Poeta, pintor y editor español. Fue uno de los principales impulsores de la Academia Canaria de la Lengua. A continuación reproduzco 5 poemas de Manuel Padorno.
Junto a noviembre
Junto a noviembre crece el aire;
fueron hundiéndolo callado,
fueron sembrándolo en silencio,
la amarillenta gavia triste.
Bajo la tierra estaba octubre.
Florece el campo junto al hombre.
Está de pie como en un barco;
tiembla la tierra de sus manos,
la que ha sembrado con sus manos.
Es como el mar. Contempla a solas
crecer las tiernas olas verdes,
presiente lenta cómo sube
la marejada de los surcos.
Cruzan halcones y cernícalos,
(van traspasando su alegría),
precipitados cuervos, lentos
guirres en desbandada van
a guarecerse. Hacen sombras.
Octubre estuvo entre sus manos:
era semillas, era un barco
sobre las aguas sin tocarle.
Pero ahora está bajo la tierra.
Junto a noviembre crece el hombre.
Casa de la claridad
La casa sola sobre el mar,
dentro del mar, por fuera.
Vivir en ella, toda
la luz enfrente verla
caer en la mañana honda,
la luz arriba clamorosa
un bosque desleído.
Adentrarme por ella.
Infinito ramo de luz
ilumine la casa sola
dentro del mar, lámpara
celeste, ramo que prenda
fuego a todo, incendie
la oscuridad del día,
la claridad del día,
hombre de pie en el mar,
la tierra mansamente
allá en el exterior
de la casa oceánica,
celeste casa sola.
Luz tan lejana
Segué la gavia, aré la orilla
azul del mar, hendí la llama viva.
Contempla cómo suben llamaradas
donde se posa la gaviota aquella,
donde golpea el oleaje, donde rompe
la espuma lentamente. Queda sólo
la luz, y la alegría. Cómo caen
las estrellas. Y amanece, amanece.
Alguien derrama luz. Sembrados
del aire fuera mientras se subía,
mientras subía la luz tan lejos.
Al fondo de otra casa
El otro lado, a veces, me parece
que llegará hasta el fondo de mi casa.
Una bombilla, al centro, iluminaba
aquello que se ve posiblemente.
Una mesa tal vez, que se presume;
una silla también, sobre sus huellas.
y encima de la mesa un vaso de agua
parecía no estar, quizá flotara.
Aquel largo pasillo desemboca
en una habitación igual a tantas
que no existen, que hay en parte alguna.
A travieso el pasillo, sin haberlo;
llego a la habitación, en apariencia;
y contemplo la mesa, el vaso de agua
encima del espacio inexistente.
Están al otro lado. Allí no hay nada
colocado en su sitio, a la manera
de como se sitúan por aquí.
Es un orden distinto. Muy borroso.
Allí, el vaso de agua, se me ofrece
como líquido aire, que bebía.
Boca del agua
No hay nada parecido: un beso blanco.
Un beso azul, en el encuentro manso
a la orilla del mar, en la tiniebla,
en plena tempestad, mañana blanca
bajo un bosque de luz, la hierba blanca,
un sol desconocido enfrente, arriba
una gaviota lentamente, nubes blancas,
florecen peñas blancas, yodo blanco
el viento arrastra toda la blancura
y un beso cae en la boca del agua.
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