Foto: Esteban Cobo.
Javier Bozalongo es un poeta y editor nacido en Tarragona en 1961 y afincado en Granada. Ha publicado los poemarios Líquida nostalgia (2001), Hasta llegar aquí (2005), Viaje improbable (2008), La casa a oscuras (2009), Todas las lluvias son la misma tormenta (2018) y Este país (2019). Antologías de su obra han aparecido en Costa Rica, México, Ecuador y Argentina. En 2016 publicó su primer libro de relatos, Todos estaban vivos. En 2017 publicó el libro de aforismos Prismáticos, y en 2019 Cóncavo y Convexo (escrito “a dos voces” con Carmen Canet). En 2021 publicó la plaquette Los días generosos dentro de la colección Nexos de Sonámbulos Ediciones, así como el libro de haikus Todo es azar, publicado por el C. Cultural Generación del 27, de Málaga. Presentamos una selección de Nombrar la herida (Sonámbulos Ed. 2022), su último libro, una obra comprometida con el mundo que le rodea y en la que sus poemas arañan con fuerza las zonas más sensibles que quedan en los bordes de todas las antiguas heridas.
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ANA MARÍA
No conozco otro nombre
que se pueda leer de arriba abajo
o de derecha a izquierda
o de izquierda a derecha
sin cambiarle el sentido,
y por más que buceo entre los diccionarios
no puedo hallar palabras que mejor te definan:
Eva también fue madre
pero se vuelve Ave si le damos la vuelta,
y nos lleva hacia Roma,
donde tú sabes bien que se encuentra el Amor,
porque la luz azul
puede alumbrarnos de cualquier manera
y uno puede tratar de ser distinto,
pero se es o no se es
a pesar nuestro.
Tú pudiste ser cauce o ser camino
pero quiso la vida
que al final fueras isla.
Los demás navegamos en busca del tesoro
alrededor del mundo,
haciendo de tu playa un buen refugio,
volviendo siempre a casa
para que nos des agua
cuando tenemos sed.
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ANTONIO
Puedo escuchar la imagen
pero no ver la voz.
En los labios intento entender las palabras.
Recuerdo cada gesto.
Recuerdo cada frase
pero no puedo oírlas aún siendo conocidas.
Todo cuanto precede a los sonidos
se convierte en silencio inaccesible,
como una llamada de teléfono
interrumpida antes del saludo,
igual que un hombre mudo
que abre mucho la boca intentando gritar.
Así lo puedo ver.
Y sigo sin oírlo.
Es la voz de mi padre.
Y sigo sin oírla.
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ASÍ NO
Donde no pasa nada
y un cuchillo afilado te roza la mejilla;
allí donde un contrato deviene una condena;
allí donde es más fácil
matar al mensajero que mirarse al espejo;
donde la lealtad perdió la brújula
y una verdad a medias
no aspira ni siquiera a ser mentira.
Allí donde enloquecen los relojes
para que el otro siempre llegue tarde;
allí donde un rumor se convierte en noticia
y una barra de platino iridiado
convierte la amistad en pieza de museo,
donde riman olvido y ambición;
allí donde promesa significa su antónimo
o donde a beneficio
le sobra la raíz de su bondad
y molesta el sufijo de toda pertenencia.
Ahí no quiero estar.
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CLARA CAMPOAMOR
(1 de octubre de 1931)
Señores Diputados:
De la unión de dos seres distintos pero iguales
nacimos los que hoy nos sentamos aquí.
Nadie como nosotras protestó
ante tanto desastre como hemos vivido.
Salimos de las fábricas,
de las aulas de la universidad
y llegamos aquí, todas unidas.
No nos dejéis ahora al margen del futuro.
Vuestras leyes no deben excluirnos:
las votasteis vosotros para vosotros mismos,
y al hacerlo, nos estáis obligando
a la desobediencia.
No se trata tan solo de igualdad
—pues negarla es negar toda ley natural—.
Si cometéis ahora, de nuevo, el mismo error,
abandonando a la mitad del mundo
a la orilla del tiempo, la casa construida
lo hará sin un cimiento sólido,
y el llanto posterior no será suficiente
para apagar el fuego.
Hacer la libertad algo accesible
es caminar por ella, todos juntos.
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VIVIR SOLO
A veces me da miedo vivir solo.
Descubro entre la ropa que no uso
una placa de oro con mi nombre
y mi grupo sanguíneo en el reverso,
un mechero regalo de mi padre
cuando estaba bien visto que fumáramos,
el anillo de boda de mi abuela…
¿Alguien podría hallar estos residuos
sin previa indicación de que existieron?
A veces me da miedo vivir solo.
Me viene a la cabeza mi vecina,
preocupada después de algunos días
sin cruzarse conmigo en la escalera,
entrando a casa con su propia llave:
la música y la luz aún encendidas,
seguramente un libro en mi regazo
y la mirada ausente tras las gafas.
Por eso me da miedo vivir solo,
por si después no encuentran los recuerdos
escondidos en todos los rincones.
Lo que mis ojos sí dirán seguro
es en lo que pensaba en ese instante:
que los secretos nunca están a salvo,
que el mar no puede verse desde aquí
y que me fui pensando en vuestros nombres.
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Autor: Javier Bozalongo. Título: Nombrar la herida. Editorial: Sonámbulos. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
Quiero terminar diciendo esos últimos 10 versos. Hermoso todo el poema.