“Juan Pedro Fernández Blanco fue un milagro civil de la palabra, un poeta portador de todos los asombros con que la voz de la poesía intensifica y ennoblece la experiencia humana; la delicadeza de su huella moral en la asamblea de los soñadores; una generosa calidez ante las desventuradas intemperies de su época y el categórico desafío que, frente al constructo de la tristeza, hicieron de su teorética mirada sobre la paradójica realidad una conmovedora vivencia poética, la casa celeste de su pensamiento donde la bondad y lo misericordioso habitaron junto a lo bello y lo justo. Ante los humildes, entre los enamorados, dio Juan Pedro voz a los desapercibidos durante la travesía, hizo visibles a los que habitan el interior del olvido, esa zona errónea de la memoria donde permanecen insumisos a toda capitulación los sueños pendientes de ser soñados, y junto a aquellos dio testimonio de admirable conmiseración. Ese fue el territorio de su virtud, el de las prudentes ensoñaciones del habla y la escritura, el ético y amoroso discurso de la dulzura y la piedad frente a los actos de fuerza, la hermandad de los solos a la espera de las revelaciones de lo absoluto”. (JUAN CARLOS MESTRE)
***
TORRENTE DEL PASADO
Estos versos son tuyos,
torrente de agua,
que atravesaste días oscuros,
que con tus arrojos primeros,
aquellos días, labraste
tan abrupto cauce,
y que ante todo
has llegado hasta aquí
para caer como cascada
sobre esta límpida charca
en la que ahora yo bebo
con victoriosa delectación.
Con esta agua,
que cae con ligereza
por mi garganta,
te compensas
de la escabrosa oquedad;
y tus avances
por el desigual cauce,
me resarcen a mí,
me resarcen de tanta sed
de este tiempo pasado.
***
SEMILLAS
Sembrado ya el amor
del poema, las sílabas
exactas, la generosa
dolencia del lenguaje.
José María Muñoz Quirós
Siembro la simiente sobre la limpia página,
fecundos dominios para la inspiración.
Semillas de experiencia caen geminando en palabras.
Su néctar mancha la hoja con negrura luminosa.
Poco a poco se dibujan contornos reconocibles,
se registran palabras en el pulso con la vida,
palabras necesarias para la siega.
Entre buena mies surge broza
vocablos inservibles para la voz de la poesía,
que son recluidos a los límites del papel
y caen en el abismo sacrificados,
donde el tiempo no los nombra.
Poco a poco brotan metáforas,
ritmos y sonoridad brillarán como vergel.
Versos sabrosos y sensuales son la cosecha,
ya la sabiduría del tiempo, atenta a la recolección,
decidirá cuál de aquellos disfrutará
de permanencia en la luminosa alacena de la historia
en la que nadie termina de saciarse.
***
AVIONES DE PAPEL
Devuélveme aquellos amaneceres,
cuando madre nos abría las ventanas de la mañana
y quedaba inaugurado el verano.
¿Recuerdas?,
el trino de los vencejos prendido en sus pestañas
nunca nos miró de manera tan bella,
rompían sus besos salinos contra nuestra frente adormilada,
mientras nuestras ilusiones cabalgaban por el horizonte más lejano…
¿Escuchas? Son los vencejos,
aviones de papel sobre un azul crayón,
nos lazaban paquetes de tebeos,
nos proveían de tardes sin final,
terminábamos con las rodillas contra el pavimento,
¡Arriba! Y vuelta a empezar…
Eran mañanas de rocío entre las sábanas,
fantasiosas tardes de dulce aburrimiento,
cuando en bicicleta escapábamos de los deberes del colegio.
Éramos proscritos de la siesta por ser huérfanos de sueño,
y dormitaba, en las alcobas del futuro, nuestra lujuria del deseo.
Devuélveme aquellos amaneceres
y el escuchar de nuevo
la nítida verdad que anida en el vuelo del vencejo.
***
CASA COMPARTIDA
Un día de lluvia interna
viniste a mi casa
a abrir de par en par sus ventanas,
a apuntalar con deseos y sueños sus paredes,
a no tocar sus grietas.
Fundaste nuestro hogar en cada rincón,
te hiciste un hueco a la derecha de la cama,
sin disputa, sin claudicación,
como ocurre lo que es inevitable.
Te hiciste guardiana de mis desvelos,
te convertiste en mi propio desvelo,
la casa ardió en una hoguera compartida,
en mayo, floreció en tu pecho una flor perenne,
en el mío de deshojó un crisantemos en mil pavesas,
¡qué senda ante nosotros se extendía…!
Nadie se salva solo
y un cielo en un infierno cabe,
no conocimos la manaña, la tarde… el día,
todo fue una eterna noche luminosa,
de lunares de estrellas, tu vientre,
de luna, mi pecho abierto,
con los grillos como testigos,
no se ofició mejor casamiento
sin lazos que aprieten el corazón, la razón, el deseo,
el amor de dos perdidos en un sueño…
***
EL RELOJ
El reloj de mi padre marca la una y cuarto.
Luis Fernández el día de su Primera Comunión recibió como regalo un reloj de sus progenitores.
El reloj de mi padre era sencillo, de la marca Certina y con un color dorado que lo dota de elegancia.
El reloj de mi padre cambiaría de correa en bastantes ocasiones; su maquinaria permaneció inalterable.
La caja y el cristal del reloj de mi padre nunca se rompieron, nunca fallaron, ni una ralladura.
El reloj de mi padre siempre marcará la una y cuarto.
No soy quién para darle cuerda.
Mi padre murió el amanecer de un lunes de mayo.
No. Mi padre murió la mañana de un lunes de junio, a la una y cuarto.
El reloj de mi padre es mi herencia. Mi padre me regaló el tiempo de la vida y su propio tiempo.
El reloj de mi padre dos veces al día parece funcionar.
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Autor: Juan Pedro Fernández Blanco. Título: La vida no basta. Editorial: El Sastre de Apollinaire. Venta: Todos tus libros.
BIO AUTOR:
Juan Pedro Fernández Blanco (Madrid, 1979–Ávila, 2023). Licenciado en Publicidad y RR. PP. por la Universidad Complutense de Madrid.
En 2015 publicó su primer poemario en solitario: La vida incierta (2015), con gran acogida en Madrid, Segovia y Ávila. En 2009 publicó su obra Suspira, amor, suspira dentro del libro colectivo La República de la Imaginación (Legados Ed.) junto a poetas como Juan Carlos Mestre.
Ha sido Primer Premio de Poesía Corta del Ayuntamiento de Ávila en las ediciones de 2011, 2012 y 2013, y finalista en 2006 y 2014. Formó parte de la Asociación «La Sombra del Ciprés», con quien ha colaborado en tres libros de relatos: Ávila Tenebrosa, Ávila Amorosa y Ávila a través del espejo. Participó en la revista literaria El Cobaya en repetidas ocasiones.
Trabajó en la revista de cine El Fancine, como crítico de música de cine y películas, además de realizar reseñas de libros, como parte de la Asociación Juvenil «Claqueta». Durante su formación como poeta, realizó varios talleres de creación literaria, en Ávila y Madrid, como los de Escritura Creativa y de Guion en los Talleres Literarios Fuentetaja y los Talleres de la Escuela de Escritura «Ítaca», impartidos, entre otros, por los poetas abulenses Carlos Aganzo y Ángela Segovia, y el salmantino Raúl Vacas, así como los guionistas, Roberto Marín Maiztegui y Catalina Murillo.
Durante sus estudios en Segovia, formó parte del ya disuelto colectivo literario «Vaso de aguas». Con este colectivo autoeditó un poemario presentado con un espectáculo en la Iglesia de San Nicolás de Segovia. También en Segovia participó en la revista universitaria sobre publicidad Contrabriefing y colaboró en las revistas La bola y El ajo negro.
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