Charles Baudelaire publicó Las flores del mal en 1857, libro revolucionario que no tardó en ser objeto tanto de una persecución salvaje por parte de sus detractores —censura incluida— como de una defensa cerrada por la de sus admiradores. Pedro Alcarria Viera ha trabajado durante años en la versión que ahora, gracias a Ediciones Vitruvio, nos permite redescubrir al hombre que transformó la poesía.
En Zenda reproducimos cinco poemas de Las flores del mal, de Charles Baudelaire (Vitruvio).
***
Mujeres malditas
Cual recua pensativa, sobre la arena acostadas,
Vuelven sus ojos al horizonte de los mares,
Y sus pies se buscan y con las manos estrechadas
Tienen dulces desmayos y amargos temblores.
Unas, corazones prendados de largas confidencias,
En la honda arboleda donde los arroyos charlan,
Van deletreando el amor de temerosas infancias
Y la verde madera de jóvenes arbustos graban;
Otras, graves y lentas, como monjas marchan
A través de peñascos repletos de apariciones,
Donde San Antonio vio surgir como la lava
Los pechos purpúreos y desnudos de sus tentaciones;
Las hay que, a la luz de las resinas destartaladas,
En el hueco mudo de viejos antros paganos
Reclaman tu ayuda para sus fiebres aulladas,
¡Oh Baco, consolador de remordimientos ancianos!
Y otras, cuyas gargantas aman los escapularios,
Que, ocultando un látigo bajo su largo atuendo,
Mezclan, en el bosque sombrío y el anochecer solitario,
La espuma del placer con las lágrimas del tormento.
Oh, virginales demonios, oh monstruos martirizados,
Grandes espíritus desdeñosos de la realidad,
Buscadoras del infinito, devotas como un sátiro,
A veces pletóricas de gritos, otras veces de llorar,
Vosotras a las que mi alma en tal infierno persiguiera
Pobres hermanas, tanto os amo como os compadezco,
Por vuestra sed insaciable, por vuestras tristes penas,
¡Y las urnas de amor que os estallan en el pecho!
***
CXIII
La fuente de sangre
A veces siento que mi sangre fluye a raudales,
Igual que una fuente con sollozos musicales.
Oigo claramente cómo fluye su murmullo largo,
Pero me palpo en vano para encontrar el tajo.
A través de la ciudad, como en un campo cercado,
Se escapa, los adoquines en islotes transformando,
Para saciar la sed de todas las criaturas,
Y teñir de rojo en todas partes a la natura.
He suplicado a menudo a los capciosos vinos
Adormecer por un día el terror que me socava;
¡El vino vuelve el ojo más claro y la oreja agudiza!
He buscado en el amor sueños olvidadizos;
Pero el amor es para mí como una cama de alfileres
¡Hecha para dar de beber a esas crueles mujeres!
***
CXIV
Alegoría
Es una hermosa mujer de escote opulento
Que sobre su vino deja arrastrar el cabello.
Las garras del amor, las ponzoñas del garito,
Todo se desliza romo en su piel de granito.
Se ríe de la Muerte, del Desenfreno hace befa,
Esos monstruos cuya mano siempre raspa y siega,
En su juego destructivo sin embargo respetan
De su cuerpo firme y tieso la ruda grandeza.
Camina como una diosa y reposa cual sultana;
Ella tiene en el placer una fe mahometana,
Y con sus pechos colmando los abiertos brazos,
Atrae las miradas de los seres humanos.
Ella cree, ella sabe, esta virgen árida
Y aun así para el curso del mundo necesaria,
Que la belleza del cuerpo es un sublime don
Que de cualquier infamia arranca el perdón.
Ignora tanto el purgatorio como el infierno,
Cuando de entrar en la negra noche sea momento,
Ella mirará cara a cara a la de la guadaña,
Tal un recién nacido,- sin remordimiento y sin rabia.
***
IV
El aviso
Todo hombre digno de ese nombre
Tiene una serpiente amarilla en el corazón,
Instalada como en un sillón,
Que, si él dice: “¡Yo quiero!”, “¡No!” responde.
Hunde tus ojos en los ojos inmóviles
De los Sátiros o de las Sílfides,
Dice el colmillo: “¡Piensa en tu deber!”
Engendra niños, planta árboles,
Pule tus versos, esculpe tus mármoles,
Dice el colmillo. “¿Seguirás vivo al anochecer?”
Por mucho que esboce o espere,
Ni un solo momento ha vivido
El hombre sin sufrir el aviso
De la insoportable serpiente.
***
X
Un nombre de buen augurio
En la puerta, “Lisa Van Swiéten.”, pude leer
(Sucedió en un barrio que no es digamos un Edén)
-Dichoso esposo y dichoso amante quien la posee,
¡Esta Eva que en sí misma su remedio contiene!
Este hombre envidiable ha encontrado
Lo que nadie jamás había soñado,
Desde el polo norte hasta la región antártica:
¡Una esposa profiláctica!
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Autor: Charles Baudelaire. Título: Las flores del mal. Traducción: Pedro Alcarria Viera. Editorial: Vitruvio. Venta: Todos tus libros.
BIO
Nacido en París en 1821 y fallecido en 1867, Charles Baudelaire es uno de los grandes poetas de la humanidad, uno de esos autores que hacen de la poesía una manifestación artística eterna, y Las flores del mal el libro que contiene toda su obra y convirtió a su autor en un mito.
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