La escritora catalana Anna Cristóbal Lecina se ha alzado con el XXXIX Premio Gerardo Diego para Autores Noveles gracias a un poemario, Macromatadero, en el que reflexiona sobre las violencias cotidianas que interiorizamos con demasiada facilidad.
En Zenda reproducimos cinco poemas de Macromatadero (Diputación de Soria), de Anna Cristóbal Lecina.
***
la vergüenza se esparce por las arterias de un pueblo sin memoria
menguar en los caminos de tierra que ladean sus granjas
con vacas y cerdos como ofrendas
es ver palidecer los rizos de la niña que fuimos
las picaduras de abejas
la sangre de unas rodillas peladas
en las manos diligentes de nuestras madres y abuelas
ya nos vamos alejando de la oscuridad de los corrales
de los ojos opacos de los terneros
los campos de maíz runrunean secretos
y de la tierra empapada por los aspersores convulsionan
las fisuras de los hombres que durante el día siegan su dolor
entre arado inyecciones y semillas
más tarde llegamos a casa y los purines se cuelan
en cada una de las habitaciones donde hacemos el amor
caladas por la humedad de la carne extrañamos el silencio
[envuelto en la asfixia seca del lodazal
el asfalto radioactivo tal vez
hablar solas en notas de voz
cuando no hay nadie en la ciudad a quien abrazar
recurrir a amantes pretéritas
para reconocernos en un espejo de cicatrices
en un desierto de autopistas que tenemos que cruzar
(124 son concretamente los km que separan mi soledad
de tu casa en el río)
para volver a encontrarnos cada vez y reescribir la historia
hecha de orquídeas esqueléticas buscando sus pétalos boca abajo
(¿pero realmente hay una historia que vivir?
¿realmente contamos con tiempo de descuento
para ungir en las membranas
la oración obcecada del amor devuelto a la tierra?)
tras las mosquiteras simplemente somos extremidades afásicas
con memoria deshilvanada
corrientes de heridas esparcidas como líquenes
fíjate: no te sorprende que la gata lleve arrastrando su celo toda
[la semana en la gravilla
ha dejado de entristecerte el cacareo de las codornices en la huerta
[de al lado
si algo está claro es que no tenemos más palabras
para circular en el relato
no tenemos más palabras
apaga la luz corre las cortinas
que la crueldad del sol en la mañana
no sofoque lo que queda de nuestra resistencia
ya no tenemos más palabras
***
no es que no sepamos adornar los abismos de la casa con flores
no es que no sepamos ofrecer razones para que no nos abandonen
o reconocer las heridas que sembramos
en el pecho de nuestras amigas
aprender el léxico de su miedo
para ayudarlas a soportar las vergüenzas infantiles
que ahora les renacen
en forma de psoriasis en los brazos o de llagas en los labios
no es que no sepamos marcar el número de nuestras madres
los domingos por la tarde
cuando intuimos que la soledad crepita
en su cocina de vino y humo
como un mamífero desprovisto de sus crías
nuestras abuelas nos enseñaron que cuidar
pocas veces es algo placentero
hacerlo consiste en suspender la voluntad (nos decían)
alumbrar con ungüentos vientres decrépitos
cambiar pañales tras operaciones de cáncer
pasar tardes ante ojos opacos
asumir que la partida de los cuerpos
siempre conduce a la propia extinción
pero hace meses que compartir tiempo con gente
se ha vuelto una manera desesperada de sentirnos solas
no caben más horas extra no retribuidas
el dolor por no ser nunca
aquella a la que templar las manos y besar la frente
no caben tampoco más secretos cortocircuitando entre los dientes
nudos umbilicales que son señales
bajo las raíces desovilladas del estómago
y en el mientras tanto es cierto que tenemos una lengua
una lengua que incinera todas las palabras que no sabemos decir
cierto es que tenemos una lengua estéril que no permite amarnos
que hasta deseamos la enfermedad para evitar el colapso
***
Aquest amor, difícil
repte de les fronteres
que el glaç petrificava:
contraban de llum.Maria-Mercè Marçal
que lo que no se nombra no existe mamá
tú lo sabías porque toda mi adolescencia
con la vergüenza en mi lengua y el miedo en mis manos
que lo que ocurre cuando empieza el lenguaje es solo daño mamá
tú lo sabías porque ese día imaginaste
lo que los hombres de la ciudad podrían hacer con mi cara de niña
que lo que no se cuida al nacer acaba pereciendo mamá
tú lo sabías porque hace poco leíste en mi diario de infancia:
si no consigo ser como ellos quieren
un día saltaré desde este séptimo piso
que lo que se mastica con el hambre sin hambre de la ansiedad
es como un amor sin caricias mamá
tú lo sabías porque nunca has olvidado
la mueca de tu amiga de juventud llorando en un baño
ni tu huida con el sol del ocaso
esculpiéndote sus iniciales en el pecho
que lo que se sepulta bajo tierra
en nombre de una idea que apenas puede ser pensada
es una manera de permanecer encadenada al duelo mamá
tú lo sabías porque un día te hablé sudando y sin aire en el pecho
de una mujer a la que no me atreví a besar en una plaza de Viena
y entonces tú empezaste a llorar
que el deseo no puede volverse elipsis mamá
tú lo sabías porque esa tarde no enmudeciste
te avergonzaste de los cuerpos
en los que mis dedos deseaban hundirse
estuviste días meses años sin acariciarme el pelo
sin untar aceites en mi piel atópica
hasta que en un atardecer de verano
a través de la ventana
viste a tu amiga llorando en los ojos de la mía
mi cuerpo sosteniendo una pérdida
que ya te quedaba demasiado lejos
***
una madre pegando a la suya porque no soporta cuidarla
unos niños arrojando piedras a una paloma
pasándose el cadáver de mano en mano
el llanto de una niña
que podría ser mi abuela
hundiendo su cabeza en mis hombros
yo sigo dibujando con tiza cruces en el patio
a veces también me río y soy yo la primera en señalar
me sumerjo en la fosa donde bucean todos nuestros duelos
leo en una lápida mi nombre y mis apellidos
la hermana que nació pero no vivió tal vez me esté advirtiendo
negar el daño siempre fue una forma de ejercerlo
***
volver a creer en la posibilidad de una isla
no se trata de que agosto
como un crepúsculo
nos sacie el hambre
sino de hundir las manos en los geranios
pintar las piedras que protegen el olivo
llorar por los árboles talados mientras nos cogemos de la mano
quiero escribir tu nombre por última vez en un mensaje
pero aquí estoy: con el cloro de la piscina en mis piernas blancas
quiero escribir que no pienso realmente lo que dije esa tarde en el
[monasterio frente al mar
pero aquí estoy: tragando tus duelos azules
los mosquitos que al atardecer aparto con los dedos
descansan en los ojos de las vacas
no puedo mirarlos sin reprocharme el dolor que he posado en tu luz
he vuelto a cruzar la tierra bañada por los aspersores
y me he sentado delante del macromatadero
adentro hay hombres que esquilan a los cerdos
para hacer de la carne algo más tierno
¿hice yo algo parecido con los besos que sanaron mi sexo?
el viento despeina el trigo
mientras seco la sangre de las manos en la alfalfa
mi lengua quema y en mi corazón resuena
toda tu ira por la isla que he incendiado
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Autora: Anna Cristóbal Lecina. Título: Macromatadero. Editorial: Diputación de Soria. Venta: Todos tus libros.
BIO
Anna Cristóbal Lecina es barcelonesa, aunque ahora vive en Madrid donde ejerce como doctora de Lengua y de Literatura y Cultura Catalana dentro del programa del Instituto Ramon Llull en la Universidad de Alcalá de Henares. Es graduada en estudios Literarios y máster de estudios de Género, Mujer y Ciudadanía por la Universidad de Barcelona.
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