no es buena y porque se han comprado seguidores y no quieren que veamos los nombres de los mismos porque la mayoría son cuentas falsas con cinco entradas y además son cuentas de otros países de personas que ni hablan nuestro idioma. Para mí lo peor ya no es el engaño a terceros, para mí lo más triste es la persona que a pesar de lo obvio y burdo que resulta lo que está haciendo, ahí está, mintiendo/mintiéndose.
Que nos damos cuenta, dejad de hacer el ridículo….
Lo peor es que a mí me parece que no sólo recicla versos de sus propios poemarios. Uno tiene la sensación de que va metiendo enunciados con calzador en una suerte de pastiche. De cosas tomadas aquí y allá que no filtra, que no atraviesa. Que sólo se quedan en eso, en la etapa inicial, la lluvia de ideas. Luego se inventa cualquier cosa para justificar ese ruido y tan ancha. Como con este poemario. ¿La furia? ¿Dónde? Pero bueno, a más visibilidad más tendrá que esmerarse para tapar el tufillo. Puede que ese trabajo le otorgue otras dádivas. Puede que a partir de ahí se tome ella un poquito en serio su oficio. Y también los editores. Que ya está bien…
Pero qué credibilidad puede tener una persona que en una entrevista dice vaguedades como que «un libro es una construcción» (y ya); o que afirma que los signos de puntuación rompen el ritmo natural de un texto para luego, en la frase siguiente, señalar que ella no los usa obligando al lector a hacer pausas. ¿En qué quedamos? Me parece perfecto que se atreva a experimentar, pero hay que pensar un poco después. No desde lo primero que se te ocurre aprovechándote de que ya gozas de cierta fama. Ir de vanguardista desde la dejadez. «Un acto para con el lector» al que por lo visto, considera idiota.
Sotoplagios parecen… Luego sueña como el ladrón cuando cree que todos son de su condición.
La consecuencia moral que se cobra el tiempo, me maravilla. Que el propio individuo no se cosque de sus efectos, creyendo que con esta exhibición podría aplastar a otros, también.
Apartarse, apartarse y admirar la bóveda de pamplinas. Dejar clarísimo por dónde no quieres ir, ni con quien.
A mí me alucinan las fotos que escogen algunos poetas para salir en medios, retocadas hasta la deformidad. ¿De verdad que no pueden comportarse como gente normal, no pueden pedirle a un amigo que le tome una foto o contratar tal vez a algún fotógrafo?
¿Para cuándo un “me too” con las cositas que esta señora arranca de aquí de allá? ¿Con lo que ella hace con el trabajo de otras escritoras? Que ya somos unas cuantas afectadas…