Natalia Romero es una poeta nacida en Bahía Blanca, Buenos Aires, Argentina, en 1985. Publicó Nací en verano (2014), El otro lado de las cosas, La poesía como restauración de una voz en la obra de Diana Bellessi (2017), Puede que la muerte mienta (2018), ABC, Mi primera cocina (2018), El principio luminoso (Caleta Olivia, 2019), Puede que la muerte mienta + La luz todavía, nueva edición, (2022). En 2021 obtuvo la Beca Creación y en 2022, la Beca de Finalización de Proyecto del FNA, para trabajar en su primera novela. Coordina talleres de escritura desde 2015. Dirige Las celebraciones,escuela de artes y escritura.
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Atlas
Qué es la fuerza
pregunté,
la mañana estaba radiante
a través de la ventana.
El cielo claro y las cosas, bajo la luz.
Qué es la fuerza,
sino esta forma
con la que creo sostener el mundo.
Podría ser la confianza
con que se guía la rama de la hiedra,
la helada, que se detiene frente a los árboles
o la forma, sin borde, del cielo.
Quería sostener el mundo
fuerte y segura como las piedras.
Pero hay un curso que no es mío
y las cosas pueden seguir el peso que las hunde.
Alguien tiene miedo cuando lloro
como si yo fuera un río que desborda.
Afuera una bestia que no soy yo, espera.
¿Qué tiene ella de mí?
Voy a susurrarle
que la adoro, voy a recordarle su dulzura.
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El pez
Las branquias se abren, el pez está en el muelle,
se abren, como si tuviera alas para volar,
pero está muriendo.
Le veo los ojos tan redondos que parece encandilado.
Todavía respira el mandubí.
¿Hoy hay luna llena? Pregunta el pescador mientras levanta al cielo la cabeza,
no hay luna llena y entonces sí,
clava el cuchillo en la cabeza del mandubí.
En este lugar está el cerebro, dice, clavo ahí directo para que no sufra.
El pez vuelve a mover sus aletas,
abre aún más los ojos, después se detiene.
Si hay luna llena, se pudre el pescado, dice el pescador,
si hay luna llena los devolvemos.
Los ojos del mandubí quedan abiertos,
tiene ojos blancos, opacos, cristalinos,
podrían estar buscando la luna.
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Santa Rita
Volvió a brotar la Santa Rita, me dice.
Vieras qué bonitas sus flores.
Mi abuela se despide de la vida
en un lento devenir
que podría ser igual al de las estaciones.
Por momentos lo sabe, no sé si lo oculta.
Un alma puede crecer tanto
hasta unir tierra y cielo y así,
decidir lo que abandona.
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La fe
El sol entra por la ventana del hospital
hace círculos, soles que mueve el viento.
La cortina blanca atada con un lazo
parece un ramo de flores.
Afuera,
palomas, cables
un tanque de agua, el aire
seguramente tanto aire,
acá
las baldosas de granito
la puerta de tu habitación con el sticker de una estrella
que dice feliz navidad,
pero es julio abuela, pleno invierno
aún con este sol y te estás muriendo.
Lo demás no se ve
yo solo veo tus manos, las agarro
toda la vida yo en tus manos,
y las suelto
tengo que hacerlo, es eso lo que se hace,
se aprende,
la luz todavía rebota
en tu piel,
tu camisón rosa de cuello broderie
tus uñas perladas,
la luz todavía.
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Duraznos
Mamá prepara tarta de duraznos con crema.
Uno de mis postres preferidos.
Abre la lata y antes de reservar el almíbar
en una taza, toma un sorbito.
Bate la crema
y corta los duraznos por la mitad.
Después deja que yo pase el dedo
por el bowl, para rescatar
las pepitas de azúcar del borde.
En mi recuerdo los duraznos
brillan exageradamente
y yo no los corrijo.
Fuerza, frescura y dulzura, muchas gracias Natalia Romero, un placer tu pluma!