Oriette D’Angelo es una escritora, artista visual y académica nacida en Caracas, Venezuela, en 1990. Actualmente estudia el PhD en Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Iowa, donde también cursó el MFA de Escritura Creativa en Español. Fundadora de los proyectos digitales Digo.palabra.txt y #PoetasVenezolanas. Magíster en Digital Communications & Media Arts por DePaul University, Chicago. Autora de los libros Pájaro que muerde. Diario de Iowa, 2018-2019 (LP5 Editora, 2022); Inquietud (Digo.palabra.txt, 2021) y Cardiopatías (Monte Ávila Editores, 2016; Premio para Obras de Autores Inéditos, 2014). Seleccionó y prologó la antología de poesía venezolana Amanecimos sobre la palabra (Team Poetero Ediciones, 2017). En 2015 obtuvo el segundo lugar en el I Concurso de Crónicas de la Fundación Seguros Caracas y en 2016 el tercer lugar en el Concurso Iberoamericano de Poesía «Letras de Libertad» de Un Mundo Sin Mordaza. Enseña talleres de escritura, pinta y hace collages.
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Evocación
Sobrevivir era esto:
despertar y quedarme dando vueltas
vueltas hasta que el cuarto aclara
el olor de los duraznos
aprender a temblar sola
cambiar terapia por tarot
querer pisotear la lengua impuesta
domesticarla malearla engullirla
atragantarme
escoger mensajes de madrugada
sentir miedo ante la ternura
el dolor de estómago que quema y quema
y sube hasta la garganta y sube
querer gritar
porque ahora puedo —otra vez—
expandir mi garganta
las palabras muerden y esto sí quiero gritarlo
morder y morder hasta que alcance la boca
quedarme en esos ojos
que ahora me envuelven
en mi versión más frágil
sostenerme
como la nieve en el techo
conocer mis bordes
saberme insaciable / insatisfecha
siempre.
Sobrevivir fue por esto / para esto
por el sabor de las berenjenas
por la fractura de mi voz
por el agua que queda
por encima de mis ojos
despertar mareada un domingo
y querer seguir dando vueltas y vueltas
con el cuerpo explotando
de tanto girar y girar
seguir imaginándome
insaciable infinita insatisfecha
seguir dudando —a toda costa—
suponer que la calma
era esto
el pecho partido
y estas manos crueles
sobre mis piernas.
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La carne prevalece
Me asumo creadora
porque todo lo que quiero es explotar
belleza
mediante todo lo que digo
o lo que ahora me produzco
pero quedo temblando en ambas formas
quedo temblando
y solo quiero
escribir poemas o volver al conjuro
cuando acaba uno viene lo otro
y no sabía que mi cuerpo
podía ser así de interesante
no sabía que mi voz podía sacudirse
desde el pedazo
y llego tarde
reconozco
temprana solo fue la poesía
y desde allí el grito
tempranos los dedos
que no se conocían
temprano el no entender
pero ahora
la carne prevalece
prevalece el grito de medianoche
de todas las noches
a partir de ahora
con los dedos que leen escriben reclaman un espacio
convoco la carne de los vivos
exhalo
respiro profundo
y siento pienso respiro.
Hago entonces
la luz.
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Mantra
Sé que existo porque toco firme este suelo
me apoyo y hace frío
quiero ser raíz
pero mis dedos se alejan
me abalanzo sobre todo
evado el vuelo
lo que me hace flotar
y me completa.
No saber,
es ya saber.
Entonces repites
como un mantra:
Nada bueno sale
de los lugares donde insistes.
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Instinto
No quiero tener hijos.
Sé, desde temprano,
que no estoy hecha para la guerra.
Sin diagnóstico sé
que no lo quiero
mi vientre ya alberga futuros suicidios
pedazos de almas que nunca
seres concebidos desde lo imposible.
No quiero panza ensanchada
ni tres kilómetros de sangre
ni llanto ni grito / dependencia.
Mi único instinto maternal
es la negación.
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Segundo mantra
Soy una paloma a ras de vuelo
y tú me lanzas migajas al piso
para que te siga.
Poemas: He acordado con el agua. Cuando te pregunten por tu madre. T