Foto: Pablo Caldera.
Las cañadas oscuras es una ficción poética que toma como punto de partida la expulsión de los gitanos del barrio de Triana, a mediados de los años 50, para ahondar en las formas en las que el racismo es reproducido a través de la especulación urbana y sus metáforas. En estos versos hay un paseo por la margen de un río en obras, donde los personajes se encuentran con sus amantes en noches largas y en rincones ocultos.
En Zenda ofrecemos 5 poemas de Las cañadas oscuras (Letraversal).
***
I
Cruzo desnudo el puente de barcas
y llego hasta el barrio y a la fuente
dormida. Hay vecinos sin memoria
que pasean como siempre y recogen el fruto
de estos días sin viento. Huestes del placer
cruzan el atrio
llevando el cobre
hasta la calle Alfarería. No sé si ha existido
esta isla moderna, ni comprendo la gloria
que gritan sus muros.
La tapia encala
sombras de un naranjo múltiples, y apoya el sol fiero
su copa sobre ellas.
Mienten sepulcro y vejez: la isla nace cada año –no para mí,
para mí
nada en estas páginas– y busca parecerse al sueño que conozco.
Es verdad
el riesgo con su afán y su cauce:
son bellas la garganta y su sonido y la hiedra.
En la puerta, la justicia simula acostumbradas pompas
y reclama los cuerpos que pasaron la noche
felices
en calles más oscuras.
¡Elocuente enemigo!
Dirás hoy la rabia del día,
delatarás a tus sirvientes. Sabes
por dónde es mejor derribar las casas,
cuál es el escondite del miedo y del desorden. Dejas tras de ti
la paz de la constancia, el hueco duro de los cadáveres;
apilas el incienso y lo ahogas con tu voz sin voces.
Has dejado esta isla sin olor y sin secreto. Has ido al arrabal y lo has tomado.
Aprovechaste la fiesta para enfangar mi oído.
¿Dónde buscaré gritos y cantes de mi sueño,
vientres redondos, aquel manto verde
cubierto de cera, cuando volvamos, tú y yo,
sonriendo ya de día, tendida la flor y abierta
en mi cintura?
Sagrario de la noche que perdiste
tu Forma.
Burlas de un pájaro dorado de mimbre: en el olvido existirías,
pero has dejado de ser para mi cuidado. No hay mar,
ni palabras, ni dulzura de piedra. Tengo que inventar.
No hay calle, ni reliquia,
ni ciudad, ni símbolo. Tengo que inventarlo todo.
***
VI
y qué hombre sería aquel
mirando las casuchas y la era por labrar
mirando el desperdicio y los terruños
las manos en las caderas la frente inclinada
solo la calor urgiéndole por detrás de la oreja
y hacia los bordes del traje suavemente
qué hombre sería entre la vega y el ladrillo
montañas de basura de las que nacerían montes
la naturaleza es solo una de las formas del verbo,
el mundo, arcilla para las manos expertas.
***
VII
Marcharán por el bosque de este desierto en llamas
y tus hijos se apoyarán en tu pecho
por si tu pecho resiste
y en el éxodo dirás también nosotros
eloi eloi lama sabactani
dónde la fuente y la piedra dónde
dónde el río dividido para nuestro paso
ardiente agua redimida en mil bocas
qué suave es el yugo de la desesperanza
no cubre la fe el vértigo
ni el llanto la carne
aún huele el aire brutal a nosotros mismos
aún tiene el barrio la colina manchada
y en tu patio la afrenta vivirá por los siglos.
No suena
un solo cante verdadero.
***
XVII
Reconozco tu vientre entre multitud de danzantes.
Atravieso la bulla esquivando un clavel,
pongo mi mano en tu cintura. Terminas de bailar,
¿me has mirado?
Otros, aquí cerca,
escupen sobre la tierra, infiltran las aguas, redirigen
su curso, siembran plataneros entre losas de pizarra,
podan los naranjos en estaciones prohibidas, rompen ventanas,
excavan, ahondan, cimentan el suelo,
esterilizan los campos, secan la hez,
revuelven la turba, señalan, penetran,
alzan y dibujan, retiran la carne, degüellan,
limpian la alameda, pintan con sal
azulejos acaban con el cobre retiran la fragua
desbrozan los cántaros los búcaros y las cazuelas.
Pero tú, hombre entre los hombres, te detienes,
me besas con dulzura y continúas los tientos.
Hay bailes
para algunos cuerpos elegidos.
***
XXXV
He sembrado un azulejo nuevo en las calles de mi infancia
el espacio se borra con agilidad
y he privado a mi amor de sus jardines.
oh casa vuelta ciudad de grandísimas avenidas
rezo sobre el manto de tus ruinas verdes
con la era era
con el palo palo
con las espuelitas
de mis dos caballos
con el palo palo
con la era era
con los cuatro mulos
mi niña me vela
y tú ahora dormitorio de los hombres,
lecho infinito de ladrillo y yerro,
deja que parta el jarrón de loza
sobre mi pecho
y que hiera en ti la carne más amada.
No distinguiré el día de la noche,
ni la virtud del ruido. Oh ciudad,
hecha mía ya por siempre,
oh calles sin motivo… Hogar sin límites,
ventanas sin ventanas donde
morir en sueños.
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Autor: Juan Gallego Benot. Título: Las cañadas oscuras. Editorial: Letraversal. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
BIO
Juan Gallego Benot (Sevilla, 1997) investiga sobre Retórica y Modernidad en la Universidad Autónoma de Madrid y en la Universidad de Groninga. Escribe habitualmente sobre arte contemporáneo en diversos medios culturales, como Babelia-El País y A*Desk. En 2020 publicó Oración en el huerto (II Premio Tino Barriuso de Poesía Joven) en la editorial Hiperión. El compositor Iñaki Estrada musicalizó varios de los poemas del libro para una pieza homónima, estrenada en 2021. Su obra ha aparecido también en antologías y revistas.
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