Miguel Floriano ha dicho de su libro, La materia y la envidia (Alhulia, 2019): “Es un libro complejo. Descansa sobre una serie de experiencias sentimentales bastante intrincadas y súper psicoanalíticas. La idea a la que he pretendido dar forma es a la del resentimiento en el sentido nietzscheano: la negación en el Otro de las cualidades en uno ausentes”.
Zenda publica cinco poemas de este libro, que fue reconocido con el XII Premio Antonio Gala de Poesía.
JUNTO A LAS PALABRAS
Cuando dejo de comprender, me acuerdo
de tu forma de guardar silencio.
Así estabas cerca,
mucho más cerca que un latido.
Después de todo, puedo decir que del único deseo
de ser realmente felices
nos queda todavía
lo que la vida confunde y trae a veces,
despierto inútilmente tras un cuerpo
o acaso delante de los ojos.
Sus rostros, idénticos a nubes.
Igual que ellas, nuestros pasos inciertos.
Sobreviven en cualquier cosa sencilla.
El dolor, sabio en los límites, antiguo como la distancia,
más allá de sí mismo, nos hacía ser iguales
a una música que aún nos huye.
Hoy me miras, pero no me sabes ya
tranquilo y humilde, verdadero.
Cuánto me gustaría haberte acompañado
en tu renuncia, haberme cuidado más,
mientras el tiempo, sucediéndose,
olvidaba su beso sobre los agravios.
Apenas reconozco a quien está conmigo,
no reconozco a nadie, y tampoco estas lágrimas
parecen mías.
Por eso deja que te recuerde
un momento tan solo, ahora que no comprendo,
junto a las palabras que quise para ti.
SUDARIO
De vuelta hacia nosotros, caminamos
dejando atrás un hilo suave,
sobre calles como cuerpos,
casi raíz de selva o nudo extraño
que la sombra aún interroga,
infinidad que la música sublima,
Dios último de los que piensan en la muerte
y dejan de temerla.
Jamás un rito de costumbre.
Tacto para el tacto, labio para el labio,
sed que se prolonga,
una forma de amar
lo bello y lo terrible.
Ah! redevenir rien irrévocablement!
Me pregunto qué habré dicho en otros besos.
Por qué toda palabra las cosas hiere
fatalmente.
Memoria, ¿respirabas?
Cuál es tu puerta, deseo.
METAFÍSICA
Ahora estos signos indudablemente están excedidos, sobrecargados de sentido. Se tienen muchas cosas que decir, y con franqueza, no siendo posible al necesitar para ello todo lo que no existe. Aquello que fuimos, en su viaje simbólico, danza y sangra, supone la historia y su sombra, que hoy concluye al confundirse con la fábula del orgullo y la dignidad, del agua y la piedra.
RIVER RUNS DEEP
Acaso no comprendas por qué escribo.
Acaso tú, con quien no debo
vigilarme, asir la piel, amordazar
el pensamiento, acaso tú, con quien traspaso
la secreta escala, y una vez
al otro lado del deseo
dejo de conocer admoniciones
y estériles renuncias, y murmuro
el misterio, y desdeño al fin
la servidumbre, y ofrendo todo
el movimiento, y ardo en él,
para los dos, acaso tú
no comprendas por qué escribo.
Poco importa. Jamás será el silencio
lo que amenace con triunfar,
sino la verdad que en él se oculta.
Escribo mejor de lo que sé
para sabernos un poco mejor.
Escribo porque también a ti te tiene
la ciudad y su aurora interminable.
Escribo porque respiras un aire lujoso,
pour voir les diamants élus,
porque tiemblas como un cielo estrellado
y acoge tu tristeza algo de súbito milagro.
Escribo para no tocar tu nombre
y esclarecer efímeras las cosas.
Para este instante escribo, nada más,
mientras laten las frías aguas y esperamos
un dolor indefenso, rectos en la bondad
y en la vehemencia,
para regresar libre y desnudo escribo,
para volver a este oficio, de nuevo verdadero,
dudando entre salvar
el poema o la distancia.
DEBILIDAD DEL MÉTODO
Aún sin la presencia de la luz
que redima los días indistintos,
pongo obstinadamente
rumbo al pensamiento,
único no-lugar
donde de nuevo me prefieres, Diana ingenua
por los mentidos bosques de la fantasía.
Cualquiera te diría que no es este el camino.
Ficción sobre sí misma proyectada,
a saber: el poema,
el vicio de creer o de vivir los nombres.
Desconozco el engaño. Solamente
recojo todo aquello que no existe
y le entrego una forma que el tiempo no castigue.
Habiéndote perdido soy el Otro.
Habiéndote perdido soy el mismo.
Nuestros cuerpos y su historia
—historia de piel sabia, de actos vivos—,
herida a cada hora más pequeña y dócil
y que ya no podré abrir otra vez.
No amanece aún ni lo hará nunca
en este no-lugar
donde de nuevo me prefieres, Diana ingenua
por los mentidos bosques de la fantasía.
Cualquiera te diría que no es este el camino.
Digo todo pero es nunca.
Así para olvidar otro mundo nos cedo,
la materia y la envidia.
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