La poesía de Miguel d’Ors devuelve una mirada esencial a los grandes temas: el paso del tiempo, la niñez, la familia, la naturaleza, Dios, el quehacer poético… Más de medio siglo después de su primer libro, sus versos nos acompañan en el camino hacia ese territorio misterioso de la felicidad.
En Zenda reproducimos cinco poemas de Las cosas de la vida (Renacimiento), de Miguel d’Ors.
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PERMANENCIA
Se fue, pero qué forma de quedarse.
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TAMBIÉN
Quizá por sobredosis
de canciones, películas y sueños,
o porque entonces yo
–que era, cómo explicarlo, más joven que yo mismo–
aún no entendía el idioma
en que vienen las cosas de la vida,
pensaba que el amor únicamente era
palabras tiernas, manos soñadoras
confundidas en una misma y larga caricia,
síes que les responden a otros síes,
besos celestes y horas de siempre sol y mayo.
No sospechaba que el amor está
hecho también de noes y distancias,
de lágrimas a veces, y algún grito,
y alguna hora ceñuda, y que precisamente
son esos noes y esas distancias y esas lágrimas
y todas esas cosas dolorosas
lo que prueba y depura
y alarga hacia el futuro, por encima
del vuelo raso de los sentimientos,
toda esa pirotecnia de las palabras tiernas,
las manos soñadoras, los síes que se miran
en el espejo de otros síes, los besos,
la primavera y todo lo demás.
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TRAZABILIDAD
Cada uno de estos versos se comenzó en Santiago
una tarde lluviosa de domingo de mil
novecientos cincuenta y tantos. Hay un niño
que ve pasar la vida,
ajena y gris, detrás de los cristales
empañados y siente
que está también lloviendo por dentro de él.
Y luego
los veranos luminosos de Cotobade,
con mañanas de caza por A Agüenxa
al lado del abuelo y el “León”
y aquellas aventuras inagotables, fueron
aportando detalles.
Poco después llegaron
los compañeros de la Facultad
–Carmenchu Saralegui, Javier Medrano, Pepe
Molíns, María José Alfaro, Maite Arana
y otros que no menciono únicamente
por razones de Métrica–, y los hayedos rojos
de Zuriza y Tacheras en octubre. Además,
cada uno de estos versos ha pasado
por la Llana del Bozo, el Petrechema, el Monte
Perdido, el Balaitous y el Bisaurín.
Mi mujer y mis hijos
están también en todos mis poemas
(algunos, en justicia,
debieran ir firmados en colaboración).
Otras cosas proceden
de los atardeceres de la vega
de Granada, de las nieves incandescentes
del Mulhacén, el Chullo y el Cerro de los Machos,
de mis alumnos de “Literatura
Española del Siglo XVIII”
y del inmenso azul de Carboneras.
Y
después de todo eso está el poeta
ya viejo –yo– que esta mañana, en Poyo,
recuerda y va esbozando, tachando, corrigiendo,
mintiendo un poco a veces
para que cada verso suyo diga
algo más verdadero que la simple verdad.
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LOS ABUELOS
El abuelo era blanco; conocía
dos cuevas y sabía seguir huellas de lobo.
La abuela era menuda y tibia como un nido:
jugábamos a pájaros con ella.
… Y, alrededor, los dos llevaban como
un contorno de campos y palomas:
cruzaban el umbral y parecía
que con ellos entraba el verano en la casa;
al contarnos los cuentos, en sus voces
oíamos molinos y cuervos alejándose
y hasta en las mismas ropas nos traían
un recuerdo fragante, un recuerdo lluvioso
del heno y la retama…
… Y el abuelo, qué manos de valiente,
qué venas, retorcidas como parras;
las ganas que me daban
de cumplir en un día sesenta y cuatro años
para tener dos manos como aquellas…
Luego, la abuela, aquellas zapatillas
de nube que llevaba,
aquel ir y venir, como volando,
de la escoba al misal, de sus gallinas
a las sábanas frescas,
de la labor de lana a los geranios,
del pan a las mejillas de sus nietos…
que entonces, suavemente, quedábamos dormidos
creyendo que la abuela no se acostaba nunca.
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CALENDARIO PERPETUO
El lunes es el nombre de la lluvia
cuando la vida viene tan malintencionada
que parece la vida.
El martes es que lejos pasan trenes
en los que nunca vamos.
El miércoles es jueves, viernes, nada.
El sábado promete, el domingo no cumple
y aquí llega otra vez –o ni siquiera otra:
la misma vez– la lluvia de los lunes.
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Autor: Miguel d’Ors. Título: Las cosas de la vida. Editorial: Renacimiento. Venta: Todos tus libros.
BIO
Miguel d’Ors (Santiago de Compostela, 1946) estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Navarra, donde obtuvo los grados de Licenciado (1968) y Doctor (1973). Fue Profesor Ayudante de Literatura Española en aquella Universidad de 1968 a 1973, y de 1973 a 1979 Profesor Adjunto. Desde 1979 a 1983 fue Profesor Adjunto Numerario de Literatura Española en la Universidad de Granada; desde 1983 hasta su jubilación voluntaria en 2009, Profesor Titular de la misma materia en la misma Facultad. Entre sus principales publicaciones de carácter académico se encuentran más de un centenar de artículos, reseñas y libros. En su vertiente de poeta ha publicado más de una docena de libros, siendo los últimos Sol de noviembre (2005), Sociedad limitada (2010) y Átomos y galaxias (2013).
«pensaba que el amor únicamente era
palabras tiernas, manos soñadoras»
Eran, ¿no?
El amor «era»
Digno de saborear, cada poema tiene esencia de vida