El ouroboro es la serpiente —o el dragón— que se muerde la cola y simboliza el eterno retorno. De ahí que el poemario de Samuel Trigueros gire alrededor de la idea de que todo es momentáneo, frágil, pasajero. Cada verso, desde el primero hasta el último, nos habla de la naturaleza cíclica de las cosas.
En Zenda reproducimos cinco poemas de Ouroboros (Olifante), de Samuel Trigueros.
***
INFANCIAS
Desnudos en el vapor de los recuerdos
los niños juegan sumergidos
en el radiante río de lo eterno.
Aquel domingo la abuela abrió la azucarera.
Las hormigas entre los cristales
bullían como semillas de amapola.
Tomé la taza de café
como quien hunde su inocencia
en un amargo cáliz.
Vuelvo a ser aquel niño. Voy al patio,
me siento bajo la sombra azul de los almendros
y pienso:
dulce la infancia
y a veces imposible.
En la cocina de ahora
vuelvo a tomar el mismo desayuno.
La abuela,
devorada por la oscuridad de su ataúd,
escucha junto a mí,
en acto con la transparencia,
el infinito silbo de la cafetera.
La borra del café
es un callado cementerio de hormigas.
***
NIÑO PERDIDO
Llevo tres horas adentro del tabuco,
encerrado
en el capullo del silencio.
La duración de mi temor
sube hasta la oscuridad de la cumbrera
y se convierte en mariposa de ceniza,
en gritos que nadie escucha afuera de la casa.
De pronto alguien introduce una llave
en el ojo de la hora más amarga.
En la esquina del espanto
el filo de una sombra que se alarga
repta hasta mis brazos
atados a la cal de las paredes.
Una sirena ruge
en el pequeño cofre de mi pecho.
Nadie la escucha.
La ciudad duerme bajo infinitas capas
de un blues indiferente.
Crecer un día más,
ruego a la muerte.
La muerte, mientras tanto,
dibuja sobre el polvo
una brutal corona de sangre.
***
MÁSCARA SEPIA
Como desde un daguerrotipo muy antiguo,
el tiempo nos devuelve
a un tiempo que se desmorona.
Ahí los rostros desleídos en un profundo sepia
parecen sonreír,
pero los gestos giran inevitablemente
hacia un espejo que se hunde
en las clepsidras del olvido.
La nieve cae sobre el corazón
y cubre los despojos.
Ciegos los ojos por el llanto
buscan una mirada que no existe.
***
COBARDÍA
La demasiada luz no es tal
si no la ves de frente;
si la ves, por ejemplo,
a través de la cortinilla del baño
o de soslayo
como a un enemigo que reluce
en su armadura blanca
o si entrecierras los ojos
en el instante de la revelación
y sólo alcanzas a distinguir
el esbozo de unos cuerpos que sobrenadan
como trozos de mantequilla en el centro
de una taza llena de agua hirviente.
En el fondo
no es que no puedas
tocar la demasiada luz.
Es que no te atreves
a ver la realidad
y dejarte herir por ella.
***
SÚBITO
Adentro de la pajarera el corazón dice
algo que nadie sabe,
mientras la sombra de una mano
coloca tras las rejas
semillas de ilusión.
El canto parece más radiante
y el sol se intensifica.
Otro día,
vapores de un adagio ensalman la prisión.
El pájaro escapa con el último sonido.
Como en una revelación,
como en un sueño finalmente descifrado,
alguien comprende.
Luego el silencio lo oscurece todo
alrededor y adentro de la pajarera.
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Autor: Samuel Trigueros. Título: Ouroboros. Editorial: Olifante. Venta: Todos tus libros.
BIO
Samuel Trigueros (Tegucigalpa, Honduras, 1967). Escritor, editor. Ha publicado: Todo es amor tras esta nostalgia (poesía, 1988), Borges (ensayo, 1988), El trapecista de adobe y neón (narrativa, poesía, ilustración, 1989), Sin una palabra (narrativa, 1991), Amoroso signo (poesía, 1992), El trapecista de dobe y neón (poesía, relatos e ilustraciones, 1992), El visitante (cuento, 1992), Animal de ritos (poesía, 2006), Antes de la explosión (poesía, 2009), Me iré nunca (narrativa, 2009), Exhumaciones (poesía, 2014), Una despedida (novela, 2016), Una canción lejana (poesía, 2020), Seguir volando (antología personal, 2021). Además, es fundador y director de Nautilus Ediciones y del Festival Internacional de Poesía de Aragón-FIPAR.
Cómo no le salen con ritmo los versos, el autor recurre a las asonancias, que son las muletillas en que se apoyan los malos poemas en verso libre.